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Precursores Y Pensadores De La Educación Inicial


Enviado por   •  9 de Febrero de 2014  •  6.740 Palabras (27 Páginas)  •  807 Visitas

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Precursores y Pensadores

De La Educación Inicial

Las acciones educativas en los primeros años de vida, deben estar dirigidas a estimular el desarrollo cognitivo, emocional, lenguaje, físico, motor, social, moral y sexual de los niños, de tal manera que no se pierda el espacio más relevante en la vida del ser humano. En este sentido, la educación inicial se convierte en un nivel educativo fundamental en lo que respecta al desarrollo de los niños y niñas, su atención no puede estar limita al cuidado y custodia, ni a la interacción del niño con los otros y con los materiales, debe centrase en la mediación de las capacidades cognitivas y en la estimulación de todas las áreas de desarrollo.

En el capítulo leído encontramos grandes precursores de la educación, ellos a través de diversos planteamientos y pensamientos, proponen metodologías para mejorar la Educación infantil. Ya que a partir de los siglos XVIII y XIX, se originó un mayor interés y preocupación de estos exponentes en mejorar la Educación para satisfacer las necesidades de los niños y niñas, considerando los principios básicos de cada uno de estos métodos propuestos, con la finalidad de desarrollar diferentes áreas en los educandos.

La educación de la primera infancia tiene sus antecedentes en la obra de algunos pensadores que reflejaron las primeras preocupaciones respecto a qué hacer con los niños en sus primeros años, ideas ligadas fundamentalmente a los nombres de Marco Quintiliano J. A. Comeniu, J. J. Rousseau y J. Pestalozzi; Quienes mediante sus ideas pedagógicas son consideradas modelos tradicionales, que se proponen lograr el aprendizaje mediante la transmisión de información. Los conceptos pedagógicos de estos pioneros en la educación de los niños, difieren entre sí en aspectos como la educación libre o la educación dirigida, la educación familiar o la educación social, los métodos de educación y enseñanza en las primeras edades, pero, sin embargo, todos subrayaron la enorme importancia que tiene la educación de los niños en las edades tempranas y su vinculación con su posterior aprendizaje y desarrollo.

El primero de ellos:

Marco Fabio Quintiliano

Nació en Calagurris (actual Calahorra), España, en el año 36 d.c. Fue educado los primeros años de su vida en España, para posteriormente continuar en Roma. Tras ejercer durante veinte años como abogado y profesor de retórica, se retiro para dedicarse a escribir. De este modo, sabemos que compuso sus doce libros de la “Instituciones Oratorias”. Quintiliano, como buen rétor, no es un autor que trate de esconder sus intenciones ni sus sentimientos tras un texto escrito en busca de una aparente objetividad. Mientras está trabajando en su obra, su hijo Quintiliano fallece, una desgracia que se une a la muerte reciente de su joven esposa y de su otro hijo de apenas cinco años. Todo esto nos lo relata él mismo, lamentándose de que, con la pérdida de su hijo, se le ha reproducido “la herida de la orfandad”. Su obra pasará a convertirse en la razón para seguir viviendo, en su consuelo al dolor sufrido; con ella ya no busca ningún provecho, sino que “todo este esfuerzo mira a las muchas utilidades de los otros”. En el proemio del libro I, Quintiliano nos habla sobre la primera infancia y la niñez; nuestro autor nos deja algunas claves que posteriormente desarrollará respecto a sus exigencias para la formación del orador perfecto: “no puede serlo si no es un hombre honrado, y por esto mismo no sólo exigimos de él la eximia dádiva del hablar, sino todas las virtudes del alma”

Por un lado, coincide con Isócrates al anteponer la excelencia de carácter a la habilidad de palabra y por otro, ya nos anuncia su exigencia al orador: una formación completa en diversas artes y ciencias. Quintiliano pensaba que para producir adultos jóvenes de buen carácter, la educación debía empezar a la edad de un año. Y su postura es muy positiva frente a la educación del hombre cuando plantea que nacido el hijo, el padre conciba las mayores las mayores esperanzas de él, pues así pondrán mayor esmero desde el principio. La educación siempre ha sido un asunto capital para la filosofía política.

En este caso, la propuesta de Quintiliano no se basará en reglas y fríos manuales. Según él, debemos estar atentos para que el maestro “no contemple la enseñanza como servicio, sino como signo de afecto. Así no desapareceremos entre la turba”. Su opinión es que el niño aprende a conocer el mundo por medio de la acción que se ejerce sobre él y agrega que conviene reparar que los niños son como “Vasijas de cuello estrecho” por ende hay que proporcionarles conocimientos gradualmente; por tanto las experiencias deben ser acordes a estas capacidades. Quintiliano recomendaba que las lecciones fueran lo más interesantes posibles y con ello, le brinda al juego un rol protagónico, tal como se recomienda hoy en día. Propiciaba la incorporación del juego en el proceso educativo porque esto, sin duda en algo más entretenido.

El rol del educador según nuestro autor, es de gran responsabilidad y muy exigente, no menos que la misión de los padres. Le exige al maestro un orden moral y ser “intachables”: le impone al educador la misión de hablar con frecuencia de las virtudes y enseñarlas a los jóvenes. Es contrario a los castigos, ya que en la escuela se debe crear un ambiente de alegría y esperanza. Quintiliano cree firmemente en las posibilidades ilimitadas de la educación y que esta puede brindarse aprovechando el poder de la naturaleza. Su idea es que le deben ir dando al niño oportunidad de desarrollar su ingenio porque cada uno puede aprender y si no lo hace puede ser a causa de la falta de aplicación, pero no de la capacidad, con lo cuál demuestra su gran confianza en las capacidades del ser humano.

El fin de su vida está señalado con una serie de dramas familiares: el mismo año de su retiro, 89, perdió a su mujer, que tenía 19 años; en el 90, a su hijo primogénito, que contaba cinco; en 95, al segundo, con diez. Murió probablemente poco antes del asesinato del emperador Domiciano, en el año 95.

Juan Amós

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