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Una Esperanza

fsalame10 de Agosto de 2013

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Una esperanza árida

Se sabe que la esperanza es aquella posible solución en la que la humanidad deposita sus pensamientos, y cuando se habla de aridez nos referimos a algo inerte. Por lo tanto cuando unimos ambos conceptos concluimos que “esperanza árida”, se le llama a esa posibilidad a la que el ser humano ha cifrado su confianza, sin embargo, esta es vacía o se puede derruir poco a poco.

En el primer capítulo del libro “El Llano en llamas”, titulado “Nos han dado la tierra”, el autor mexicano Juan Rulfo, juega con el sentido de lo que es “una promesa”, transformándola irónicamente en un sarcasmo, pues los campesinos sostienen sus pensamientos en lo que realmente es una ilusión; a la que podemos llamar sin disidencia “una utopía”.

Al parecer, parte del campesino es exiguo en credibilidad o mejor dicho es escéptico ante lo es “la promesa”; sin embargo otra parte de él sigue esperando una posible solución quizás un tanto ingenua, la cual podría compararse a un débil y diminuto resplandor en medio de las oscuras tinieblas expuesto a un céfiro capaz de desaparecerla fácilmente, exactamente como dicho resplandor, es la esperanza a la que los campesinos se aferran.

En esa parte del campesino que es ingenua, ellos tratan de visualizar que no todo es color aciago o que su situación no es tan desesperada o mala, pero ¿Cuál era la visión que tenían de ese llano? ¿Qué era lo que contemplaban?; ¿Para qué tanta tierra estéril? “¿Quién haría este llano tan grande? ¿Para qué sirve eh?”, pero “Aquí no hay ni la tantita que necesitaría el viento para jugar a los remolinos”.

Pues bien, lo que poseen estos hombres sin duda alguna, es tan solo “un duro pellejo de vaca que se llama llano”, solamente una gran extensión de tierra infértil e inútil, que no posee absolutamente nada, ni siquiera se puede elucidar una señal de vida. Una tierra que no cumple con los objetivos de los campesinos. La única solución es que obtengan lo que tanto desean: el llano después del rio; pero por más que lo desean no les pertenece.

Los campesinos desilusionados van en busca del Señor Delegado a exigirle una explicación del llano infértil obtenido, pero ante esta famélica situación el Gobierno le es indiferente y se demuestra cuando el delegado exclama ante ellos “Es al latifundio al que tienen que atacar, no al Gobierno que les da la tierra”. Como resultado de la actitud del Delegado estos humildes hombres se resignan diciendo “No se puede, contra lo que no se puede”.

Claramente se resalta la hipocresía que tenía el Gobierno, al cometer gran injusticia con los campesinos que abdicaron a sus tierras, por las que el gobierno les prometía, las cuales se les hicieron creer que eran grandes extensiones de tierra, pero ocultaban el hecho de que estas eran áridas e inservibles. Es aquí donde surge la interrogante ¿Es esto lo que el pueblo se merece? Pues para ellos el pueblo no era importante, entonces se merecía las sobras.

La voracidad del latifundio devoraba lentamente esos sueños que nunca se hicieron realidad, se notaba como cada minúscula gota de esperanza se secaba con la aridez del llano infértil. También estaba claro que la autoridad estaba dispuesta a cometer un abigeato si hubiera sido necesario con tal de apoderarse de las tierras que les convenían y dejarles las tierras infructíferas a los hombres del campo, sin importar cuantos sueños, ilusiones y aspiraciones que estos tenían, se fueran a la basura.

No obstante, los motivos para luchar eran muy pocos, las aspiraciones eran casi nulas y las fuerzan estaban muy bajas. A pesar de eso los campesinos debían aferrarse fuertemente de la poca esperanza que les había quedado, porque aunque se trataba de un sentimiento fulgido dentro de ellos, parecido más a una ilusión; los conducía a encontrar la

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