Condiciones De Posibilidad Del Nuevo Paradigma Teológico En América Latina.

Condiciones de Posibilidad del nuevo paradigma teológico en América Latina.

Hoy en día nadie, o casi nadie se atrevería a dudar de la pertinencia de una reflexión teológica donde las clases bajas se atrevan a cuestionar su situación de marginación, en el cual vivir la religiosidad no implique imponerse una serie de trabas para la realización plena de los sujetos, de igual forma nos parece pertinente resaltar que uno de los enormes aportes de la TL es recatar a Dios de los altares donde la jerarquía religiosa indolente lo tenían secuestrado para devolverlo a los creyentes, renegando así de la falsa neutralidad de la iglesia en la política, toda vez que “la fe no puede ser neutral cuando se trata de la vida y la muerte de la gente. Las elecciones políticas e ideológicas no pueden esquivarse” . Incluso podemos ver en las Comunidades Eclesiásticas de Base un nuevo intento de cohesión social con miras a la conformación de una forma alternativa de convivencia en comunidad. Todo lo anterior no hubiera sido posible sin la articulación de diversos factores internos y externos. A lo largo del segundo capítulo del libro nuestro autor explora algunos de ellos.

Durante la segunda mitad del siglo XX en la periferia empiezan a surgir movimientos en los cuales se busca no sólo cuestionar el orden del poder sino transformar la realidad, ejemplo claro de ello son los movimientos independentistas en África y en Asia, así como los movimientos de Liberación Nacional en la región. En palabras de Tamayo: “Los pobres comenzaron sentirse sujetos de su propia historia y se opusieron a que las potencias dominantes se interfirieran (sic.) en la configuración y el diseño de su propio futuro” .

Aunado a esto se debe agregar el fracaso de las políticas desarrollistas para la región, según las cuales la única vía de salvación para los pueblos de la región era la copia al carbón de los modelos venidos del norte. En otras palabras, se trataba de subirse al concord de la modernidad capitalista. Sin embargo, al contrario de lo esperado, la asociación del progreso con la imagen de la tecnología, junto a la metrópolis de concreto, acero y cristal, han provocado una falta de interés y desprecio del humano hacia su entorno; definitivamente estas dinámicas han conducido al subcontinente a vivir el día de hoy en condiciones de una verdadera crisis civilizatoria, donde las injusticias económicas se agravan y el saqueo de los recursos naturales nos colocan al borde de una catástrofe natural.

Si acaso lo anterior no fuera suficiente debemos agregar las Dictaduras militares y la doctrina de la Seguridad Nacional, donde mediante una refinada maquinaria represora todo tipo de disidencia era fuertemente castigada, prueba de lo anterior lo tenemos en el inmenso número de desaparecidos. En este tipo de gobiernos el ejército era percibido “como garante de la civilización cristiana y desencadenó una cruzada contra el comunismo y el ateísmo” , Sin embargo, los religiosos no se salvaron de la represión, sólo debemos recordar los asesinatos de Monseñor Romero e Ignacio Ellacuría en El Salvador.

Ante tan peligroso coctel de elementos nocivos para el desarrollo pleno de nuestras capacidades se enfrentaron los teólogos de la liberación. De fondo, es el ejercicio de los pueblos oprimidos, de su derecho a reaccionar ante la violenta visión hegemónica de la vida impuesta por el primer mundo, manifestándose en este caso con forma de violencia discursiva y transformándose poco a poco en logos práxico. Por otro lado, es el fruto de una contínua autocrítica y abandono del dogma por parte de un sector progresista del clero, para la articulación de un -¿nuevo?- discurso, donde una relación dialógica entre religión y un grupo de disciplinas, aparentemente inconexas, afirman la necesidad de cambio en las dinámicas religiosas. Esta inercia impulsa actos de tolerancia pocas veces vistos en la jerarquía católica conservadora, al presentarse una comunicación seria, sin prejuicios con posturas ideológicas tradicionalmente consideradas contrarias, ya no digamos a la religión sino a la idea de Dios. En este sentido, es un proceso de articulación entre reflexión y praxis con miras a la construcción de coyunturas donde se actualicen las posibilidades de concretar nuevos escenarios para el proceso histórico de la región.

Para los teólogos nuestroamericanos, más allá de una forma erudita

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