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Michel Foucault en 90 minutos.

4l3x023Biografía20 de Mayo de 2016

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Foucault fue más historiador que filósofo. Tras una investigación laboriosa, concluyó que conocimiento y poder han ido íntimamente ligados a lo largo de la historia. Ilustró esta idea central de su filosofía mediante estudios sobre la locura, la sexualidad, la disciplina y el castigo, argumentando que no existe la verdad absoluta, sólo verdades diferentes acerca de la realidad en momentos particulares, verdades que satisfacen las necesidades del poder.

En Foucault en 90 minutos, Paul Strathern presenta un recuento conciso y experto de la vida e ideas de Foucault, y explica su influencia en la lucha del hombre por comprender su existencia en el mundo. El libro incluye una selección de escritos de Foucault, una breve lista de lecturas sugeridas para aquellos que deseen profundizar en su pensamiento y una cronología que sitúa a Foucault en su época y en un marco más amplio de la filosofía.

 


 

Paul Strathern

 Foucault en 90 minutos

Filósofos en 90 minutos - 08

 


Título original: Foucault in 90 minutes

Paul Strathern, 2000

Traducción: José A. Padilla Villate

 


 Foucault en 90 minutos

1926-1984

 


 Introducción

Foucault no fue un filósofo en el sentido que le daba al término la tradición clásica. Aun así, en cierto momento de su vida se le consideró en algunos medios como el nuevo Kant, una pretensión ridículamente exagerada; no se puede decir que esto fuera culpa suya (aunque hizo poco por desalentar a los que así opinaban). Tampoco fue apenas su culpa el hecho de que estuviera fuera de su alcance cualquier posibilidad de ser un filósofo clásico. Éste no es un simple juicio intelectual; el hecho es que Wittgenstein había acabado prácticamente con la filosofía en el sentido de la tradición clásica. Wittgenstein sostuvo que ya no existía la filosofía, sino el filosofar, y que la mayor parte de las cuestiones filosóficas son el resultado de errores lingüísticos. Se aclara la confusión, y el problema sencillamente desaparece. Y las cuestiones restantes simplemente no tenían respuesta (o, más correctamente, no podían ser preguntadas).

No obstante, una variante de la tradición filosófica clásica persistió en la Europa continental en la obra de Heidegger, que pretendía actuar, más allá del reino wittgensteiniano, fuera del alcance de la lógica, analizando los fundamentos del pensamiento y del entendimiento. Esta tendencia tuvo una enorme influencia en Foucault y le indujo a desvelar cómo la filosofía y, en suma, todo «conocimiento» llega a su versión de la verdad. Señaló que semejantes «verdades» dependen en gran medida de los supuestos, o mentalidad, de la época en que son promulgadas.

Foucault se dedicó a su tarea más como historiador que como filósofo. Estudiaba minuciosamente los documentos originales del periodo que estuviera investigando, y éstos le revelaban de primera mano la sociedad, el conocimiento y la estructura de poder de la época en cuestión. Foucault concluyó que el conocimiento y el poder están íntimamente relacionados, hasta el punto que los conjuntó en su término «poder/conocimiento». Éste fue el tema central de su filosofía, si bien, para llegar a él e investigar sus implicaciones, cubrió un amplio campo de material, a menudo sensacional. Consideró que era esencial para su argumentación la historia de la locura, de la sexualidad, del control y del castigo. Añádase la relación de estos tópicos con su vida personal y el resultado es el filósofo más sensacional de los tiempos modernos.

Sin embargo, ¿qué valor filosófico real contiene todo este sensacionalismo? A casi veinte años de su muerte, las respuestas a esta pregunta permanecen nítidamente divididas. Al olvido filosófico se llega fácilmente; el hecho de que todavía se discuta acerca de Foucault es una especie de reconocimiento. De nosotros depende cuánto tiempo durará esta situación.

 


 Vida y obras de Foucault

Paul-Michel Foucault nació el 15 de octubre de 1926 en Poitiers, 400 kilómetros al sur de París. Su familia pertenecía a la burguesía acomodada de una ciudad que ha sido y es ejemplo del provincianismo francés. Su padre era cirujano, enseñaba en la escuela de medicina local y ejercía una práctica próspera. Su madre era una mujer resuelta que manejaba las finanzas del marido, ayudaba a administrar su ejercicio profesional y se atrevía a conducir un automóvil.

Además de su residencia de Poitiers, la familia poseía una pequeña casa en el campo. Durante la infancia de Paul-Michel construyeron una villa al lado del mar en la costa atlántica, en La Baule, lo bastante grande para una familia de cinco más el servicio. La familia pasaba allí las vacaciones de verano entre pinos, con vistas a la larga curva de una playa arenosa. El padre era amable pero estricto, la madre eficiente pero nerviosa. Para Paul-Michel, la vida en el hogar con su hermana mayor y su hermana menor era el epítome de la normalidad. Ése ha sido el ambiente típico de tantos intelectuales intransigentes franceses que se han rebelado contra toda forma de autoridad y de comportamiento burgués. (Aunque se esforzaría por rebelarse contra tantas otras cosas, Foucault no pudo evitar adaptarse a este estereotipo galo, persistente desde Voltaire hasta Sartre.)

El escolar Foucault fue un joven esmirriado y miope, lo que hizo que sus compañeros transformaran su nombre en Polichinela (equivalente a Punch, el jorobado personaje inglés). A los freudianos les intrigará saber que soñaba con convertirse en un pez de colores, esquiva ambición que se reflejaría en su rendimiento académico. Aunque era a todas luces brillante, nunca destacó. Hasta en su asignatura favorita, la historia, terminó sólo de segundo.

Los acontecimientos mundiales incidían poco en la somnolienta Poitiers y en la familia Foucault. La villa junto al mar fue construida durante los primeros años de la depresión. La prensa despachaba con menosprecio autosuficiente las posturas afectadas de Hitler en los noticieros, y los discos blandamente alegres de Maurice Chevalier giraban en los gramófonos. El joven Paul-Michel vio a la edad de diez años deambular por las calles de Portier a los primeros refugiados de la Guerra Civil española. Tres años más tarde, Alemania invadía Polonia, desencadenando la Segunda Guerra Mundial, y la familia tuvo que suspender por primera vez las vacaciones de verano en La Baule. Cuando Foucault cumplía catorce años, los nazis habían invadido Francia, el ejército francés se retiraba en desorden y la agitación llegaba hasta Poitiers. Con la torpeza inflexible de un ordenancista de sala de operaciones, el Dr. Foucault supervisaba el establecimiento de unidades médicas de urgencia en la ciudad. En segundo plano, su esposa intentaba penosamente poner orden, y lograba, eficiente, que se hicieran las cosas. Ya con gafas, pero todavía de pantalón corto, el joven Paul-Michel observaba aturdido. Ese año cayeron en picado sus resultados en los exámenes.

La madre movió algunos hilos para transferirlo a otra escuela, con el resultado de que el alumno patito feo se convirtió en cisne. Había de ser una especie de regla; Foucault saldría mal en exámenes importantes, pero lo haría brillantemente una segunda vez. A los veinte años, y al segundo intento, Foucault consiguió plaza en la École Normale Supérieure de París. Éste es el invernadero intelectual donde se pone a prueba la crème de la crème de los estudiantes de Francia. Ser normalien marca de por vida como una especie superior. La normalidad ha sido siempre algo excepcional en Francia, y los superintelectuales normaliens son a menudo un grupo extraño. Pero incluso allí destacó Foucault.

Para entonces, el Polichinela del patio de la escuela había desarrollado un carácter decididamente difícil. Durante el año anterior, aproximadamente, había adquirido gradualmente conciencia de que era homosexual, lo cual no sólo era ilegal en aquel tiempo, sino que era impensable en Poitiers. Paul-Michel no podía dirigirse ni siquiera a su amada madre en busca de guía y sosiego y, además, por entonces había reñido seriamente con su padre. El adolescente Paul-Michel rehusaba proseguir la tradición familiar y hacerse médico. Sencillamente, no le interesaba la medicina, y punto. Subía a su habitación a grandes zancadas, cerraba de golpe la puerta y se enfrascaba en otro volumen de historia. Cuando hizo el examen de ingreso en la École Normale Supérieure no cabía duda de que era un intelectual de pura sangre. (Fue cuarto en todo el país.) Pero tampoco cabía duda alguna de que tenía el temperamento impredecible de un pura sangre.

En París decidió llamarse sólo Michel (abandonando Paul, nombre de su padre). Los primeros años de Michel Foucault en la ENS habrían de ser una letanía de incidentes. En una oportunidad se rasgó el pecho con una cuchilla de afeitar; en otra hubo que retenerle cuando perseguía a un estudiante con una daga, y en otra le faltó poco para suicidarse con una sobredosis de pastillas. Bebía en demasía y experimentó ocasionalmente con drogas (algo muy minoritario en aquellos días lejanos). A vece desaparecía durante muchas noches, hundiéndose después en su dormitorio, con la mirada vacía y ojeroso, deprimido. Pocos adivinaban la verdad. Se torturaba con sentimiento de culpa a causa de sus solitarias expediciones sexuales.

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