Discursos De Desigualdad
8 de Abril de 2014
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Final de introd. A la filosofía
Discursos de desigualdad
La situación de desigualdad entre hombres y mujeres obedece a procesos históricos. La situación de la mujer como consecuencia de discursos históricos- hegemónicos, y no como un fenómeno aislado.
Análisis de diferentes perspectivas a través de la cual se puede vislumbrar la evolución histórica de la mujer en diferentes épocas.
Un discurso es un mensaje que se pronuncia de manera pública. Se trata de una acción comunicativa cuya finalidad es exponer o transmitir algún tipo de información y, por lo general, convencer a los oyentes.
Para la filosofía, el discurso es un sistema de ideas que se construye de manera social. En este contexto, puede hablarse del discurso dominante en referencia a aquellas representaciones que son impuestas por las clases (o grupos) superiores y que terminan siendo aceptadas o compartidas por la mayoría de la sociedad.
El término discurso designa (…) la manifestación de la lengua en la comunicación viva (…) El discurso implica, en primer lugar, la participación del sujeto en su lenguaje mediante el habla del individuo. (…) el sujeto se forma y se transforma en el discurso que comunica al otro. La lengua común a todos se convierte, en el discurso, en vehículo de un mensaje único, propio de la estructura particular de un sujeto dado que deja sobre la estructura obligatoria de la lengua la huella de un sello específico en que el sujeto viene marcado sin que sea consciente de ello (…) El término “discurso” (…) designaría cualquier enunciación que integrase en sus estructuras al locutor y al oyente, con el deseo por parte del primero de influir al otro” (pág. 12).
Kristeva, Julia. Ese lenguaje desconocido, Madrid, Editorial Fundamentos, 1988.
La concepción del lenguaje en tanto que «clave» del hombre y de la historia social, en tanto que vía de acceso a las leyes de funcionamiento de la sociedad.
La desigualdad de los cuerpos (en relación al sexo) se manifiesta en los discursos sociales, construyendo subjetividades singulares y colectivas a lo largo de la historia del ser humano. Podemos definir la desigualdad como el trato desigual o diferente que indica diferencia o discriminación de un individuo hacia otro debido a su posición social, económica, religiosa, a su sexo, raza, color de piel, entre otros.
Para abordar aborda el concepto del cuerpo, seguimos los planteamientos hechos por Raquel Guido que, con toda claridad dice: “En el seno de cada sociedad el cuerpo será definido y tratado conforme a la cosmovisión vigente en ella. Según como defina lo humano y su relación con la naturaleza y los otros hombres, el cuerpo adquiere valor y sentido revelando una postura filosófica, ética, ideológica.”
GUIDO, Raquel –“Cuerpo: soporte y productor de múltiples imágenes”, en El cuerpo in-cierto de Elina Matoso.
En la definición precedente, la autora nos señala el cuerpo como un símbolo de la sociedad, como una muestra integral de esa sociedad a pequeña escala, donde pueden reflejarse sus mitos, sus fantasmas, sus emociones y también la representación de la historia del sujeto. Y a éste, como reflejo de la sociedad de la que forma parte.
Así, las diferenciaciones hechas históricamente entre cuerpo hombre-cuerpo mujer, son cuestiones netamente sociales que nada tienen de biológico. Dicho de otro modo, y siguiendo a Raquel Guido:
“el cuerpo se convierte en un espacio construido por encima de su realidad anatómica. La realidad del cuerpo se presenta en cada cultura como una construcción donde se encarnan los valores y normativas vigentes, que regulan los comportamientos de los individuos”.
Retomando a Raquel Guido, se señala que el cuerpo es un lugar de “representación de una simbólica general del mundo”, donde reproduce el entrecruzamiento de contenidos del individuo y del medio cultural al que pertenece, creándose así una red de significaciones múltiples, que da origen a la identidad.
Desde el inicio, en la civilización griega, el discurso social ha plasmado la imagen del cuerpo de la mujer como sujeto inferior y pasivo: ejemplo de ello podemos hallar a lo largo de la Metamorfosis de Ovidio, donde abundan relatos cuyo eje es la violación de personajes femeninos, con ataques sexuales y salvajes. Los diferentes episodios dejan al descubierto la importancia del cuerpo en el texto ovidiano y su relación con los motivos recurrentes del sufrimiento y el dolor y con la pasividad del cuerpo femenino.
Un ejemplo de estas desigualdades, se vislumbran en los discursos filosóficos de Aristóteles, por ejemplo, en el sgte:
“La naturaleza, teniendo en cuenta la necesidad dela conservación, ha creado a unos seres para mandar y a otros para obedecer. Ha querido que el ser dotado de razón y de previsión mande como dueño, así como también que el ser capaz por sus facultades corporales de ejecutar las órdenes, obedezca como esclavo, y de esta suerte el interés del señor y el del esclavo se confunden. La naturaleza ha fijado, por consiguiente, la condición especial de la mujer y la del esclavo.” ( p.3)
Para Aristóteles la virtud de la mujer era el silencio, el cual va muy parejo con la sumisión, y el hombre determinará su statu quo; al no otorgarle voz a la mujer a esta se le niega su oportunidad de crear su propio discurso, y por tanto carece de identidad, y si la mujer no tiene voz no puede considerársele como ciudadano. De igual forma la mujer no es considera sujeto de Derecho.
“En la naturaleza un ser no tiene más que un solo destino, porque los instrumentos son más perfectos cuando sirven, no para muchos usos, sino para uno solo. Entre los bárbaros, la mujer y el esclavo están en una misma línea, y la razón es muy clara; la naturaleza no ha creado entre ellos un ser destinado a mandar”. (p.3)
“Estas dos primeras asociaciones, la del señor y el esclavo, la del esposo y la mujer, son las bases de la familia.”
“Por otra parte, la relación de los sexos es análoga; el uno es superior al otro; éste está hecho para mandar, aquél para obedecer”.
“Esta es también la ley general que debe necesariamente regir entre los hombres. Cuando es un inferior a sus semejantes, tanto como lo son el cuerpo respecto del alma y el bruto respecto del hombre, y tal que es la condición de todos aquellos en quienes el empleo de las fuerzas corporales es el mejor y único partido que puede sacarse de su ser, se es esclavo por naturaleza. Estos hombres, así como los demás seres de que acabamos de hablar, no pueden hacer cosa mejor que someterse a la autoridad de un señor; porque es esclavo por naturaleza el que puede entregarse a otro; y lo que precisamente le obliga a hacerse de otro es el no poder llegar a comprender la razón sino cuando otro se la muestra, pero sin poseerla en sí mismo.” (p. 12))
Aristóteles: la política Libro 1: DE LA PROPIEDAD- DEL PODER DOMESTICO
Así, a lo largo de la historia se ha tratado de naturalizar la visión de mundo que sostiene el patriarcado y que mantienen los discursos hegemónicos que sustentan la supremacía de lo masculino. Concebimos al patriarcado como una estructura sociocultural de dominio político, económico, moral, intelectual, social, cultural y sexual que, a través de diversas instituciones y organizaciones, reproduce, legitima y naturaliza prácticas y valores que sostienen la desigualdad entre mujeres y varones.
De esta manera, a partir de los discursos hegemónicos, se construye una comunidad de valores, una voluntad colectiva.
Cuando se habla de discursos hegemónicos sobre las mujeres se hace alusión a aquel que circula en el imaginario social que determina y naturaliza, por medio de las relaciones de poder que circulan en la sociedad, sus modos de ser y comportarse. Esta concepción de lo que significa ser mujeres, es algo construido histórica y socialmente e impregna todas las instancias de la vida de los seres humanos.
En este sentido, uno de los espacios en donde se sostienen y se reproducen estos discursos hegemónicos es a partir de la educación, de la religión, y principalmente en los medios de comunicación. Estos ayudan a conformar la identidad y subjetividad de mujeres y varones al reproducir estereotipos sociales que adjudican roles predeterminados para cada sexo.
En relación a la educación, tomamos como ejemplo lo que propone para cada sexo, Jean Rousseau, en “Emilio o de la educación”:
“Sofía debe ser mujer como Emilio es hombre, o sea, que debe poseer todo lo que conviene a la constitución de su sexo y su especie con el fin de ocupar el puesto adecuado en el orden físico y moral. Por tanto, comencemos examinando las diferencias y las afinidades entre su sexo y el nuestro.”
“En lo que no se relaciona con el sexo, la mujer es igual al hombre: tiene los mismos órganos, las mismas necesidades y las mismas facultades; la máquina tiene la misma construcción, son las mismas piezas y actúan de la misma forma; la configuración es parecida, y bajo cualquier aspecto que los consideremos sólo se diferencian entre sí de más a menos.”
Estas relaciones y diferencias deben ejercer influencia en lo moral…”
“En la unión de los sexos, concurre cada uno por igual al fin común, pero no de la misma forma; de esta diversidad surge la primera diferencia notable entre las relaciones morales de uno y otro. El uno debe ser activo y fuerte, y el otro pasivo y débil. Es indispensable que el uno quiera y pueda, y es suficiente con que el otro oponga poca resistencia”.
Establecido este principio, se deduce que
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