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POR QUÉ NO SOLO A MÍ


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2015  •  Trabajos  •  2.402 Palabras (10 Páginas)  •  63 Visitas

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¿POR QUÉ NO SOLO A MÍ?

En la habitación principal de Karla. Una mesa, sillones, un escritorio y sillas. Algunos cuadros a lado de la ventana. A la izquierda la puerta principal.

Karla espera; enciende un cigarrillo, hojea sin atención una revista, se asoma a la ventana; apaga el cigarrillo, toma la revista. Se oye el timbre de la puerta de entrada. Karla se acerca con el objeto de abrir la puerta. Se oyen las voces de Karla y Montse.

Karla. – Ah, ¿eres tú?

Montse. – Sí, yo. ¿Te sorprende?

Karla. – (entrando) sorprenderme precisamente, no.

Montse. – (entrando) pero no me esperabas, ¿verdad?

Karla.-- claro que no.

Montse. – naturalmente.

Karla. —siéntate.

Montse. – pero esperabas a alguien, ¿verdad?

Karla. — (evasiva) siéntate.

Montse.-- ¿por qué no me respondes?

Karla. — (sonriendo) ¿por qué no te sientas?

Montse. — (se sienta) ¿esperabas a alguien?

Karla. —esperar precisamente, no.

Montse. — (pausa,  se levanta) y,  sin embargo, todo en ti y fuera de ti parece estar dispuesto a esperar: las revistas que no has leído, a pesar de que las tomaste  para distraer los minutos de espera; el cenicero que muestra los cadáveres de 3 cigarrillos apagados antes de tiempo; no lo puedes negar.

Karla. – (se levanta. Interrumpiéndola) tampoco tú puedes negar.

Montse. — (interrumpiéndola) yo no niego: afirmo.

Karla. —También yo afirmo.

Montse. —tú niegas.

Karla. —yo afirmo y tú no podrás negar que espías.

Montse. — (descubierta, lentamente; se sienta) yo no espío; observo, eso es todo.

Karla. —vienes aquí todas o casi todas las noches, y nunca antes de hoy has hecho estas observaciones.

Montse. —no te enfades.

Karla. —no me enfado; observo, eso es todo. (Se sienta)

Montse. — (jugando el todo por el todo) pero esperas a alguien, ¿verdad?

Karla. — (después de un breve silencio) sí. (Otro silencio) tú me espías, ¿verdad?

Montse. — (pausa) sí. (Pausa) ¿Me has visto desde la ventana? Yo te veía recorrer de un lado a otro el estudio,  accionando, hablando con alguien. Entonces no pude resistir más tiempo y me impuse la decisión de subir.

Karla. —pero ¿se puede saber por qué me espías?

Montse. —oh, eso es más difícil.

Karla. —y ¿por qué has subido?

Montse. —oh, eso es más difícil aún.

Karla. —y, no obstante, has confesado que me espías…

Montse. —sí, he confesado.

Karla. —y, además, has subido.

Montse. —ya lo ves. (Pausa)

Karla. — ¡a lo que hemos llegado! Tú me espías…

Montse. — (completando la frase) y tú me mientes.

Karla.--- sin embargo, yo podría decirte por qué he mentido, por quién he mentido; no directamente, sino representando por medio de una letra lo que no es posible nombrar de otro modo. En cambio, tú no podrías, ni aun así, decirme por qué razón me espías.

Montse. —es verdad, ni aun así podría decírtelo.

Karla. — (triunfante) Ya lo ves.

Montse. — (con rabia, rápidamente) pero en cambio puedo decirte, en cualquier momento, ahora mismo, quién es la persona cuyo nombre pretendes sustituir hipócritamente con un signo algebraico.

Karla. —tal vez.

Montse. —seguramente.

Karla.--- seguramente; ya veo que eres capaz de todo.

Montse. — (bajando la voz) se trata de Arturo ¿verdad?

Karla. —eso dices.

Montse. — (rápidamente, en voz alta) no lo niegues. No lo niegues. Es él.

Karla. —menos mal que te da gusto que sea él.

Montse. — (asombrado) ¿qué me da gusto? ¿He dicho, o he hecho algo que te haga pensar que me da gusto? Por el contrario… (Se detiene arrepentido)

Karla. —por el contrario, te molesta, ¿no es así?

Montse. —desde luego no me da gusto.

Karla. —entonces te molesta.

Karla. —Deja de atormentarte con estas cosas.

Montse.-- ¿lo quieres todavía?

Karla. —ya sabes que entre Arturo y yo toda ha terminado.

Montse. — (incrédulo) ¿todo? (Karla no contesta) y, no obstante, él va a venir a verte.

Karla. —sí.

Montse. —y tú has dispuesto todo para esperarlo como en otros tiempos.

Karla. —es la costumbre y sólo la costumbre. Tú sabes que yo me arranqué voluntariamente esa pasión por Arturo.

Montse.—Eso dices

Karla.-- ¡Idiota! (luego, afectuosa) ¡como tendré que explicarte que un día me dije: “todo debe acabar”, y que desde ese día…!

Montse.-- (después de recorrer con la mirada el estudio) ¡ya lo veo!

Karla.-- ¿no me crees?

Montse. —no. No te creo porque no es posible, cuando se trata de Arturo decir: todo se acabado. Por el contrario, cerca de él todo parece dispuesto a nunca acabar: la mañana, la noche, la conversación, la alegría… la duda.

Karla. — (soñando, involuntariamente) es verdad, es verdad.

Montse.-- ¡lo ves!

Karla. — (despertando) y, no obstante, yo me dije: “esto debe acabarse”, y se acabó.

Montse.-- ¿se acabó?

Karla. —se acabó, créeme. Es inútil que espíes… por lo menos, es inútil que me espíes.

Montse.-- ¿qué quieres decir? Arturo en persona me dijo que hoy vendría a verte.

Karla.-- ¿y tú que le dijiste?

Montse. —que no viniera, porque, de lo contrario, todo acabaría entre nosotros.

Karla.-- ¿y qué te dijo?

Montse—Dulcemente, me dijo que vendría a verte y que, además, no acabaríamos. Si lo hubieras visto en el momento en que dijo esto, habrías comprendido que nunca, nunca acabaremos.

Karla.-- ¡y a pesar de eso lo espías!

Montse. —no, no es a él a quien espío, te lo juro.

Karla. —no necesitas jurarlo, es a mí a quien espías.

Montse. —quería saber si lo esperabas.

Karla. – Y como lo esperaba.

Montse. – Eso es.

Karla. —Entonces, ahora que sabes que lo espero y cómo lo espero, te irás.

Montse. —no sé.

Karla. — ¡cómo, “no sé”!  

Montse. —no sé si podré irme. No sé si tendrás el valor suficiente de obligarme a que me vaya.

Karla. —no seas tonta. Te he dicho que eso de Arturo me lo arranqué para siempre.

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