Redefinición Y Reanálisis De Los Arcaísmos...
dcgt194424 de Marzo de 2013
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El español en la Florida.
Los cubanos de Miami.
(Segunda Parte)
Humberto López Morales
Hacia el poder económico y político
Durante mucho tiempo se ha venido describiendo la inmigración cubana al sur de la Florida con tintas muy extremas e irreales, sobre todo cuando se la compara con otras, concretamente con la mexicana y, en menor proporción, con la puertorriqueña.
De la cubana se ha dicho que no es una inmigración impulsada por factores económicos sino políticos, y que está integrada por una elite profesional y culta. La primera de estas premisas dio lugar a una política de recepción de brazos abiertos y de ayudas de todo tipo, como pruebas de la admiración de los anfitriones por quienes abandonaban una vida de bienestar por rechazar principios políticos inadmisibles para la democracia. Estas ventajas, unidas a la formación alta, moderna y especializada de los inmigrantes, fueron responsables de su éxito económico inmediato.
Tal concepción fue sin duda inspirada por la situación reinante hasta mediados de la década de 1970, cuando todavía era posible hablar, aunque con las precisiones de rigor, de un «exilio dorado». A partir de estos años, y aun de antes, aunque en proporciones más modestas, las cosas empezaron a cambiar. A medida que aumentaban los índices de depauperación de la isla, proceso galopante bien estudiado, no eran únicamente motivos políticos, sino también económicos (a veces, fundamentalmente económicos) los que impulsaban a los cubanos al éxodo. El perfil de los inmigrantes más recientes se acercaba al de los demás hispanos.
Es verdad que, a pesar de ciertas inyecciones desestabilizadoras, como la llegada de los marielitos, la economía cubana de Miami se mantuvo en alza. Pero ello fue debido a factores muy específicos que solo en cierta medida estaban influidos por las primeras etapas. Al margen del aprovechamiento de las viejas ventajas adquiridas en la época dorada, que permitía la obtención intragrupal de empleo, el lento y trabajoso éxito se debió a varios factores: la estructura familiar trigeneracional, el control de la natalidad, la incorporación masiva de la mujer a la fuerza laboral, y el aprovechamiento de las oportunidades brindadas para reincorporarse a la vida profesional y para la fundación de negocios.
La presencia de los abuelos en los núcleos familiares, que aparte de colaborar con sus cheques de asistencia social, se dedicaban al cuidado de los niños y a las tareas domésticas, permitía a la mujer entrar de lleno en el mundo del empleo, a veces hombro con hombro con sus maridos, lo que posibilitó, en el más modesto de los casos, redondear la economía del hogar, esto sin contar con firmas comerciales familiares, en las que la mujer desempeñaba con frecuencia el papel protagonista12.
Los profesionales fundaron firmas de trabajo y consultoría, las más notables, las clínicas médicas y odontológicas, muchas de las cuales recordaban las estructuras que las sostenían en Cuba. Los que se dedicaron a los negocios pudieron adquirir préstamos de pequeños bancos de dueños cubanos o hispanos, apoyados principalmente en una firme historia empresarial de los tiempos de Cuba. En general, se fundaron empresas modestas: restaurantes, tiendas de comestibles, estaciones de gasolina, farmacias, estudios fotográficos, tiendas y bares, y no tan modestas: tiendas por departamentos, fábricas, cines y salas de fiesta. En ambos extremos de este espectro estaban los vendedores callejeros —guarapo, jugo de caña y granizados— y los muy ricos, que entraron directamente en las industrias bancaria y bursátil, y en otras grandes empresas.
Muy importante dentro del mundo del empleo ha sido la presencia de las estrechas redes sociales que los cubanos han ido construyendo y fortaleciendo en Miami a lo largo de estas últimas décadas. En contraste con otros inmigrantes que tienen ante sí fundamentalmente un mercado de trabajo abierto en sectores periféricos de la economía, los cubanos encontraron trabajo con facilidad en los negocios, también cubanos, cuyos dueños o administradores habían llegado de la isla en situación parecida a la de ellos, solo que antes. Puede que en estos casos, la compensación económica que recibían por su labor no haya sido muy alta, al menos en los inicios, pero esto quedaba compensado por el hecho de que, gracias a los lazos étnicos existentes, el proceso de aprendizaje de nuevas destrezas se hizo mucho más fácil, a la par que se borraban o difuminaban las rígidas estructuras jerárquicas en los puestos de trabajo.
Los negocios propiedad de hispanos —cubanos en una gran proporción— se han multiplicado casi por ocho en quince años: de 3.447 en 1969 a 24.898 en 1982 (Cuban American Policy Center, 1988), y estos no están circunscritos a los típicos «negocitos» étnicos, sino que muchos constituyen hoy, después de muchos años de trabajo, grandes empresas de manufactura, construcción, seguros, bienes raíces, banca, publicidad y exportación-importación (Portes y Bach, 1985). Consecuencia de ello es que el Gran Miami sea una de las zonas de los Estados Unidos que más ha crecido económicamente, y con mayor rapidez.
Todo esto ha dado por resultado que la posición económica de los cubanos sea la mejor de entre los grupos de inmigrantes hispanos: la media de ingresos familiares (Gráfico 3), que está a punto de alcanzar los 50.000 dólares anuales, por una parte, y los 2,5 miles de millones que estos pagan al año en impuestos en el condado de Dade, por otra, así lo demuestran13.
Aunque otros éxitos económicos no son atribuibles a los cubanos en exclusiva, no cabe duda de que, constituyendo ellos la amplia mayoría de los hispanos del lugar, tienen una buena parte de la responsabilidad: Miami es la zona metropolitana de Estados Unidos con el más alto índice per cápita de negocios hispanos (O’Hare, 1987: 33); a partir de 1980, trece grandes bancos y más de cien corporaciones nacionales y multinacionales abrieron sucursales en la ciudad; para ese mismo año, el puerto de Miami había desplazado al de Nueva Orleans en el comercio con Hispanoamérica; por esas fechas, el tránsito de pasajeros aumentó en un cien por cien en el aeropuerto internacional de Miami, y las cargas, en un 250 %, cifras que lo han convertido en el noveno aeropuerto del mundo; las importaciones y las exportaciones han crecido en un 150 %. Añádase, como colofón a este pequeño muestrario, que el Senado de Estados Unidos acaba de votar por unanimidad que sea Miami, desbancando a Chicago y a San Antonio, la futura sede del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). La ciudad misma ha experimentado en su urbanismo y sus servicios públicos un cambio sin precedentes.
Junto al poder económico se desarrolló el político. Aunque los cubanos no se consideraban a sí mismos inmigrantes, sino refugiados políticos, pronto se dieron cuenta de que nunca ejercerían una verdadera influencia política si no disponían de un arma importante: el voto. Pero para ello se necesitaba la ciudadanía estadounidense.
En 1974 solo 200.000 cubanos eran ciudadanos de Estados Unidos. Entonces, a dos años de las festividades del bicentenario de su independencia, dio inicio la campaña Cubans for American Citizenship, que se proponía conseguir 10.000 nuevas «naturalizaciones». Se obtuvo un éxito rotundo: solo en un día, el 4 de julio de 1976, 6.500 cubanos se convirtieron en ciudadanos; al final de ese año la cifra subió a 26.275. A pesar de los reparos de muchos a adquirir la ciudadanía estadounidense, para 1980 un 55 % de todos los exiliados había jurado la nueva nacionalidad (Arboleya, 1985); en tan solo una década, las proporciones se habían más que duplicado. A pesar de su nuevo estatus, continuaban considerándose «cubanos».
Las consecuencias fueron casi inmediatas: el crecimiento de cubanos en los puestos políticos a todos los niveles de gobierno. Llegaron a ser cubanos los alcaldes de las principales ciudades del Gran Miami: Miami, Hialeah, West Miami y Hialeah Gardens, además de ser mayoría en los concejos y comisiones de estas ciudades. A principios de la década de los noventa, 10 de los 28 puestos de la delegación del condado de Dade en la legislatura del estado de la Florida eran cubanos, siete en la Cámara y tres en el Senado. Pronto llegó la representación a la Cámara Nacional en Washington.
La cohesión sociocultural
Esta comunidad, de unos tres cuartos de millón de personas, se muestra muy fuertemente cohesionada en aspectos socioculturales. Se parte de la base de que los cubanos son parte integrante, y así se sienten, de la tradición cultural hispánica, muy reconocida en todos sitios; el hispanismo estadounidense mismo es, desde principios del siglo XX, de los más sólidos que existen. Ahí están los centros universitarios, las revistas científicas especializadas, los centenares de libros impresos, los congresos, simposios y otros encuentros de gran relieve (Anaya-Las Américas, 1974). Hay que reconocer, sin embargo, que esta incuestionable marca de estatus cultural no suele descender al hombre de la calle.
Las manifestaciones socioculturales más visibles en la comunidad son de tres tipos: a) la importancia que los estudios oficiales preuniversitarios conceden, a través de programas bilingües, a la lengua de los inmigrantes; b) el despliegue de toda una serie de actividades públicas de tipo cultural, en las que el español actúa de protagonista: teatro, conferencias, certámenes literarios, mesas redondas, etc., actividades a las que es preciso añadir la publicación de libros, con el natural desarrollo de firmas editoriales, y c) la más importante de todas, el intenso uso de la lengua emigrada en los
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