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Trabajo Práctico N° 1: Discursos sobre la desigualdad educativa


Enviado por   •  2 de Abril de 2019  •  Apuntes  •  1.353 Palabras (6 Páginas)  •  276 Visitas

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Trabajo Práctico N° 1: Discursos sobre la desigualdad educativa.

Materia: Pedagogía Crítica de las Diferencias

  1. En base al texto: “Discursos, poder e ideología” de Ten Van Dijk y a lo trabajado en clase desarrolle el concepto: Discurso.

El discurso es un mensaje diagramado, cerrado.

Intenta ser persuasivo, convencerme de algo (ejemplo consumismo).

Orienta el comportamiento de una persona. En tanto construcción, convence, para comprar algo, para un estilo de vida en particular.

El discurso puede ser pensado como una “Construcción social”, obedece a una determinada ideología (instala una idea).

Representa o no una realidad, permite construir una mirada sobre la realidad. Es una expresión de ideología determinada, no es neutro, no es inocente. Trata de convencernos, comunica algo.

Construye, reconstruye de modo permanente la realidad.

Cuenta con cierta legitimación social. Explican ciertos aspectos de la realidad.

Conocer los discursos es importante para todos nosotros, porque sirven para ingresar a una fase simbólica civilizada.

El mensaje del discurso es positivo para posicionarme, cuestionarme.

  1. A- Mencione y explique brevemente los discursos que reemergen en la sociedad neoliberal según Kaplan y Llomovatte en torno a la desigualdad educativa (cap. I y VI del texto: Desigualdad Educativa).

Kaplan dice que en un contexto neoliberal reemergen discursos determinantes: El biológico y el social.

El social está basado en fuerza, en voluntad del individuo, discurso apoyado en nación, etnia (origen social).

El biológico me lleva a diferenciar personas más aptas y menos aptas por naturaleza, (inteligencia como atributo).

Los mejores y los más brillantes son los que triunfan, mientras que los inferiores fracasan debido a una supuesta propia naturaleza. La línea divisoria entre perdedores y ganadores está situada en el orden de las capacidades propias, en muchos casos en virtud de ser inteligente o de carecer de esa propiedad considerada como intrínseca al individuo, o sobre la base de los méritos y des – méritos individuales o familiares, presuponiendo un mundo social que ofrece igualdad de oportunidades.

Cuanto más vulnerable es el alumno que se auto – juzga, más tenderá a atribuirse el fracaso escolar a sí mismo, llegando a excluirse subjetivamente de aquello de lo que objetivamente ya está excluido.

Frases como: “No me da la cabeza para el estudio”, “no nací para la matemática”, “no estoy hecho para la escuela secundaria” que son habituales en las escuelas, terminan por interiorizarse en los sujetos y estructuran un veredicto y un destino escolar.

Nosotros discursivamente construimos la realidad, diferentes construcciones discursivas sobre el sujeto de aprendizaje. El sujeto naturaliza y cree estos diferentes discursos.

En contextos adversos, el docente carga especialmente sobre sus espaldas la responsabilidad social de paliar, acompasar el sufrimiento social de los alumnos. Se transforma en una suerte de trabajador social sin tener los saberes específicos para esas tareas y sin estar subjetivamente preparado para ello. Aún así, muchos docentes transforman esas condiciones profesionales no elegidas en oportunidades de democratización. Las instancias de reflexión sobre la práctica pueden permitir precisamente que los docentes aprendan a conocer a sus alumnos en sus identidades y constricciones materiales y culturales, sin pre-juzgarlos, sin condenarlos de antemano; y estar así en mejores condiciones pedagógicas para interactuar con ellos.

La comprensión genética de los alumnos, la comprensión del otro en su identidad sociocultural, requiere de un proceso de aprendizaje permanente por parte de los actores de la cotidianeidad escolar. Conocer las formas del capital cultural de origen de los alumnos, llegar a comprenderlas, es una tarea reflexiva y sostenida en el tiempo.

Comprender a los estudiantes significa ampliar el conocimiento que se tiene de ellos, abordarlos en su complejidad desde los contextos socioculturales singulares que viven sus vidas, muchas veces atravesadas por las constricciones de la pobreza, pero sin establecer juicios condenatorios en virtud de estos condicionamientos de entrada.

Diagnosticar no es condenar.

Comprender las identidades culturales de los estudiantes, es decir, sus modos de ver, pensar y hablar el mundo, implica un saber ponerse en el lugar del otro. No hay modo de llegar subjetivamente al otro con el rechazo, con la negación de su singularidad.

El desafío de la escuela por conocer las condiciones socioculturales de los estudiantes no debe conducir a realizar un diagnóstico sociocultural condenatorio de los estudiantes, que lleve a reproducir sus desventajas iniciales. Repensar discursos, que se asientan en frases como “no vale la pena enseñarles mucho porque no terminarán la escuela o terminarán siendo peones como sus padres”, es uno de los principales retos de los docentes que enseñan en contextos difíciles. Lo difícil no es imposible. La pregunta es: ¿cómo transformar en posibilidad lo que es en apariencia imposible?

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