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TEATRO "Los Tres Mosqueteros"

PIMENTELpao7 de Febrero de 2013

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Autor Javier Oviedo

Título Los Mosqueteros, Escenas 1ª a 6ª de 20

ESCENA 1

(El paisaje de campo y un pequeño bosque de fondo. D’artagnan y su padre están disputando un duelo con espadas de madera mientras suena la música principal. Al acabar la música D’artagnan vence a su padre desarmándole con su espada.)

D’artagnan: ¡te gané padre, te gané!.(alegre)

Padre: (En actitud pensativa) Si, hijo mío, me has derrotado. Y esta es la cuarta vez que lo haces en los últimos días. (D’artagnan mira a su padre en silencio con ligera preocupación).

D’artagnan, ya es hora de que partas de casa a empezar una nueva vida. Tus progresos con la espada han alcanzado un punto que ni yo mismo me hubiera imaginado. Tu madre y yo estamos muy orgullosos de ti y queremos lo mejor para nuestro hijo.

Pero hijo mío, este es un pueblo pequeño, y debes irte fuera si quieres llegar a ser alguien importante algún día.

D’artagnan: Pero padre...

Padre: Ya no hay marcha atrás, tu madre y yo lo hemos hablado. Partirás hacía París para poder hacerte un mosquetero de su majestad.

D’artagnan: ¡Un mosquetero!

Padre: Sí hijo mío, de joven combatí en la guerra al lado del señor de Treville, ahora es el capitán de los mosqueteros y siempre no ha unido un gran afecto. Toma esta carta (le da una carta), es una carta de recomendación para que puedas entrar en el cuerpo de los mosqueteros. A buen seguro el señor de Treville, amigo a quién tuve la ocasión de salvarle la vida en aquella guerra, tendrá a bien a concederme este favor.

( D’artagnan coge la carta con admiración).

Padre: El camino es largo y peligroso, llevarás contigo un ungüento que te está preparando tu madre y que recogerás cuando vayas a despedirte de ella. Eso te ayudará a curarte de heridas. También te daré una espada de verdad, ya que no creo que fueses muy lejos si te llevas ese palo de madera. Esta es mi espada (desenvaina su espada y se la da). Espero que te sea tan útil como me lo fue a mí.

D’artagnan: Padre eso es un gran honor para mí.

Padre: La vas a necesitar más que yo, seguro que haces buen uso de ella.

D’artagnan: O gracias padre, no se como agradecerlo. Imagino gue habreis preparado una buena montura para mi viaje ¿cierto?.

Padre: Buenoooo....(disimulando).

D’artagnan: Decidme Padre, ¿Es uno de los pura sangre de la cuadra del vizconde?

Padre: No exactamente....

D’artagnan: ¿UN bello caballo de crin blanca de los establos del alcalde?.

Padre: No, no, tampoco...

D’artagnan: ¿Uno de los precioso corceles que posee el boticario?

( El padre niega con la cabeza mientras entra por la izquierda, un caballo viejo, triste y cansado de color naranja que presenta un aspecto ridículo. D’artagnan al verlo se queda con la boca abierta?.

Padre: Piensa, hijo, es un jaco que lleva mucho tiempo con la familia, y claro tiene un valor sentimental para nosotros, y bueno, como tampoco es que vallamos muy espléndidos de dinero, pues claro, guapo, guapo, no es que lo sea pero seguro que te es muy fiel. (Al caballo) Ven aquí caballo (el caballo en lugar de obedecer se tumba a descansar).

Padre: Bueno, reconozco que no es de sangre noble, pero bueno, vamos a casa a preparar tus cosas que tienes que partir antes de que anochezca.

(D’artagnan se queda mirando el caballo, que duerme apaciblemente).

Padre: Vamos, vamos, déjalo ahí que no se moverá, luego volvemos a recogerlo.

(Salen del escenario padre e hijo por la izquierda y las luces se apagan)

ESCENA 2

(D’artagnan, cabalgando su viejo caballo, llega al patio de una posada. Donde se encuentran en el otro extremo, sentados y hablando, Rochefort su criado y el posadero).

D’Artagnan: ¡Posadero!

(El posadero se levanta)

Posadero: Muy buenas joven caballero ¿desea una habitación donde pasar la noche y un establo para su caballo?

D’Artagnan: Sí, muchas gracias.

Posadero: Que curioso, un caballo sin silla de montar y de color naranja.

D’Artagnan: ¡Por favor, cállese! ¡Llevo todo el camino aguantando bromas de todo tipo! ¡Estoy harto de que se rían de mi caballo! ¡Al que se le ocurra reírse una sola vez...

(En el otro extremo, y en acorde con la frase comienzan a reírse Rochefort y su criado debido a una conversación que están manteniendo)

D’Artagnan: ¡Eh, señor! ¡Señor que os ocultáis tras ese bigote! Sí vos, decidme un poco de qué os reís, y nos reiremos juntos.

(Rochefort se vuelve hacía él)

Rochefort: Yo no os hablo, señor

D’Artagnan: ¡Pero yo sí os hablo!

(Rochefort se acerca hacía D’artagnan, éste pone su mano sobre su espada)

Rochefort: (Mirándolo de arriba abajo) Decididamente este caballo es, o mejor, fue en su juventud botón de oro. Es un color muy conocido en botánica, pero hasta el presente muy raro entre los caballos.

D’Artagnan: ¡El que se ríe del caballo es que no se atreve a reírse del amo!

Rochefort: Señor, no río muy a menudo, como vos mismo podéis ver por el aspecto de mi rostro; pero procuro conservar el privilegio de reír cuando me place.

D’Artagnan: ¡Y yo no quiero que nadie se ría de mí cuando no me place!

Rochefort: ¿De verdad señor?. Pues bien, es muy justo (Se gira)

D’Artagnan: (Desenvainando la espada) ¡Volveos, volveos, señor burlón, para que no os hiera por la espalda!

Rochefort: ¡Herirme a mí! ¡Vamos, vamos, querido, estáis loco!

(D’Artagnan comienza a atacar, y Rochefort desenvaina rápidamente. Ambos comienzan un combate con espadas).

Criado: ¡Señor! ¡Señor! ¡Ha llegado Milady!

Rochefort: Encargaros de él.

(El criado y el posadero con dos palos de madera empiezan a dar golpes a D’Artagnan hasta que cae al suelo, herido. Milady aparece por la derecha)

Milady: ¿Qué ha sucedido?

Rochefort: Nada importante, un insolente que quería dárselas de valiente.

Milady: Contadme las noticias que traéis...

(Empiezan a hablar en voz baja)

Criado: Esto te enseñará a meterte con mi señor

Posadero: Basta ya, basta ya, si seguimos podemos matarle

Criado: Vamos a registrarle a ver que tiene...

Posadero: Unas monedas, un ungüento, y una carta...

Criado: Una carta... Dámela, a ver que pone...

Milady: Entonces su eminencia me ordena...

Rochefort: Volver inmediatamente a Inglaterra, y avisarle directamente si el duque abandona Londres.

Milady: ¿Y en cuanto a mis restantes instrucciones?

Rochefort: Están guardadas en esta caja, que sólo abriréis al otro lado del canal de la Mancha. (Le entrega una cajita)

Milady: Muy bien, ¿Qué haréis vos?

Rochefort: Yo regreso a París.

Milady: ¿Sin castigar a ese insolente muchachito)

D’Artagnan: (Desde el suelo) Es ese insolente muchachito el que castiga a los otros, y espero que esta vez a quien deba castigar no escapará otra vez.

Milady: (A Rochefort) Pensad, pensad que el menor retraso puede perderlo todo.

Rochefort: Tenéis razón, partid pues, por vuestro lado; yo parto por el mío.

(Milady desaparece)

Criado: Señor, el muchacho tiene una carta dirigida al señor de Treville.

Rochefort: ¿A sí? (La toma) Nos la llevaremos. Vamos.

D’artagnan: ¡No huyáis! ¡Cobarde! (Le duele todo el cuerpo) ¡Ay!

Posadero: ¡Eh la cuenta! ¡Vuestro dinero!

Rochefort: ¡Paga bribón!

(El criado le echa unas monedas y ambos desaparecen por la derecha)

Posadero: ¿Se encuentra bien joven?

D’Artagnan: ¡Ay! ¡Ay!

Posadero: Le pondré este ungüento que llevaba con usted, creo que le aliviará las heridas.

D’Artagnan: ¡Y ahora que hago! ¡Cómo llegaré a París sin la carta! ¡Cómo me presentaré al señor de Treville! ¡Ay, Ay!

(El posadero le empieza a poner un poco de ungüento)

ESCENA 3

(Están en escena el Señor de Treville, Porthos y Aramis)

Treville: ¿Sabéis lo que me ha dicho el rey, y no más tarde que ayer noche? ¿lo sabéis señores?

Porthos y Aramis: No señor, lo ignoramos

Treville: Me ha dicho que de ahora en adelante reclutará sus mosqueteros entre los guardias del cardenal. Sí, sí. El Cardenal me contó con un aire de condolencia que anteayer esos malditos mosqueteros, esos juerguistas, se habían retrasado en una taberna y que no hubo más remedio que detenerlos. ¿ Y Athos? ¿dónde está Athos?

Aramis: Está enfermo, muy enfermo.

Treville: ¿Enfermo, muy enfermo, decís? ¿Y de qué enfermedad?

Porthos: Temen que sea la viruela señor... y sería molesto porque a buen seguro le estropearía el rostro

Treville: ¡Viruela! ¡Vaya historia me estáis contando! ¡Viruela a su edad! No... seguro que está herido, muerto quizá. ¡Los mosqueteros se hacen arrestar por los guardias del cardenal! ¡Seis guardias de su eminencia arrestan a seis guardas de su Majestad! ¡Por todos los diablos! Ahora mismo voy al Louvre; presento mi dimisión de capitán de mosqueteros para el rey para pedir un tenientazgo entre los guardias del cardenal, y se me rechaza, por todos los diablos que me hago monje.

Porthos: Bueno, mi capitán,

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