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Discursos De Desigualdad


Enviado por   •  8 de Abril de 2014  •  7.581 Palabras (31 Páginas)  •  344 Visitas

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Final de introd. A la filosofía

Discursos de desigualdad

La situación de desigualdad entre hombres y mujeres obedece a procesos históricos. La situación de la mujer como consecuencia de discursos históricos- hegemónicos, y no como un fenómeno aislado.

Análisis de diferentes perspectivas a través de la cual se puede vislumbrar la evolución histórica de la mujer en diferentes épocas.

Un discurso es un mensaje que se pronuncia de manera pública. Se trata de una acción comunicativa cuya finalidad es exponer o transmitir algún tipo de información y, por lo general, convencer a los oyentes.

Para la filosofía, el discurso es un sistema de ideas que se construye de manera social. En este contexto, puede hablarse del discurso dominante en referencia a aquellas representaciones que son impuestas por las clases (o grupos) superiores y que terminan siendo aceptadas o compartidas por la mayoría de la sociedad.

El término discurso designa (…) la manifestación de la lengua en la comunicación viva (…) El discurso implica, en primer lugar, la participación del sujeto en su lenguaje mediante el habla del individuo. (…) el sujeto se forma y se transforma en el discurso que comunica al otro. La lengua común a todos se convierte, en el discurso, en vehículo de un mensaje único, propio de la estructura particular de un sujeto dado que deja sobre la estructura obligatoria de la lengua la huella de un sello específico en que el sujeto viene marcado sin que sea consciente de ello (…) El término “discurso” (…) designaría cualquier enunciación que integrase en sus estructuras al locutor y al oyente, con el deseo por parte del primero de influir al otro” (pág. 12).

Kristeva, Julia. Ese lenguaje desconocido, Madrid, Editorial Fundamentos, 1988.

La concepción del lenguaje en tanto que «clave» del hombre y de la historia social, en tanto que vía de acceso a las leyes de funcionamiento de la sociedad.

La desigualdad de los cuerpos (en relación al sexo) se manifiesta en los discursos sociales, construyendo subjetividades singulares y colectivas a lo largo de la historia del ser humano. Podemos definir la desigualdad como el trato desigual o diferente que indica diferencia o discriminación de un individuo hacia otro debido a su posición social, económica, religiosa, a su sexo, raza, color de piel, entre otros.

Para abordar aborda el concepto del cuerpo, seguimos los planteamientos hechos por Raquel Guido que, con toda claridad dice: “En el seno de cada sociedad el cuerpo será definido y tratado conforme a la cosmovisión vigente en ella. Según como defina lo humano y su relación con la naturaleza y los otros hombres, el cuerpo adquiere valor y sentido revelando una postura filosófica, ética, ideológica.”

GUIDO, Raquel –“Cuerpo: soporte y productor de múltiples imágenes”, en El cuerpo in-cierto de Elina Matoso.

En la definición precedente, la autora nos señala el cuerpo como un símbolo de la sociedad, como una muestra integral de esa sociedad a pequeña escala, donde pueden reflejarse sus mitos, sus fantasmas, sus emociones y también la representación de la historia del sujeto. Y a éste, como reflejo de la sociedad de la que forma parte.

Así, las diferenciaciones hechas históricamente entre cuerpo hombre-cuerpo mujer, son cuestiones netamente sociales que nada tienen de biológico. Dicho de otro modo, y siguiendo a Raquel Guido:

“el cuerpo se convierte en un espacio construido por encima de su realidad anatómica. La realidad del cuerpo se presenta en cada cultura como una construcción donde se encarnan los valores y normativas vigentes, que regulan los comportamientos de los individuos”.

Retomando a Raquel Guido, se señala que el cuerpo es un lugar de “representación de una simbólica general del mundo”, donde reproduce el entrecruzamiento de contenidos del individuo y del medio cultural al que pertenece, creándose así una red de significaciones múltiples, que da origen a la identidad.

Desde el inicio, en la civilización griega, el discurso social ha plasmado la imagen del cuerpo de la mujer como sujeto inferior y pasivo: ejemplo de ello podemos hallar a lo largo de la Metamorfosis de Ovidio, donde abundan relatos cuyo eje es la violación de personajes femeninos, con ataques sexuales y salvajes. Los diferentes episodios dejan al descubierto la importancia del cuerpo en el texto ovidiano y su relación con los motivos recurrentes del sufrimiento y el dolor y con la pasividad del cuerpo femenino.

Un ejemplo de estas desigualdades, se vislumbran en los discursos filosóficos de Aristóteles, por ejemplo, en el sgte:

“La naturaleza, teniendo en cuenta la necesidad dela conservación, ha creado a unos seres para mandar y a otros para obedecer. Ha querido que el ser dotado de razón y de previsión mande como dueño, así como también que el ser capaz por sus facultades corporales de ejecutar las órdenes, obedezca como esclavo, y de esta suerte el interés del señor y el del esclavo se confunden. La naturaleza ha fijado, por consiguiente, la condición especial de la mujer y la del esclavo.” ( p.3)

Para Aristóteles la virtud de la mujer era el silencio, el cual va muy parejo con la sumisión, y el hombre determinará su statu quo; al no otorgarle voz a la mujer a esta se le niega su oportunidad de crear su propio discurso, y por tanto carece de identidad, y si la mujer no tiene voz no puede considerársele como ciudadano. De igual forma la mujer no es considera sujeto de Derecho.

“En la naturaleza un ser no tiene más que un solo destino, porque los instrumentos son más perfectos cuando sirven, no para muchos usos, sino para uno solo. Entre los bárbaros, la mujer y el esclavo están en una misma línea, y la razón es muy clara; la naturaleza no ha creado entre ellos un ser destinado a mandar”. (p.3)

“Estas dos primeras asociaciones, la del señor y el esclavo, la del esposo y la mujer, son las bases de la familia.”

“Por otra parte, la relación de los sexos es análoga; el uno es superior al otro; éste está hecho para mandar, aquél para obedecer”.

“Esta es también la ley general que debe necesariamente regir entre los hombres. Cuando es un inferior a sus semejantes, tanto como lo son el cuerpo respecto del alma y el bruto respecto del hombre, y tal que es la condición de todos aquellos en quienes el empleo de las fuerzas corporales es el mejor y único partido que puede sacarse de su ser, se es esclavo por naturaleza. Estos hombres, así como los demás seres de que acabamos de hablar, no pueden hacer cosa mejor que someterse a la autoridad de un señor; porque es esclavo por naturaleza el que puede entregarse a otro; y lo que precisamente le obliga a hacerse de otro es el no poder llegar a comprender la razón sino cuando otro se la muestra, pero sin poseerla en sí mismo.” (p. 12))

Aristóteles: la política Libro 1: DE LA PROPIEDAD- DEL PODER DOMESTICO

Así, a lo largo de la historia se ha tratado de naturalizar la visión de mundo que sostiene el patriarcado y que mantienen los discursos hegemónicos que sustentan la supremacía de lo masculino. Concebimos al patriarcado como una estructura sociocultural de dominio político, económico, moral, intelectual, social, cultural y sexual que, a través de diversas instituciones y organizaciones, reproduce, legitima y naturaliza prácticas y valores que sostienen la desigualdad entre mujeres y varones.

De esta manera, a partir de los discursos hegemónicos, se construye una comunidad de valores, una voluntad colectiva.

Cuando se habla de discursos hegemónicos sobre las mujeres se hace alusión a aquel que circula en el imaginario social que determina y naturaliza, por medio de las relaciones de poder que circulan en la sociedad, sus modos de ser y comportarse. Esta concepción de lo que significa ser mujeres, es algo construido histórica y socialmente e impregna todas las instancias de la vida de los seres humanos.

En este sentido, uno de los espacios en donde se sostienen y se reproducen estos discursos hegemónicos es a partir de la educación, de la religión, y principalmente en los medios de comunicación. Estos ayudan a conformar la identidad y subjetividad de mujeres y varones al reproducir estereotipos sociales que adjudican roles predeterminados para cada sexo.

En relación a la educación, tomamos como ejemplo lo que propone para cada sexo, Jean Rousseau, en “Emilio o de la educación”:

“Sofía debe ser mujer como Emilio es hombre, o sea, que debe poseer todo lo que conviene a la constitución de su sexo y su especie con el fin de ocupar el puesto adecuado en el orden físico y moral. Por tanto, comencemos examinando las diferencias y las afinidades entre su sexo y el nuestro.”

“En lo que no se relaciona con el sexo, la mujer es igual al hombre: tiene los mismos órganos, las mismas necesidades y las mismas facultades; la máquina tiene la misma construcción, son las mismas piezas y actúan de la misma forma; la configuración es parecida, y bajo cualquier aspecto que los consideremos sólo se diferencian entre sí de más a menos.”

Estas relaciones y diferencias deben ejercer influencia en lo moral…”

“En la unión de los sexos, concurre cada uno por igual al fin común, pero no de la misma forma; de esta diversidad surge la primera diferencia notable entre las relaciones morales de uno y otro. El uno debe ser activo y fuerte, y el otro pasivo y débil. Es indispensable que el uno quiera y pueda, y es suficiente con que el otro oponga poca resistencia”.

Establecido este principio, se deduce que el destino especial de la mujer consiste en agradar al hombre. Si recíprocamente el hombre debe agradarle a ella, es una necesidad menos directa; el mérito del varón consiste en su poder, y sólo por ser fuerte agrada.

“No importa que únicamente sea fiel la mujer, sino que su marido la tenga por tal, sus parientes y todo el mundo; importa que sea modesta, recatada, atenta y que los extraños, no menos que su propia conciencia, den testimonio de su virtud”.

“La mujer y el hombre están formados el uno para el otro, pero no es igual la dependencia; los hombres dependen de las mujeres por sus deseos y las mujeres dependen de los hombres por sus deseos y sus necesidades. Nosotros, sin ellas, subsistiríamos mejor que ellas sin nosotros. Para que posean lo que necesitan en su estado, es preciso que se lo demos, que se lo queramos dar, que las reputemos dignas; depende así de nuestros afectos, del precio que pongamos a su mérito, del caso que hagamos de sus encantos y sus virtudes. Por ley natural, las mujeres, tanto por sí como por sus hijos, están a merced de los hombres, y no es suficiente que sean apreciables, es indispensable que sean amadas; no les basta con ser hermosas, es preciso que agraden; no tienen bastante con ser honestas, es necesario que sean tenidas por tales; su honra no solamente se cifra en su conducta, sino en su reputación, y no es posible que la que consiente en pasar por indigna pueda nunca ser honesta.”

“(las doncellas de Esparta) en cuanto se casaban, ya no se dejaban ver en público; siempre encerradas en su casa, sus afanes se limitaban a los cuidados caseros y de la familia. Este es el método de vida que la naturaleza y la razón prescriben al sexo, y por esa razón de estas madres nacían los varones más sanos, más robustos y mejor constituidos; y, no obstante, la mala fama de algunas islas, está probado que entre todos los pueblos del mundo, sin exceptuar los romanos, no es posible citar ninguno donde las mujeres hayan sido, a un mismo tiempo, más recatadas y más amables y más hayan reunido la belleza con las buenas costumbres que en la antigua Grecia.”

“Tienen otros gustos peculiares que las distinguen. Los muchachos anhelan estrépito y bullicio, tambores, peonzas, carricoches; las muchachas gustan más de lo que da en los ojos y sirve de adorno; espejos, sortijas, trapos y, sobre todo, muñecas, que es la diversión peculiar del sexo; aquí tenemos determinado con toda evidencia su gusto por su destino. En el adorno está cifrado lo físico del arte de agradar y lo físico es todo lo que de este arte pueden cultivar las criaturas”.

La constitución del hombre se construye a partir del desprecio o rechazo de lo que se considera femenino y propio de las mujeres, de modo que conlleva necesariamente una total desvalorización de lo femenino

“Observad a una chiquilla que se pasa el día dando vueltas con su muñeca (…) pero la inclinación ya se pone al descubierto; en esta constante ocupación se le pasa el tiempo sin darse cuenta y corren las horas sin que ella lo sepa, hasta olvidársele el comer, puesto que siente más hambre de adornos que de manjares. Ya sé que diréis que viste a su muñeca y no se viste ella. Sin duda, ve a su muñeca y no se ve a sí misma, no puede hacer nada para ella, pues aún no está formada, carece de talento y de fuerza, no es nada todavía, vive para su muñeca, y en ella emplea su deseo de agradar, pero no siempre lo concretará en la muñeca, ya que vendrá el tiempo en que ella misma será su muñeca.”

“aunque mucho más grato sería para ella debérselo todo a su propia industria (…) naturalmente se suceden la costura, el bordado y los encajes…”

“En efecto, casi todas las niñas aprenden con repugnancia a leer y a escribir, pero aprenden siempre con mucho gusto las labores de aguja. Se imaginan de antemano que han de ser mayores, y piensan con satisfacción que esta habilidad las podrá servir un día para componerse”.

En este discurso, Rousseau no solo sitúa a la mujer en el ámbito hogareño, la denigra, la subestima, sino que también legitima la violencia física hacia la mujer, tan común den nuestros días:

“(…) destinada a obedecer a tan perfecta criatura como es el hombre, tan llena a veces de vicios y siempre cargada de defectos, desde muy temprano debe aprender a padecer hasta la injusticia y a soportar los agravios de su marido sin quejarse; debe ser flexible, y no por él, sino por ella. La acritud y la terquedad de las mujeres nunca logran otra cosa que agravar sus daños y el mal proceder de sus maridos, los cuales saben que no son estas las armas con que han de ser vencidos. La naturaleza no formó a las mujeres halagüeñas y persuasivas para que se volviesen regañonas, no las hizo débiles para que fueran imperiosas, no les dio una voz tan suave para que sirviera para decir denuestos, ni les proporcionó unas facciones tan delicadas para que las desfigurasen con la ira.”

“Dad sin escrúpulo una educación de mujer a las mujeres, procurad que se aficionen a las tareas de su sexo, que sean modestas, que sepan cuidar y gobernar su casa, y se les olvidará muy pronto el abuso del tocador, y no se las verá con peor gusto”

“Las mujeres tienen un lenguaje flexible, hablan más pronto y con mayor facilidad y agrado que los hombres. También se las acusa de que hablan más; así debe ser, y yo convertiría esta acusación en elogio; en ellas, la boca y los ojos tienen igual actividad por la misma razón. El hombre dice lo que sabe, y la mujer dice lo que agrada; el uno para hablar necesita conocimiento y la otra gusto; el principal objeto de él deben ser las cosas útiles, y el de ella las agradables. En sus razonamientos no debe haber otras formas comunes que las de la verdad.”

“Por lo mismo que la conducta de la mujer está sujeta a la opinión pública, su creencia lo está también a la autoridad. Toda muchacha debe tener la religión de su madre y toda casada la de su esposo. Aun cuando esta religión fuera falsa, la docilidad que sujeta a la madre y a la hija al orden de la naturaleza borra para con Dios el pecado del error. No hallándose en estado de ser jueces por sí mismas, deben admitir la decisión de sus padres y de sus esposos como la de la Iglesia”

“Esto es lo que hay, y ya hemos visto por qué tiene que ser así. Las mujeres son falsas, nos dicen. Se hacen falsas. Su propio don es la habilidad y no la falsedad, y las verdaderas inclinaciones de su sexo, ni cuando mienten son falsas. ¿Por qué esperáis lo que va a decir si no es ella la que debe hablar? Observad sus ojos, su color, su respiración, su tímido ademán, su débil resistencia... Ese es el idioma que les ha dado la naturaleza para que os respondan”.

Luego de dejar en claro cuál es la “función de la mujer”, Rousseau presenta a la mujer ideal, para el hombre ideal, que es su alumno Emilio:

“Sofía es de índole apacible, tiene buen natural y el corazón muy sensible, y esa excesiva sensibilidad algunas veces agita tanto su imaginación que no es fácil moderarla. Su inteligencia es menos justa que penetrante, y fácil, aunque desigual, su condición; regular, pero su cara es agradable; su fisonomía promete alma, y no miente; uno puede acercarse a ella con indiferencia, pero no dejara sin emoción. Algunas mujeres tendrían prendas que a ella le faltan y otras más que las que ella tiene, pero ninguna calidad es mejor lograda para formar un feliz carácter. Sabe sacar provecho de sus defectos y agradaría menos si fuese más perfecta.”

“Lo que mejor sabe Sofía, y lo que le han hecho aprender con el mayor cuidado, son las tareas propias de su sexo, incluso las poco corrientes, como cortar y coser vestidos. No hay trabajo de aguja que no sepa hacerlo bien y con gusto, pero el que prefiere a los demás es el punto de encaje, porque no hay otro que le permita una postura más agradable y que se ejerciten los dedos con más gracia y ligereza. También se ha aplicado a todos los quehaceres del hogar; sabe de cocina y de repostería, el valor de los comestibles, su calidad, lleva, bien las cuentas y hace de ama. Destinada a ser un día madre de familia, gobernando la casa de sus padres aprende a gobernar la suya, puede suplir a los criados, y todo lo hace con agrado. No sabe mandar bien el que no sabe hacer lo que quiere que hagan los otros, y ésta es la razón que tiene su madre para querer que lo aprenda todo. Sofía no va tan allá; su primera obligación es la de hija v la única que por ahora desempeña; no tiene otra idea que la de servir a su madre y aliviarla en parte de sus quehaceres, pues la verdad es que no todos los hace con el mismo gusto”

“Sofía tiene un ingenio agradable sin que sea brillante, y seguro sin que sea profundo; un espíritu que no extraña a nadie porque el que habla con ella lo ve parecido al propio. Siempre sabe cómo agradar a los que la rodean, sin caer en un lenguaje artificioso, conforme a la idea que tenemos de la preparación de las mujeres,”

“Si la castigan, es dócil y sumisa y demuestra que su vergüenza no proviene tanto del castigo como de su yerro. Si no le dicen nada, nunca deja de enmendarse por sí misma, y con tan buena voluntad que no es posible guardarle rencor. Besará el suelo delante del último criado, sin que le cueste el menor trabajo esta humillación, y tan pronto como se la ha perdonado, sus halagos y su alegría demuestran cómo se ha aliviado su corazón. En una palabra, lleva con paciencia las sinrazones de los demás y con satisfacción consigue las suyas. Esta es la amable índole de su sexo antes de que nosotros lo hayamos pervertido. La mujer está hecha para someterse al hombre, incluso para soportar sus injusticias. Nunca podréis reducir a los muchachos al mismo punto; en ellos se exalta el sentido interior, que se revuelve contra la injusticia, pues la naturaleza no lo formó para tolerarla.”

“El arte de pensar no es extraño en las mujeres, pero no deben hacer otra cosa que quedarse en la superficie del raciocinio. Sofía lo concibe todo, pero retiene poco. En la moral es donde más progresa, y en las cosas de gusto; en cuanto a la física, sólo conserva alguna idea de las leyes generales y del sistema del mundo”

“Al entrar en el taller, Sofía descubre al otro extremo a un joven con una blusa, despeinado y tan ocupado en lo que está haciendo que no la ve; se detiene y hace una seña a su madre; Emilio con un escoplo en una mano y el martillo en la otra, concluye una muesca; luego asierra una tabla y pone una parte de ella sobre el banco para cepillarla. Este espectáculo tan respetable no hace reír a Sofía, sino que la emociona. Mujer, honra a tu jefe; él es quien trabaja para ti, quien te gana el pan y quien te mantiene; ése es el hombre.”

A lo largo de la historia, las mujeres son representadas como lo otro, como “el segundo sexo”: débiles, menos capaces, irracionales, descontroladas.

Estas relaciones, estructuradas como dominio de los varones sobre las mujeres, se han mantenido así a lo largo de los tiempos ¿Por qué la conciencia mujer, como cualquier otra conciencia-objeto no ha invertido la situación? ¿Por qué, tal como ocurre en todos los otros enfrentamientos entre conciencias, las mujeres no han exigido la reciprocidad?

Para dar luz a estas preguntas, tomamos como referente a Simone de Beauvoir, según se planeta en “El segundo sexo”

Según esta autora, el problema de la mujer reside en que siendo sujeto, existencia y libertad, lo mismo que lo es el hombre, ella debe actuar y elegirse en un mundo construido exclusivamente por los hombres que le imponen reconocerse como Alteridad Absoluta, como existencia degradada en inmanencia, como conciencia-objeto sometida a la conciencia-sujeto masculina.

En el segundo sexo, la autora comienza citando a Pitágoras:

“Hay un principio bueno que creó al orden, la luz y al hombre. Y hay un principio malo que creo al caos, a las tinieblas y a la mujer.”

Partiendo de concepciones como estas, la mujer ha sido sino la esclava del hombre, al menos su vasalla. Los dos sexos, jamás han compartido el mundo en pie de igualdad. Es entonces que esta Simone se plantea cómo ha empezado toda esta historia, y de donde es que proviene que este mundo haya pertenecido a los hombres, y como es que recién en el siglo xx empiezan a cambiar las cosas.-

Es entonces que en un extenso y profundo análisis, revisa la condición de la mujer desde una perspectiva biológica, psicoanalítica, y de materialismo histórico.

En términos biológicos, afirma que su misma condición fisiológica la mantiene alineada.

“Es verdad que la gestación es un fenómeno normal, que si se produce en condiciones de salud y de nutrición, no es nocivo para la madre, inclusive entre ella y el feto se establecen interacciones que le son favorables; sin embargo, y contraria a una optimista teoría cuya utilidad social resulta evidente, la gestación es una labor fatigosa, que no ofrece a la mujer beneficio individual, y le exige, por contrario, un pesado sacrificio”.

Su conclusión es que, de todas las hembras mamíferas, la mujer es la más profundamente alienada y la que más voluntariamente rechaza es alienación. Que ninguna de ella es, más imperiosa y más difícilmente aceptada: la esclavización del organismo a la función reproductora, crisis de pubertad y menopausia, la maldición mensual, largo y difícil embarazo, parto doloroso, son características de la hembra humana.

En el análisis psicoanalítico, Simone cita a Freud y dice:

“En lo que respecta a la mujer, su complejo de inferioridad toma la forma de un rechazo vergonzoso de su femineidad: no es la ausencia del pene lo que provoca ese complejo, sino todo el conjunto de la situación; la niña sólo envidia el falo como símbolo de los privilegios acordados a los varones; el lugar que ocupa el padre en la familia, la preponderancia universal de los machos, la educación, todo la confirma en la idea de la superioridad masculina. Más tarde, en el transcurso de las relaciones sexuales, la postura misma del coito, que coloca a la mujer debajo del hombre, es una nueva humillación. Ella reacciona con una “protesta viril”, e intenta masculinizarse, o bien se decide a la lucha contra el hombre con armas femeninas. Por medio de la maternidad puede encontrar en el hijo un equivalente del pene. Pero esto supone que comienza por aceptarse integralmente como mujer, es decir, que asume su inferioridad. La mujer está dividida contra sí misma mucho más profundamente que el hombre.”

La naturaleza es el destino, habla del valor otorgado al pene, y la imposibilidad de explicarlo sin partir de un hecho existencial. La angustia de su libertad lleva al sujeto a buscarse en cosas concretas y exteriores; es por este hecho que para el hombre se constituya, su pene constituya una fuente caprichosa y casi extraña de su placer subjetivamente experimentad. El pene es considerado por el sujeto como si mismo, y distinto de sí mismo simultáneamente. Y esa trascendencia específica se encarna en el de manera aprensible, y es motivo de orgullo.

Privada de su “alter ego”, la niña no se aliena en una cosa aprensible, y no se recupera; de este modo es llevada a convertirse literalmente en objeto, a plantearse como lo otro.

Desde el punto de vista del materialismo histórico, esta autora se plantea el hecho que tanto el hombre como la mujer se han considerado como entidades económicas, y la situación de desventaja en el caso de la mujer, viene dada por su fragilidad física respecto a esta fuerza masculina, así como por las cargas maternales.

En una segunda parte, Simone hace una revisión y análisis de la condición a lo largo de la historia de la humanidad: los mitos entorno a ella, sus condiciones en cada una de las etapas de su vida.

Concluye con una revisión a la que titula “Hacia la liberación” y afirma que hasta ahora las posibilidades de la mujer se han ahogado y perdido por la humanidad y es hora ya, en su interés y en el de todos, que se le deje aprovechar por fin todas sus oportunidades.

El hecho es que ni el hombre ni la mujer está satisfecho uno de otros, pero la cuestión, está en saber si se trata de una maldición original que los condena a desgarrarse mutuamente, o si los conflictos que los oponen son solamente momentos transitorios de la historia humana.

En el caso de la mujer, y debido a estas circunstancias que ha debido enfrentar históricamente, se dedica a mutilar o dominar al hombre, le contradice, niega su verdad y sus valores, mas con ello no hace otra cosa que defenderse.

No han sido ni una esencia inmutable, ni una elección culpable las que la han condenado a la inmanencia, y a la inferioridad: le han sido impuestas.

La disputa durará en tanto que hombre y mujer no se reconozcan como semejantes, es decir, en tanto se perpetúe esta feminidad como tal. ¿Cuánto tiempo y cuánta energía para superar sus complejos? para hablar de mujeres, seducirlas o temerlas? Se liberaría, liberándolas.

En relación a la hegemonía, entendemos este concepto como “la dominación y sostenimiento de poder que ejerce una persona o un grupo para la persuasión de otro u otros sometidos, minoritarios o ambas cosas, imponiendo sus propios valores, creencias e ideologías que instauran y sostienen el sistema político o social, con el fin de conseguir y perpetuar un estado de homogeneidad en el pensamiento y en la acción de la sociedad, en especial sobre los dominados. La hegemonía existe cuando la clase grupo dominante no sólo es capaz de obligar a una subordinados o minoría a que satisfaga sus intereses, renunciando a su identidad sino que también la primera ejerce control total en las formas de relación y producción de la segunda y el resto de la sociedad “

James Brown; notas sobre comunidad, hegemonía y uso del pasado

Citas Segundo sexo:

“El drama de la mujer, es ese conflicto entre la reivindicación fundamental de todo sujeto, que se plantea siempre como lo esencial y las exigencias de una situación que la constituye como inesencial.” Lo que habría impedido pues a las mujeres reequilibrar la situación, es su degradación en inmanencia, mientras que lo humano se define como trascendencia, es decir, libertad. Aquí Beauvoir, preciso es señalarlo, se vale de la moral existencialista sartreana, indicando: “La perspectiva que adoptamos es la de la moral existencialista

“La categoría de lo Otro es tan original como la conciencia misma. En las sociedades más primitivas, en las mitologías más antiguas, siempre se encuentra un dualismo que es el de lo Mismo y lo Otro; esta división no se puso en un principio bajo el signo de la división entre los Sexos. En las parejas Varuna-Mitra, Urano-Zeus, Sol-Luna, Día-Noche no está involucrado en principio ningún elemento femenino, como tampoco lo está en la oposición entre el Bien y el Mal, entre principios fastos y nefastos, entre la derecha y la izquierda, entre Dios y Lucifer; la alteridades una categoría fundamental del pensamiento humano. Ninguna colectividad se define jamás como Una sin colocar inmediatamente enfrente a la Otra.”

“Existen otros casos en que, durante un tiempo más o menos prolongado, una categoría consigue dominar completamente a otra. Es la desigualdad numérica la que, con frecuencia, confiere ese privilegio: la mayoría impone su ley a la minoría o la persigue. Pero las mujeres no son, como los negros de Norteamérica, o los judíos, una minoría: en la Tierra hay tantas mujeres como hombres. Sucede también, a menudo, que los dos grupos en presencia han sido independientes al principio: en otros tiempos se ignoraban, o cada cual admitía la autonomía del otro; ha sido un acontecimiento {21} histórico el que ha subordinado el más débil al más fuerte: la diáspora judía, la introducción de la esclavitud en América, las conquistas coloniales son hechos acaecidos en fecha conocida. En tales casos, para los oprimidos ha habido un antes; tienen en común un pasado, una tradición, a veces una religión, una cultura.”

“Sin embargo, a falta de un acontecimiento, es un desarrollo histórico lo que explica su existencia como clase y lo que informa respecto a la distribución de esos individuos en esa clase. No siempre ha habido proletarios, pero siempre ha habido mujeres; estas lo son por su constitución fisiológica; por mucho que remontemos el curso de la Historia, siempre las veremos subordinadas al hombre: su dependencia no es resultado de un acontecimiento o de un devenir; no es algo que haya llegado. Y, en parte, porque escapa al carácter accidental del hecho histórico, la alteridad aparece aquí como un absoluto.”

“la acción de las mujeres no ha sido jamás sino una agitación simbólica, y no han obtenido más que lo que los hombres han tenido

a bien otorgarles; no han tomado nada: simplemente han recibido (1). Y es que las mujeres carecen de los medios concretos para congregarse en una unidad que se afirmaría al oponerse. Carecen de un pasado, de una historia, de una religión que les sean propios, y no tienen, como los proletarios, una solidaridad de trabajo y de intereses; ni siquiera existe entre ellas esa promiscuidad espacial que hace de los negros de Norteamérica, de los judíos de los guetos y de los obreros de Saint-Denis o de las fábricas Renault, una comunidad. Viven dispersas entre los hombres, atadas por el medio ambiente, el trabajo, los intereses económicos, la condición social, a ciertos hombres -padre o marido- más estrechamente que a las demás mujeres”

“La división de los sexos es, en efecto, un hecho biológico, no un momento de la historia humana. Ha sido en el seno de un mitsein (Ser-con) original donde su oposición se ha dibujado, y ella no la ha roto.”

“La necesidad biológica –deseo sexual y deseo de posteridad- que sitúa al macho bajo la dependencia de la hembra, no ha liberado socialmente a la mujer. El amo y el esclavo también están unidos por una necesidad económica recíproca, que no libera al esclavo. Ello explica que la liberación de la clase obrera, por ejemplo, haya sido tan lenta. Ahora bien, la mujer siempre ha sido, si no la esclava del hombre, al menos su vasalla; los dos sexos jamás han compartido el mundo en pie de igualdad; y todavía hoy, aunque su situación está evolucionando, la mujer tropieza con graves desventajas. En casi ningún país es idéntico su estatuto legal al del hombre; y, con frecuencia, su desventaja concreta.”

“Económicamente, hombres y mujeres casi constituyen dos castas distintas; en igualdad de condiciones, los primeros disfrutan situaciones más ventajosas, salarios más elevados, tienen más oportunidades de éxito que sus competidoras de fecha reciente; en la industria, la política, etc., ocupan un número mucho mayor de puestos, y son ellos quienes ocupan los más importantes. Además de los poderes concretos que poseen, están revestidos de un prestigio cuya tradición mantiene toda la educación del niño: el presente envuelve al pasado, y en el pasado toda la Historia la han hecho los varones. En el momento en que las mujeres empiezan a participar en la elaboración del mundo, ese mundo es todavía un mundo que pertenece a los hombres: ellos no lo dudan, ellas lo dudan apenas. Negarse a ser lo Otro, rehusar la complicidad con el hombre, sería para ellas renunciar a todas las ventajas que puede procurarles la alianza con la casta superior. El hombre soberano protegerá materialmente a la mujer-ligia y se encargará de justificar su existencia: junto con el riesgo económico evita ella el riesgo metafísico de una libertad que debe inventar sus fines sin ayuda. En efecto, al lado de la pretensión de todo individuo de afirmarse como sujeto, que es una pretensión ética, también hay en él la tentación de huir de su libertad para constituirse en cosa; es ese un camino nefasto, en cuanto que pasivo, alienado y perdido; resulta entonces presa de voluntades extrañas, cercenado de su trascendencia, frustrado de todo valor. Pero es un camino fácil: así se evitan la angustia y la tensión de una existencia auténticamente asumida. El hombre que constituye a la mujer en un Otro, hallará siempre en ella profundas complicidades

“Así, pues, la mujer no se reivindica como sujeto, porque carece de los medios concretos para ello, porque experimenta el lazo necesario que la une al hombre sin plantearse reciprocidad alguna, y porque a menudo se complace en su papel de Otro.”

«Siendo hombres quienes han hecho y compilado las leyes, han favorecido a su sexo, y los jurisconsultos han convertido las leyes en principios». Legisladores, sacerdotes, filósofos, escritores y eruditos, todos ellos se han empeñado en demostrar que la condición subordinada de la mujer era voluntad del Cielo y provechosa para la Tierra. Las religiones inventadas por los hombres reflejan esa voluntad de dominación: han sacado armas de las leyendas de Eva, de Pandora; han puesto la filosofía y la teología a su servicio, como se ha visto por las frases de Aristóteles hemos citado.

Desde la Antigüedad, satíricos y moralistas se han complacido en trazar el cuadro de las flaquezas femeninas.”

“Para demostrar la inferioridad de la mujer, los antifeministas apelaron entonces, no solo a la religión, la filosofía y la teología, como antes, sino también a la ciencia: biología, psicología experimental”

El drama de la mujer consiste en ese conflicto entre la reivindicación fundamental de todo sujeto que se plantee siempre como lo esencial y las exigencias de una situación que la constituye como inesencial. ¿Cómo puede realizarse un ser humano en la situación de la mujer? ¿Qué caminos le están abiertos? ¿Cuáles desembocan en callejones sin salida? ¿Cómo encontrar la independencia en el seno de la dependencia? ¿Qué circunstancias limitan la libertad de la mujer? ¿Puede esta superarlas? He aquí las cuestiones fundamentales que desearíamos dilucidar. Es decir, que, interesándonos por las oportunidades del individuo, no definiremos tales oportunidades en términos de felicidad, sino en términos de libertad”

“los dos sexos representan dos aspectos diversos de la vida de la especie. Su oposición no es, como se ha pretendido, la de una actividad y una pasividad: no solamente el núcleo ovular es activo, sino que el desarrollo del embrión es un proceso vivo, no un desenvolvimiento mecánico.”

“Estos datos biológicos son de suma importancia: representan, en la historia de la mujer, un papel de primer orden; son elemento esencial de su situación: en todas nuestras descripciones ulteriores tendremos que referirnos a ellos. Porque, siendo el cuerpo el instrumento de nuestro asidero en el mundo, este se presenta de manera muy distinta según que sea asido de un modo u otro. Por esa razón los hemos estudiado tan extensamente; constituyen una de las claves que permiten comprender a la mujer. Pero lo que rechazamos es la idea de que constituyan para ella un destino petrificado. No bastan para definir una jerarquía de los sexos; no explican por qué la mujer es lo Otro; no la condenan a conservar eternamente ese papel subordinado”

La sexualidad en la antigüedad

Según Foucault la sociedad griega trataba la temática sexual con muchos vocablos cuyas acepciones permiten un tratamiento mucho más pormenorizado de la conducta sexual. Incluso, el filósofo francés, puntualiza que va a utilizar los términos griegos originales por estimar que no existen palabras que puedan suplantarlas adecuadamente, es decir con todos los matices, sentidos y representaciones que trasuntan su forma primigenia.

Foucault señala que los griegos asumían una actitud de permisividad hacia los comportamientos sexuales, por lo que las faltas y desarreglos no suscitaban tantos escándalos ni eran causas de recriminaciones. Afirma también que ninguna institución –pastoral o médica- se propuso establecer el orden de cosas, de actividades o de prácticas que podían catalogarse como moralmente aceptables o no. En esta tarea incursionaron los pensadores, filósofos y médicos que determinaban lo que las leyes y costumbres en general admitían o rechazaban, situación que denota la existencia de una preocupación por el tema de la utilización del cuerpo como fuente o instrumento de placer, que la forma de su práctica constituía un problema y se presentaba como conflictiva y necesitaba un determinado “control” a través de ideales, médicos, estéticos, morales o políticos.

Aphrodisia y sophrosyne

Etimológicamente la palabra griega “aphrodisia” significa “los actos de Afrodita”. La aphrodisia simboliza el placer sexual, y desde la antigua Grecia se ha tratado de “regular” otras cuestiones vinculadas a la actividad copulativa y a la sexualidad del hombre. La aphrodisia trata, además, la premisa del decoro en las relaciones sexuales que debe practicarse con la esposa legítima, y de los actos, gestos y contactos que llevan al placer y al conocimiento de los deleites y potencialidades del cuerpo en esta actividad.

Otro aspecto interesante, señalado por Aristóteles es que en la aphrodisia participan generalmente “actores activos” y “actores pasivos”, designando con estos apelativos al hombre y a la mujer, respectivamente. En este sentido, la mujer se presenta como pasiva por definición; en la cuestión sexual su opinión no cuenta: los problemas se abordan desde el punto de vista estrictamente masculino.

En relación a esta clasificación “activo-pasivo” y siguiendo a Winkler,J, es que podríamos traer a colación dos términos griegos, ya conocidos por nosotros: el “hoplita” y el “kinaidos”. Para los griegos, el hoplita era el ciudadano con capacidades, capaz de dominar a su pueblo, y sobre todo con capacidad de dominarse a sí mismo. Un sujeto con virilidad, capacidad activa de mando y de autorregulación. En relación con la actividad sexual, el hoplita tenía dominio moral sobre la mujer o el kineidos, en un proceso de “falogocentrismo”, donde se propone al hombre como poder, como centro, donde los sujetos no hoplitas (mujeres, muchachos, esclavos, kineidos) son la “otredad descalificada”.

El kinaidos en cambio, era para los griegos el sujeto “desviado”, aquel que no se regulaba; era también el sujeto pasivo, comparado con la mujer, y que no podía llegar a ocupar los espacios que estaban (“naturalmente”) destinados a los hombres; su carácter pasivo pone de manifiesto una tacha moral o, más bien, política que era sumamente grave: la debilidad de carácter. El individuo pasivo no era débil a causa de su desviación sexual, sino al contrario: su pasividad no era más que la consecuencia de su falta de virilidad, y esta deficiencia continuaría siendo un gravísimo vicio o debilidad.

Es el caso de Aquiles y Patroclo. Aquiles era el hoplita griego por excelencia: valeroso, activo, viril, capaz de guiar a su pueblo hacia la victoria. Patroclo tenía ciertas conductas femeninas, por ello era “guiado” por Aquiles. En un arrebato, no puede controlar sus impulsos y toma las vestiduras de Aquiles; pretende ser un sujeto activo, asumir el valiente rol del gran héroe griego. Y en ese intento de transgredir la regla pierde la vida.

La sofhrosyne es, en cambio la antítesis de la afrodisia: es la moderación y la sobriedad; la sofhrosyne es la palabra griega canónica para aludir al control de uno mismo, a la facultad de dominar la propia vida. La templanza y la soprosyne van de la mano: una persona templada es por tanto aquella que se esfuerza por resistir a la atracción de las pasiones y de los placeres, en particular de los sensuales, cuándo devienen excesivos. Al parecer, y volviendo a “Las Metamorfosis”, los dioses griegos padecían los actos de afrodita, no tenían la templanza y sophrosyne para evitar “…..la calentura de la hora” .

Ocurre con Apolo cuando en un arrebato de pasión persigue a Dafne; ocurre también con Dionisos; ocurre también con Júpiter: En el argumento lll de Las metamorfosis Júpiter ve a Calipso; siente un rápido y violento amor por ella, no puede evitarlo y ,decidido a tomarla y poseerla, no mide sus impulsos. Entonces se produce la metamorfosis: para llevar adelante su depravada empresa, toma el cuerpo de la cazadora Diana, y disfruta de los placeres con un cuerpo de mujer. Luego de realizado su acto guiado por la afrodisia, vuelve a su condición de hombre-dios y retoma su postura con sofhrosyne. Pero este engaño violento no fue suficiente para Calisto: por haber tenido el descaro de disfrutar por un átimo del placer, fue castigada luego por Juno, la diosa-esposa de Júpiter, quien la transforma en osa a ella y en cazador al hijo, fruto de esa fugaz unión con el dios de dioses. Una clara lección ejemplificadora para las mujeres, que reciben castigo, aun cuando fueron poseídas en contra de su voluntad, mientras los dioses y hombres que las ultrajaron observan desde lejos, como si no fueran participes de la situación.

Por otra parte, y en relación a la Chresis, Foucault plantea y analiza los interrogantes que surgen de la problematización moral de la conducta sexual, relacionados con las modalidades del “uso”. A este respecto desarrolla un argumento en el que considera varios aspectos vinculados con la actividad sexual como los momentos del año, la edad, las condiciones en las que se practican, etc., señalando la necesidad de la prudencia, de la reflexión y de la forma en que redistribuyen y se controlan esos actos.

”. El tema del momento no sólo fue tratado por los griegos como una cuestión moral sino también como una materia de ciencia y técnica aplicados a los diferentes campos de acción del sujeto, tanto en el campo como en la polis, consignando que el uso de los placeres también es un arte del “momento”.

Por último, sobre la estrategia del “estatuto” se menciona que existen relaciones virtuosas o deshonestas de manera inequívoca, por lo que resulta razonable seguir las reglas de conductas sexuales aceptadas como válidas en la sociedad, que debe formar parte del modo de vida.

Nuevamente la templanza surge como una de las virtudes que debe practicarse en todo tiempo, especialmente debe aflorar en aquellos que tienen rango o invisten una posición de responsabilidad en la sociedad.

La Enkrateia es otra de las facetas que trata Foucault, en cuyo ítem realiza un análisis comparativo sobre la interioridad de la moral cristiana en oposición a la exterioridad de la moral pagana. La interioridad tiene que ver con la relación con uno mismo, en tanto que la exterioridad de la moral antigua involucra una actividad sobre uno mismo pero de manera distinta a los postulados espirituales sostenidos por el cristianismo. La enkrateia, entonces, abarca la actitud asumida por el sujeto con relación al cuerpo y a la actividad sexual

.- Winkler, J. J. – Las coacciones del deseo. Antropología del sexo y el género en la antigua Grecia, Manantial, Bs. As., 1994.-

- Foucault : historia de la sexualidad

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