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Ascenso dialéctico hacia la belleza en el simposio platónico

noeliaa1Ensayo20 de Junio de 2023

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Ascenso dialectico hacia la belleza en el simposio platónico

En la actualidad la sociedad se rige bajo el imperativo del consumo, bajo lógica que busca agotar la existencia a través de la excitación del cuerpo. Es este diagnóstico contemporáneo lo que posibilita a Foucault reflexionar acerca del vértigo hedonista en el que vivimos. En historia de la sexualidad se nos indica una problematización del sujeto acerca del uso de los placeres, es decir, el sujeto estaría problematizando, dudando, especulando acerca del uso de los placeres que se presentan en la vida cotidiana. El contexto en el que Foucault desarrolla dicha problematización es en la Antigua Grecia.

En Atenas el contexto moral y ético era muy distinto al de la época contemporánea. Mientras que en la actualidad la moral esta completamente escindida de la ética y nos queda amoldarnos a las leyes externas o transgredirlas, distorsionarlas y terminar sintiendo culpa por nuestros actos, para el contexto griego la situación era diferente. La moral no se veía como esa fuerza arrolladora o cruel, sino más bien como una serie de códigos a los cuales uno puede o debe llegar, pero a la manera de un lujo. Quienes tenían una catadura moral correcta ostentaban esa moralidad como un estandarte, como una insignia. No era un imperativo externo que te arrollaba, era un lugar al que uno pretendía llegar para sentirse prestigioso dentro de la sociedad. En ese caso la ética griega estaba en una relación dinámica con la moral, la ética se pensaba en función del dominio de uno por uno mismo. La manera en la que trataban de alcanzar la plenitud moral era gestionando sus placeres, dominando el cuerpo y sus apetitos, esa seria la única manera en que dominarían su propia existencia. Es ese sentido ética y moral no están escindidos sino mas bien fluyendo dinámicamente. De acuerdo con la ética de los griegos lo que diferenciaba a los ciudadanos no eran las preferencias sexuales, más bien residía en la cantidad, en la actividad y la pasividad, ¿Eras esclavo de tus deseos o eras su amo? Quién caía en la hybris era considerado con mala reputación y, para corregir dichos comportamientos existían ejercicios de autodominio, chrêsis, a saber: el hombre debía ser capaz de contemplar una bella mujer o un joven hermoso sin sentir ningún deseo. Ser el quien domine la aphrodisia. La reflexión sobre los lazos recíprocos entre el acceso a la verdad y la austeridad sexual parece haberse desarrollado sobre todo a propósito del amor de los muchachos[1] 

Los griegos creían que la austeridad sexual era un medio para hacer que su vida fuera bella. Estos modos de discurrir acerca de la erótica tradicional griega posibilitaron planteos acerca de la ética de los placeres que con el tiempo derivaría en una moral de la renuncia y la constitución de una hermenéutica del deseo. La relación asimétrica del erastes y el eromenos es tomada por Platón para desarrollar una escalera dialéctica hacia la verdad, para ascender de la multiplicidad de bellezas encontradas en los cuerpos a la belleza en sí.

Foucault ve en los primeros discursos del banquete una “reproducción” –imitación o copia—de lo que se dice comúnmente en los discursos sobre el amor: tales son los “discursos-testimonios” de Fedro, de Pausanias, del Erixímaco, de Agatón[2].

El discurso de Fedro se refiere, para introducir el problema del amor, a esta noción que es un gran dios, casi el más antiguo, nacido luego enseguida después del caos, dice Hesíodo. El primero en quien pensó la diosa misteriosa, la diosa primordial del discurso parmediano.” (Lacan, J; La transferencia, seminario VIII; Pág. 206). Además de su antigüedad tiene una función social clara, a saber: vincular entre si a los ciudadanos de tal forma que el amante se avergüence ante su amado. El amor del que se está hablando es el amor del eromenos y el erastes, relación que se establecía entre un joven y un adulto. A juicio de Fedro la principal virtud asociada al amor es la vergüenza. “A las cosas viles (aischrois) corresponde la deshonra (aischynē); a las bellas, el deseo de estima”[3]. Una vez concluido su discurso, comienza Pausanias, quien establece una distinción entre dos tipos de Eros ya que hay dos tipos de Afrodita. Un Eros Pandemos hijo de Zeus y Dione y un Eros Uranio, más antiguo y sin madre. Hay, por tanto, un amor vulgar y un amor celestial. El amor vulgar es el que esta orientado hacia lo físico en lugar de lo espiritual; hacia lo corporal, lo femenino y lo infantil, siendo el objeto de esta pasión algo superfluo y con tendencias azarosas. Así, la afrodita o el Eros Pandemos está orientado más al pathos que al ethos, es decir, a la conducta concupiscente o exaltada más que a la moderada. “Éste es el amor con el que aman los hombres ordinarios. Tales personas aman, en primer lugar, no menos a las mujeres que a los mancebos; en segundo lugar, aman en ellos más sus cuerpos que sus almas.[4]

El Eros celeste o Uranio, por el contrario, proviene de una diosa que no participa de una hembra y “está libre de desmesura”. Tiende hacia lo espiritual, lo permanente, lo intelectual y excelso y que tiene que ver principalmente con los hombres. El relato de Pausanias puede relacionarse tanto al pasaje del ἔρος (entendido como la tendencia irrefrenable y corporal) a la φιλία (entendida como tendencia continua hacia lo permanente), como al pasaje de la δόξα a la ἐπιστήμη. Pausanias también nos da una lectura sociológica acerca del amor: un pueblo que, a causa de la competencia férrea, estuviera entrenado en el arte de la retórica y, también, estuvieran en buena forma física sería un pueblo que además de estar trabado por relaciones de amistad, nunca podría ser sometido por un tirano. Lo que Pausanias nos da es una lectura de los fundamentos éticos de la democracia. El objeto de la tradición erótica es básicamente comprobar si el amante es del tipo sensual inconstante o si es un verdadero amigo que debe ser aceptado. Si hay pruebas en la juventud, en la adultez se puede pasar del eros a la fillia. El joven no debe entregarse ni rápidamente, antes de poner a prueba el carácter de su amante, ni por motivos pecuniarios o sociales, es decir no debe ser el miedo, la codicia o la ambición sino el progreso moral e intelectual lo que motive a ambos a dominar sus aphrodisia y lograr la autocracia. ¿Cuál es por tanto el objetivo del amor principalmente? La mejora de los ciudadanos; es a través del eros y el agon que los ciudadanos se mejoran buscando modelos de virtud que deben ser imitados y retándose los unos a los otros para mejorar continuamente.

Estos primeros discursos de carácter teológico y sociológico son ampliados por Eriximaco quien hace un discurso de carácter médico. Más que ver una refutación de las exposiciones anteriores lo que hace es una expansión de los previos conceptos de Eros. Fedro comienza con el concepto de Eros más restringido, como un dios antiguo que aparece en las genealogías de Hesíodo como uno de los primeros dioses. Pausanias expande esa genealogía, esa concepción mitológica de Eros con su distinción entre los dos tipos de Afroditas, lo cual implica una cierta moralización o lectura alegórica de la mitología. Eriximaco lo que va hacer es vincular el amor con una determinada profesión, la de la medicina y darle un giro ya no ético, político o moral sino más bien físico. Ratifica la existencia de dos Eros siendo uno el amor que reside en lo que está sano y otro el que reside en lo que está enfermo.[5] El amor puede entenderse no solamente en términos antrópicos sino de manera más amplia, como una armonía invisible. Siguiendo la concepción hipocrática de la medicina y el cuerpo, la medicina misma la entiende como una actividad amatoria en la que hay que satisfacer las partes buenas y sanas del cuerpo y rechazar las enfermas para cosechar el placer y no provocar ningún exceso.[6] Igual que el amado rechaza a los malos pretendientes y acepta a los buenos o bondadosos. Erixímaco traza una armonía entre los contrarios y entiende a los dos Eros como una sinergia necesaria, aun el como el resto parecen seguir enfrascados en teorías de carácter deontológico y no alcanzan a ver lo que es común en estos discursos, la belleza por sí misma.

El discurso de Aristófanes nos cuenta que en un principio la raza humana conformaba un ser completo y que por su hibris fueron castigados por los dioses siendo divididos en dos para que el hombre, al ver su propia división, se hiciera más moderado[7]dándoles conciencia de su falta. De aquí proviene la metáfora de las dos mitades, de la media naranja; la idea de que el amor consiste en encontrar a aquella persona que el destino te ha designado como tu acompañante para la eternidad. Cada uno de nosotros es un símbolo de hombre, al haber quedado seccionado en dos de uno solo. Por esta razón, precisamente, cada uno está buscando siempre su propio símbolo[8], para anhelar y llegar a ser uno solo[9]. La raza podría llegar a ser plenamente feliz si lleváramos el amor a su culminación y cada uno encontrara el amado que le pertenece retornando a su antigua naturaleza.[10] Para Aristófanes el amor es el intento de restaurar el estado originario, la unión entre las dos partes de una totalidad que ha sido dividida. El fin del amor para Aristófanes es el restablecimiento de una unidad perdida; encontrar nuestro verdadero compañero; hallar nuestra mitad perdida.

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