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Cultura Y Cristianismo


Enviado por   •  1 de Octubre de 2014  •  2.898 Palabras (12 Páginas)  •  157 Visitas

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Texto - 1ra práctica.

Luis Fernando Crespo, Revisión de Vida

y Seguimiento de Jesús, CEP, Lima 1991

Capítulo 1

Revelación de Dios en los acontecimientos humanos

La revelación de Dios no es, al menos principalmente, la comunicación de verdades y doctrinas so¬bre Dios y su relación con el hombre. Es, en primer lugar, automanifestación salvífica de Dios mismo haciéndose presente, actuando, liberando y salvando en la historia humana. El "dabar" o palabra de Dios es actuación salvífica en la que Dios se hace "misteriosamente" presente, dándose a conocer como Dios misericordioso que libera y llama al encuentro amoroso y gratuito con El. Digo "misteriosamente" porque no se trata de algo o alguien cuya presencia se impone como un objeto o una persona más, al mismo nivel de los otros seres presentes. Es, más bien, presencia discreta, oculta -"en verdad Tú eres un Dios escondido" (Is. 45, 15)-, en los mismos acontecimientos humanos, pero a la vez perceptible, revelándose con fuerza avasalladora, para quien en la fe se abre y se deja captar por ella. Misteriosa no el sentido de esotérica e inalcanzable, sino en el sentido paulino de misterio escondido de Dios que se revela en Jesucristo, dándose a conocer para nuestra salvación y no para satisfacer una curiosidad sobre su naturaleza.

En la revelación Dios no busca tanto decirnos alguna verdad o doctrina hasta entonces inasequible y desconocida; se dice a Sí mismo, se comunica El mismo, se revela como "Bondad salvadora y amor a los hombres" (Tit. 2, 11), llamando y convocando para una relación nueva con El: para que seamos hijos e hijas y vivamos como tales, transformando y forjando la historia humana según su voluntad en fraternidad, justicia y paz. La revelación de Dios es, en primer lugar, don de Sí mismo, comunicación y oferta de vida divina que se dirige no sólo a la inteligencia sino a todo el ser humano, haciéndolo capaz de una vida nueva de hijos y hermanos. La revelación de Dios es por sí misma salvífica, comunica y convoca a la salvación.

Los acontecimientos de lo que llamamos "historia de la salvación" son acontecimientos que forman parte de nuestra historia humana, en cuya trama Dios ha manifestado su presencia salvadora de ma¬nera tan misteriosa y significativa que se han convertido a la vez en revelación y verdadera palabra de Dios, comunicable y expresable en nuestras palabras humanas, y por tanto capaz de ser transmitida y aceptada como clave y criterio para reconocer la misma presencia de Dios en otros acontecimientos de nuestra historia.

La revelación de Dios en la historia de la salvación cuyo punto culminante es Cristo, presencia humana de Dios entre nosotros -"la Palabra de Dios se hizo carne y puso su tienda entre nosotros" (Jn. 1, 14-15)- es a su vez revelación de que no hay acontecimiento humano neutro, ajeno y opaco a Dios, en el que no se encuentre en juego el ofrecimiento y la consecuente posibilidad de acogida o rechazo de la salvación de Dios. Todo acontecimiento humano es, por gratuita condescendencia de Dios, lugar de comunicación y de encuentro con El; por tanto lugar de salvación y de interpelación que debe ser discernido en la fe, a la luz de su Palabra.

A.- EL ACONTECIMIENTO DEL EXODO

Un acontecimiento que la Biblia nos presenta como paradigmático -por eso recurre permanentemente a él para comprender e interpretar en clave creyente otros acontecimientos del Antiguo y del Nuevo Testamento- es el narrado en el libro del Exodo. Lo verdaderamente paradigmático es la manera como Dios manifiesta estar presente, revelándose y salvando en acontecimientos de nuestra historia.

Ciertamente se trata de una presencia "misteriosa": oculta y a la vez automanifestándose. La descripción de la zarza ardiendo lo expresa bien: es sin duda el Dios de los Padres el que sale al encuentro y llama de forma clara, personal e ineludible: "Moisés, Moisés". Pero porque es, sin duda, Dios mismo, "Moisés se cubrió el rostro" (Ex.3, 4.6). No se puede "ver" a Dios como una presencia más, al mismo nivel que las demás.

Lo que Dios va a "decir" a Moisés -la auto-revelación de Dios es simultáneamente palabra para el hombre- no se entiende fuera del contexto histórico. Por eso el Exodo presenta la situación de opresión y de sufrimiento de los israelitas en Egipto, con rasgos bien precisos: esclavitud, trabajos forzados, exterminio genocida, alienación, miedo que impide escuchar, etc.

La manera como Dios se presenta a Sí mismo y habla a Moisés está circunscrita por la situación histórica. Fuera de ella no se entiende a Dios. Yahvé se revela no como un Dios lejano, extraño e indiferente a la situación del pueblo, sino cercano, presente e interesado "por la aflicción de mi pueblo": "he visto, he escuchado, conozco" (Ex.3, 7) son la expresión verbal de una presencia cercana y compasiva. Dios se manifiesta implicado y afectado por la condición oprimida y sufriente de su pueblo. El amor y la elección gratuita de Dios han convertido a aquellas pobres tribus esclavizadas en "mi pueblo".

La presencia amorosa de Dios en medio de su pueblo se revela como un juicio sobre la situación dada. No hay eufemismo posible ante el sufrimiento del pueblo esclavo. Se trata de "la opresión con que los egipcios los oprimen" (Ex.3, 9). Opresión que Yahvé rechaza, así como acoge el clamor de los hijos de Israel. La presencia de Dios no es neutralidad encubridora, sino palabra que pone de manifiesto la verdad de las situaciones y juzga las responsabilidades humanas. Es la misma fuerza interpeladora con que Dios encara a Adán después del pecado": "¿Dónde estás?" (Gén. 3, 9) y a Caín después del primer asesinato: "¿dónde está tu hermano?", "¿qué has hecho?" (Gén. 4, 9-10). Es la palabra de Dios, que, al decir de la carta a los Hebreos, "es viva y eficaz y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras del alma y del espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay para ella criatura invisible; todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de dar cuenta" (Heb. 4. 12-13).

La presencia de Dios en la historia es también palabra eficaz. Por su palabra creadora fueron surgiendo a la existencia todas las cosas. Su presencia

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