Relatos De Aventuras
junior_010622 de Julio de 2013
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Desde la antigüedad existen las historias de aventuras.
En el siglo XIX, este tipo de relatos cobró gran empuje, en parte gracias a los avances tecnológicos y novelistas.Gran parte del relato de aventuras en pura ficcion.
Ademas pertenece a los llamados generos populares.
Para que ocurra la aventura, no es necesario transportarse a lugares exóticos, llenar las páginas de piratas, cuevas misteriosas, monstruos o islas desapacibles. La aventura puede suceder en el pueblo más ruin, en la geografía más cotidiana. A la vuelta de la casa. Lo importante es tener un héroe al que le sucedan cosas, situaciones en que de alguna manera su seguridad esté en riesgo y deba enfrentarse con algunos de los disfraces del mal.
La aventura es la esencia misma de la ficción y ocurre cuando el azar o el destino se entromete en la vida diaria y produce cambios substanciales. Toda narración avanza cuando se pasa de una situación de equilibrio a una complicación que generará la acción. Puede ocurrir en un mundo parecido al nuestro –parecido- no igual, porque es otro mundo, uno paralelo en el que los personajes están siempre en tensión. Estos personajes, que pueden ser niños o jóvenes -no necesariamente- o alguien que necesita crecer, pasar una frontera y de ahí iniciar un viaje, no importa cuán lejos, si deberá saltar de un continente a otro o andar por los caminos vecinales de su pueblo. Es ahí, en el camino, en el viaje donde aparece el miedo a lo desconocido, el miedo a no saber cuál será el resultado de la acción: es decir, la incertidumbre. Si algo enseña la novela de aventuras es a comprender el rol de la incertidumbre en la vida, que doblemente paraliza e incita a la acción.
Contar una historia es, en cierta manera, iniciar un viaje. Ricardo Piglia dice que sólo hay libros que cuentan un viaje o una investigación . Escritor y lector inician, en momentos distintos, un peregrinaje hacia un mundo desconocido: el del texto. Se instaurarán dos tiempos: el tiempo del escritor en el que construye su historia, el tiempo real de la escritura que puede llevarle meses o años, y el tiempo del lector que, a través del lenguaje, visita esos mundos, restituye el sentido a esa historia, la completa, la reconstruye con sus propias vivencias.
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