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Biografía de Ludwig Wittgenstein

daz6618 de Mayo de 2015

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Peralta Vite David Eduardo Pascual Filosofía de la Física Dra. Rosa María Couvert Rojas

TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS

Introducción

El Tractatus es una obra cuya extensión es breve y consta de una serie de preposiciones u oraciones cuya principal característica es la de ser firmes y sucintas que son un claro reflejo de la estructura del pensamiento del propio Ludwig Josef Johan Wittgenstein cuya capacidad lacónica es sobresaliente y destacable, las oraciones fueron construidas de esta manera con el propósito de eliminar toda verborrea innecesaria como ulteriormente el mismo Wittgenstein admitiría, cada oración que se encuentra en esta obra podrían ser por si mismas los títulos de capítulos que deberían o podrían desarrollarse de manera mucho más amplia.

Es trabajo del lector disertar y discurrir lo que Wittgenstein nunca hizo de manera explícita pero pretender explayar esta obra no es una tarea asequible muy por el contrario resulta en una faena cuasi titánica, no obstante es fácil generar un contacto personal casi físico pero sobretodo mental con la obra ya que de manera inconsciente en más de una ocasión te provoca adentrarte en un estado de reflexión y autocritica que no concluye en otra situación que no sea la de interrumpir la lectura para preguntarse sobre el mundo, el ser y la existencia misma.

La finalidad del Tractatus parecería ser la de demarcar al lenguaje, al pensamiento, a la razón, al conocimiento, a los hechos, a las cosas y al mundo en sí mismo, teniendo en cuenta que estos términos no poseen su significado ordinario y que durante todo el desarrollo del escrito se verán sujetos a un análisis exhaustivo y especializado.

Biografía de Ludwig Wittgenstein

“Ludwig Josef Johan Wittgenstein nació en Viena el 26 de abril de 1889 en el seno de una de las más opulentas familias del Imperio austrohúngaro. Tanto su padre, Karl Wittgenstein (1847-1913), como su madre, Leopoldine Kalmus (1850-1926), descendían de judíos centroeuropeos que, unas generaciones más atrás, habían abrazado el catolicismo. Oficialmente, los Wittgenstein habían dejado atrás su pasado y ocupaban un lugar preeminente en la sociedad vienesa, pero la cuestión de sus orígenes era uno de los esqueletos del armario familiar, un asunto que se sobreentendía y del que, por lo que sabemos, nunca se hablaba explícitamente en la casa familiar de Alleegasse.

Durante toda su vida Wittgenstein le dio vueltas una y otra vez (casi hasta el tormento) a la cuestión de qué significado tenía el que corriera por sus venas sangre judía y cuál era la importancia de pertenecer a la tradición cultural hebrea.

Sabemos, por ejemplo, que algunas veces sintió la necesidad de “confesar” a sus amigos más íntimos su condición de judío y que se consideraba a sí mismo no como un filósofo innovador, sino como un pensador reproductivo – un pensador “con talento”, lo máximo a lo que, según él mismo, podía aspirar a ser un pensador judío.

Ludwig, el octavo hijo de Klaus y Leopoldine, se educó en un ambiente refinado y a la vez austero, donde la norma era el desprecio por todo aquello que, incluso de lejos, pudiera considerarse como de baja estofa. La mansión de la familia, era frecuentada por la flor y nata del grupo de intelectuales y artistas que dieron forma al extraordinario período que conoció la Viena de finales del Imperio de los Habsburgo. Sin embargo, su infancia y juventud no fueron precisamente memorables: “He tenido una infancia infeliz y un juventud de los más miserable”, decía Wittgenstein al referirse a esta etapa de su vida.

Por una parte, el concepto que sus padres tenían de cómo educar a sus hijos excluía de manera casi total cualquier muestra de calidez o empatía sentimental. Como alguno de los amigos íntimos de Wittgenstein ha recordado, los padres de Ludwig no podían, o no querían, concebir que sus hijos sufrieran alguna de las miserias típicas de un adolescente que requieren atención y afecto. Por otra, su padre, Karl Wittgenstein, un magnate del acero hecho a sí mismo y uno de los mecenas más importantes de la Europa de su época, no admitía, por paradójico que parezca, que ninguno de sus hijos varones fuese otra cosa que el ingeniero industrial que lo sucedería al frente de sus boyantes negocios. Esta situación dio lugar a tensiones de todo tipo, que, junto con cierto substrato físico heredado de la rama familiar de su madre Leopoldine, parecen estar en el origen del suicidio de nada menos que tres de los hermanos varones de Ludwig. Él mismo sufrió frecuentes y profundas depresiones; sabemos que se aborrecía a si mismo hasta el extremo de considerar en varias ocasiones la posibilidad de suicidarse, y muchos rasgos de su carácter solo se pueden explicar apelando al hecho de que durante casi toda su existencia vivió al borde de la locura.

Estudió ingeniería en Berlín y en Manchester, donde trabajó como investigador en el campo de la aeronáutica durante tres años. Empezó entonces a interesarse por las matemáticas y sus fundamentos filosóficos, y se trasladó a Cambridge para estudiar lógica bajo la dirección de Bertrand Russell (1912-1913). En ese tiempo tomaron cuerpo las ideas que luego desarrolló en su Tractatus, obra que redactó durante la Primera Guerra Mundial, en la cual combatió como voluntario del ejército austriaco. Al reincorporarse a la vida civil, renunció a la fortuna heredada de su padre en favor de dos de sus hermanas.

Siguieron unos años de alejamiento de la filosofía durante los que fue maestro de escuela (1920-1926), para ocuparse luego como arquitecto del proyecto y la edificación de la residencia en Viena de una de sus hermanas. En 1929 regresó a Cambridge para dedicarse de nuevo a la filosofía, y ese mismo año obtuvo el doctorado tras presentar como tesis el Tractatus ante un tribunal formado por B. Russell y G. E. Moore (a quien Wittgenstein sucedió en la cátedra de filosofía diez años más tarde). En 1947 abandonó la enseñanza, insatisfecho con su labor como profesor y deseoso de «pensar en soledad».

Su filosofía suele considerarse dividida en dos fases, la segunda de ellas caracterizada por una crítica radical de las tesis defendidas en la primera; existen, con todo, rasgos comunes a ambas, como el interés por analizar el lenguaje como método de reflexión filosófica.

El primer Wittgenstein está representado por el Tractatus, conjunto de aforismos escritos con un lenguaje bastante críptico, que, inspirados en el atomismo lógico de Russell, investigan las relaciones entre el lenguaje y el mundo; el lenguaje «figura» el mundo en la medida en que comparte con él la misma estructura lógica, la cual no puede «ser dicha» en el lenguaje, sino tan sólo «mostrada», pues es la condición de posibilidad para decir cualquier cosa. Por otro lado, también es su límite, en la medida en que el lenguaje no puede sino figurar el mundo y, por tanto, nada se puede decir sobre cuestiones éticas o estéticas, que, según considera el filósofo, son las verdaderamente importantes.

El segundo Wittgenstein, sin embargo, sometió a crítica el supuesto básico del Tractatus de que la lógica posee una relación privilegiada con la estructura del mundo. Consideró que ésta correspondía tan sólo a uno de los posibles usos del lenguaje (en modo declarativo y descriptivo), pero que no tenía en cuenta la lista abierta de «juegos de lenguaje», entre los que se podría contar el preguntar, el exclamar o el contar chistes. El significado de un término, además, no puede depender de una proyección mental, sino de su uso social, pues de otro modo no se entiende que sea comprendido por los demás.

Ambas precisiones muestran la nueva preocupación del autor por integrar el lenguaje en el complejo de la acción y de la sociedad, abandonando la idea de hallar un modelo ideal que no derivase en un reduccionismo. Wittgenstein fue una figura crucial en el desarrollo de la filosofía analítica posterior tanto por su influencia sobre algunos miembros del llamado Círculo de Viena -aunque él no fuera un positivista lógico- como por el magisterio que ejerció desde Cambridge, donde se desarrollaría la llamada filosofía del lenguaje ordinario.

Wittgenstein sabía desde finales de 1949 que padecía cáncer de próstata. A pesar de ello, durante los dos años finales de su vida trabajó a buen ritmo en los periodos que la enfermedad se lo permitía. Murió en Cambridge rodeado por alguno de sus amigos a finales de abril de 1951. Parece cierto que el día antes de su muerte, antes de perder la conciencia, respondió con un “¡Decidles que la vida ha sido maravillosa!” a la noticia de que sus amigos más cercanos estaban viajando hacia Cambridge para visitarlo. Como ha observado Norman Malcolm, uno de sus amigos más cercanos, es cuando menos sorprendente que una persona que, según confesión propia, había sufrido una infancia y juventud miserables, y cuya vida había sido aparentemente un paradigma de infelicidad, dijese al final de sus días y en medio de los sufrimientos de una enfermedad terrible que la vida había sido maravillosa.”

Tractatus lógico-philosophicus

“1- El mundo es todo lo que es el caso”, “1.1- El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas”, es por demás destacable que en el Tractatus Wittgenstein decide dejar claro desde su apertura una clara diferencia entre cosas y hechos ya que estos últimos son portadores de una complejidad que no se puede hallar en las cosas y por lo tanto al sujetar ambos conceptos a un análisis no es posible encontrar que una cosa este compuesta por más cosas, si se llegará a

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