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De-construyendo la tragedia y re-construyendo la feminidad a través de la subjetividad

Maria Alejandra Plazas MartinezEnsayo13 de Marzo de 2023

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Caracterización de la tragedia.

La tragedia griega nace a finales del siglo VI a.C, influenciada por las guerras Médicas, que transformaron la realidad social y política de Atenas y reafirmaron el sentimiento de comunidad en cuanto al interés de la defensa de una misma polis. Todo esto permitió la consolidación de una nueva forma de organización política en torno al pueblo, a la democracia y a la justicia.

A través de diversas obras, la tragedia buscaba representar el debate que vive el hombre consigo mismo. Imita las acciones torpes de los hombres, y las condena a través del público. Aunque la tragedia retoma los propósitos del mito, les da un significado muy distinto. Ya no representa Dioses, como buscaba hacerlo el mito, sino que los cuestionan constantemente, al igual que a sus decisiones. Los protagonistas ahora son los guerreros. Hombres a quienes se les atribuían condiciones sobrehumanas y adquirían el título de héroes. La noción de los Héroes tiene una gran importancia dentro de la tragedia, ya que todo gira entorno a las elecciones y caminos que los mismos toman.

El teatro le daba al espectador una alta carga de emociones con las cuales se identificaba, y accedía a un espacio purificador. Citando a Aristóteles “la tragedia es capaz de lograr que el alma se eleve y se purifique de sus pasiones. Este proceso, que se denomina ‘catarsis’, es la purificación interior que logra el espectador a la vista de las miserias humanas”. La tragedia es la problematización del mundo griego y sus transformaciones.

La tragedia permite la construcción de un juicio ciudadano en tanto que permite el desarrollo de un pensamiento jurídico y político distinto a las tradiciones míticas que constituían a la ciudad antiguamente. Incluso se puede afirmar que a través de la tragedia se construían las nociones del bien y del mal, la responsabilidad y su sentido trágico, que guiaba la moral de los ciudadanos. Así lo explica Segal: "La tragedia no sólo aplica el espejo distanciador del mito a los problemas contemporáneos, también refleja alguna de las más importantes instituciones de la ciudad. De éstas, las que más tienen que ver con la tragedia son los tribunales de justicia… Las tragedias, en efecto, hacen que sus públicos, en cierto sentido, sean jueces de complejas cuestiones morales en las que ambas partes invocan la justicia, y lo bueno y lo malo resultan difíciles de distinguir" (Segal, Ch. En: Vernant, 1995:241).

La subjetividad en relación con la tragedia.

La subjetividad hace referencia a las percepciones, argumentos y lenguaje basados en el punto de vista del sujeto, y por tanto condicionados por los intereses y deseos particulares del mismo. La postura filosófica frente al conocimiento subjetivo es que este se da cuando predominan las emociones, los valores, las opiniones o las apreciaciones sentimentales que el sujeto experimenta al conocer, lo cual aleja al sujeto del conocimiento de la realidad objetiva. Esto implica que el conocimiento subjetivo le atribuye al objeto conocido características que no le son propias.

Aunque en la Grecia antigua el concepto de subjetividad no se conocía con ese nombre ni era una noción como tal, existían corrientes filosóficas con ideas muy similares. Por ejemplo los sofistas, quienes partían de una crítica de los valores tradicionales como el bien, la justicia, la verdad, la ley, la belleza, afirmaban que el conocimiento era algo relativo, ya que está fundamentado en la sensación y ésta nunca puede expresarse en juicios concretos, sino, por mucho, en las distintas opiniones de los hombres.

Podemos afirmar que la subjetividad empieza también a construirse a través de la tragedia. Esta última separa las genealogías divinas de la virtud (areté) del hombre, llevando a una nueva construcción del hombre y figura de ciudadano. Es así que la separación ante lo divino permite la construcción de la conciencia y es gracias al reconocimiento de esta que nace la subjetividad. El cuestionar y reformular, permite diferentes percepciones y representaciones.

A nivel particular podemos afirmar que lo que sucede es que en la tragedia los héroes no eran vistos como algo sagrado o como modelos a seguir. El teatro cuestionaba y criticaba a los héroes, y es ahí cuando nace el momento trágico. Es ahí cuando la subjetividad nace como una condición humana donde los ciudadanos no dependen de la vida de los dioses, como en la objetividad, sino que a partir de las tragedias y las críticas que realizan desenvuelven su vida. En la tragedia los héroes son determinados por la objetividad, donde el carácter de culpa trágica se convierte el factor determinante de esta objetividad pues está ligada a las relaciones “naturales” que incluían evidentemente a los seres humanos.

Explicado de otra forma, en la narración “predomina la realidad psíquica» porque las narraciones siempre tienen por objeto la representación de las vicisitudes de las intenciones humanas” (Bruner, 2001, pp. 25-27). Dentro de las representaciones en la tragedia griega, Kierkegaard sostiene que “la subjetividad no era autorreflexiva ni plenamente independiente ya que, si bien los personajes actuaban libremente, a la vez dependían de instancias superiores (ya sea el Estado, la familia, el destino, etc.)”. Aquí la dialéctica que anudaba al héroe con aquello que lo determinaba era de tipo objetivo. Es decir, la culpa trágica se presentaba como un hecho objetivo porque se hallaba fuertemente ligado a relaciones más bien “naturales” que incluían evidentemente a los seres humanos. De esta manera, la desgracia del héroe trágico guarda un doble aspecto y una dialéctica particular: por un lado, es consecuencia de su acción y, por el otro, asume la forma de un padecimiento inevitable, ya que todo se encontraba sujeto a la voluntad de los dioses y la naturaleza. La subjetividad empieza a ser la vida de cada personaje (sus decisiones y todo lo que dependa de su trabajo), mientras que la objetividad es la vida regida por los diose, o todas aquellas cosas que sólo pueden ser de una manera. Que no son relativas ni pueden cambiar.

La tragedia griega da vestigios de la construcción de subjetividad, pues las mismas se consideran como ficciones que a diferencia del mito permiten “Descubrir cosas y cambian a medida que cambian las necesidades en cuanto a hallar sentido [...] Los mitos son los agentes de la estabilidad y las ficciones los agentes del cambio” cómo trata Rocío Orsi en “El saber del error filosofía y tragedia en Sófocles”: “En las ficciones descubrimos siempre cosas nuevas sobre nuestro propio mundo” La construcción de la subjetividad busca través de la tragedia orientar la acción del sujeto en un universo de valores ambiguos. El sujeto cargado de tradiciones, vivencias y creencias (subjetividad) intenta representarse dentro de un marco ligado a los nuevos postulados de la sociedad (objetividad).

Antígona y la construcción de subjetividad femenina moderna.

Tras la escritura y representación de Edipo Rey y todas las secuelas y huellas que la misma tragedia deja, nace Antígona como otra de las obras de ficción escrita por Sófocles. Esta tragedia (protagonizada por una de las hijas de Edipo) a pesar de ser una obra que narra personalidades, historias y leyendas antiguas permite, gracias a la estructura de cada personaje, poner en conflicto la construcción de subjetividades modernas y postmodernas.

Antígona, sobrina de Creonte logra crear un escenario donde la hybris se desenvuelve desde las primeras líneas, es decir la creación de un escenario en el que se transgreden los límites o leyes. En este caso las propuestas por Creonte. Los dos pilares fundamentales que sostiene dicha tragedia son la confrontación ante un poder superior y la confrontación de una mujer ante un hombre, planteando uno de los sucesos más trascendentales que pudo ocurrir dentro de una historia de ficción, pues en relación al contexto en el que la mujeres desarrollaban sus roles de manera cotidiana en la grecia antigua, la confrontación frente a alguna autoridad masculina era algo inusual y símbolo de irrespeto y desobediencia.

Dentro de la tragedia de Antígona, el conflicto entre dos hermanos que desataría combates y guerras en Tebas dió paso a la representación de un personaje que desafiaba el poder y no dejaba de lado sus ideales a pesar de la autoridad del mismo poder. Eteocles y Polinices eran hermanos de Antígona e Ismena, todos hijos de Edipo. Tras la disputa por la gobernación de Tebas mueren en una batalla en la que uno queda como “el salvador” y el otro como “el traicionero”. Como castigo a esta traición de Polinices, Creonte decide darle sepultura solo a Eteocles mientras que la suerte para Polinices no será tan virtuosa, pues ordena que su cuerpo quede expuesto al aire y sea desgarrado por perros y aves, sin jamás tocar una tumba. Creonte decreta esto y quien no obedezca será ejecutado.

Antígona al escuchar la orden le comunica a Ismena que no permitirá que no le den sepultura a su hermano, intenta convencerla de que la acompañe pero Ismena se niega y sin embargo resalta la importante labor que ella hará por los suyos “Pues si estás tan decidida, sigue. Sin embargo, ten presente una cosa: te embarcas en una aventura insensata; pero obras como verdadera amiga de los que te son queridos”. Es así que Antígona decide ir y darle el sepulcro que merece. El mensajero de Creonte le informa que alguien ha tomado el cadáver de Polinices y descubren que ha sido Antígona. Creonte ordena que la traigan para que muera en el bosque. Antígona se enfrenta a él sin negar lo que

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