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DEMOCRACIA


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2012  •  2.780 Palabras (12 Páginas)  •  361 Visitas

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Ética y Democracia

Introducción:

No hay una democracia sin ética, porque para hablar de democracia, esta está basada en concepciones éticas; pero sí, podemos hablar de un ética sin democracia pues todos los seres humanos en todas las épocas y lugares participamos de algún sistema de creencias morales que dan sentido y pone orden a nuestra acción del mundo pero no todos compartimos o practicamos las mismas creencias. No todas las concepciones éticas son democráticas.

ÉTICA:

La ética es una concepción evaluativa de la vida, un sistema de creencias o una escala de valores socialmente compartidos, que animan la interpretación de la realidad y que subyacen a las diferentes formas de organización institucional que una sociedad decide darse.

DEMOCRACIA:

Es una concepción política sobre el gobierno de la sociedad que, como todos los sistemas políticos, reposa sobre una definición de lo que somos como individuos y de los derechos y los deberes que nos corresponden como tales, es decir, reposa sobre una concepción ética.

• La ética de la democracia no reposa sobre una ética unívoca, sino más bien sobre un conflicto de concepciones éticas.

• Puede haber pues éticas no democráticas, pero no puede haber una democracia sin ética. Sobre la base de esta reflexión preguntémonos ahora cuál es esa ética que necesariamente sirve de sustento a la democracia.

Para buscar una respuesta adecuada a la cuestión del sustento ético de la democracia. Y lo haremos en una secuencia de tres tesis según el Dr. Miguel Giusti.

La primera de las cuales es que la ética de la democracia puede ser, y lo es de hecho en muchos lugares, una ética del individualismo y la desintegración social, partimos de la concepción ética “que es un sistema de referencias morales que sostiene al régimen político de la democracia”, el núcleo de esta concepción ética de la democracia es la idea de la libertad del individuo. Lo que nos iguala a todos los seres humanos, lo que legitima la simétrica distribución de deberes y de derechos que este régimen político implica, es el hecho de que somos concebidos como individuos autónomos, independientes y aislados unos de otros, capaces, cada uno por su propia cuenta, de decidir sobre los ideales o los intereses que deseamos perseguir.

Este es el valor moral central sobre el que reposa la democracia o, al menos, esta primera concepción de la democracia. La familia, la sociedad, el Estado, más en general: todos los lazos culturales o comunitarios que puedan formar parte de nuestra vida, son secundarios, irrelevantes y hasta obstaculizadores de nuestra libertad individual. Porque ser libres es justamente ser libres de todo esto: tradiciones, convenciones, instituciones y de los otros individuos.

Si el eje de esta concepción ética es la idea de la libertad individual, entonces no es más que una consecuencia sostener que el Estado debe estar al servicio del individuo, o de la persona, lo que en buena cuenta significa que debe garantizar el libre despliegue de los intereses particulares en la sociedad. La libertad del individuo se traduce “en el libre ejercicio de la iniciativa privada, la sociedad en el juego de las fuerzas del mercado, el Estado en el garante de los beneficios que puedan obtener allí los individuos”. El punto de vista del individualismo establece una jerarquía entre los intereses privados y las instituciones políticas, de acuerdo a la cual le corresponde a éstas últimas a las instituciones políticas tienen la función de regular y administrar la división del trabajo que se genera espontáneamente por acción de los intereses de los individuos en la sociedad. Además de * la libertad individual y de la subordinación del estado a los intereses privados, esta concepción ética de la democracia promueve también la desarticulación o la desvalorización de las formas pre-modernas de organización social, familiar, religiosa o cultural (rasgo expresado en términos éticos negativos). Pero en términos éticos positivos este rasgo considera como ideal el que cada campesino pueda convertirse en consumidor, empresario o accionista. A este rasgo peculiar de desarticulación indirecta de la cohesión cultural por obra del mercado se le ha dado en llamar el * “carácter transgresor de la democracia moderna”

El último rasgo de esta concepción ética de la democracia es su defensa consecuente de la neutralidad valorativa o del relativismo moral, es un rasgo complementario de los anteriores porque, si el valor central de esta concepción es la libertad individual, y si las instituciones políticas son concebidas como medios al servicio de los intereses del individuo, entonces corresponderá al individuo solo decidir cuál ha de ser su propia escala de valores morales, en esta democracia se promueve y se cultiva el relativismo moral de una forma moralmente genuina de defender el derecho de todos los individuos a ejercer su libertad, a cada cual lo mejor le parezca, Christopher Lasch lo cita como la “cultura del narcisismo”

A la primera tesis sobre la ética del individualismo y la desintegración social hoy en día se la conoce como el modelo normativo liberal de la democracia, es un modelo normativo ético porque establece una jerarquía de valores que prefigura la orientación que deben tomar las reglas del juego político. Es un modelo liberal porque concibe a la concertación política en función de los mecanismos económicos del mercado, y estos a su vez en función de los intereses privados de los individuos.

Ejemplo:

Hace pocos días, pescadores del distrito tumbesino de La Cruz bloquearon la carretera Panamericana (por el kilómetro 1 234) para protestar contra la petrolera BPZ. Alegaban que esta producía ondas sísmicas que afectan la fauna marina y el medio ambiente. Al respecto, la Dra. Karla Vilela, especialista en conflictos sociales de la Facultad de Derecho de la UDEP, señala que, bajo ninguna circunstancia se justifica una reacción violenta por parte de la ciudadanía.

Vilela Carbajal considera que las reacciones violentas suceden porque algunos sectores de la población las conciben como la única manera de atraer la atención del gobierno. Es decir, que ante falta de una respuesta concreta de las autoridades pertinentes, la ciudadanía siente que no es escuchada; lo cual genera impotencia, sentimiento que es exteriorizado en acciones violentas. “El día que el Estado o las instituciones competentes (públicas y privadas) atiendan las peticiones formales de la ciudadanía, las reacciones violentas desaparecerán”.

Este

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