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Discurso Sobre El Origen De La Desigualdad


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2012  •  2.708 Palabras (11 Páginas)  •  421 Visitas

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Discurso Sobre El Origen De La Desigualdad

Juan Jacobo Rousseau

Todos estos hechos, de los cuales fácil es suministrar pruebas incontestables, no pueden sorprender más que a los que tienen por costumbre fijar su atención sólo en los objetos que les rodean y a aquellos que ignoran los poderosos efectos de la diversidad de climas, del aire, de los alimentos, del régimen de vida de los habitantes en general, y sobre todo de la fuerza maravillosa de las mismas causas cuando obran sin interrupción sobre largas series de generaciones. Hoy que el comercio, los viajes y las conquistas reúnen y acercan los pueblos entre sí, y que sus modos de vivir tienden sin cesar a confundirse debido a la frecuente comunicación, notase que ciertas diferencias peculiares que antes distinguían a las naciones, disminuyen sensiblemente. Todos podemos observar que los franceses de nuestra época no son aquellos de fornidos cuerpos, blancos y rubios, descritos por los historiadores latinos, no obstante de que el tiempo, unido al cruzamiento de francos y normandos, blancos y rubios también, ha debido restablecer o contrarrestarla influencia que las relaciones con los romanos hiciera perder a la del clima en la constitución natural y tez de los habitantes.

Todas estas observaciones sobre las variedades que mil causas pueden producir y han, en efecto, producido en la especie humana, hácenme dudar si ciertos animales parecidos al hombre, tomados por los viajeros por bestias, sin detenido examen, o a causa de algunas diferencias notables en la conformación exterior, o únicamente porque estos animales no hablaran, no serían en realidad verdaderos hombres salvajes cuya raza dispersada antiguamente en los bosques, no había tenido ocasión de desarrollar ninguna de sus facultades virtuales ni adquirir ningún grado de perfección, encontrándose todavía en su estado primitivo. Pongamos un ejemplo de lo que digo.

"Hay, dice el traductor de la Historia de los viajes, en el reino del

Congo, una cantidad de esos grandes animales que se designan con el nombre de orangutanes en las Indias Orientales y que participan por mitad de la especie humana y de los babuinos. Battel refiere que en las selvas de Mayomba, en el reino de Loango, se ven dos especies de monstruos llamados pongos los más grandes y eniocos los más pequeños. Los primeros tienen un parecido exacto con el hombre, pero son mucho más gruesos y de más alta talla. Tienen el mismo rostro humano, pero con los ojos más hundidos. No tienen pelos ni en las manos, ni en las mejillas, ni en las orejas pero sí en las cejas, en donde los tienen muy largos. Aunque tienen el resto del cuerpo bastante velludo, el pelo no es muy espeso y su color es oscuro. En fin, en la única parte que se distinguen del hombre es en la pierna, la cual carece en ellos de pantorrilla. Caminan rectos, teniéndose con la mano el pelo del pescuezo; viven retirados en los bosques y duermen bajo los árboles en donde se hacen una especie de techo que los pone a cubierto de la lluvia. Su alimento lo constituyen frutas o nueces silvestres, jamás comen carne. Los negros que atraviesan las selvas tienen la costumbre de encender fuego durante la noche, y han observado que en la mañana, al marcharse ellos, los pongos ocupan el puesto alrededor del fuego de donde se retiran hasta tanto no está extinto, pues aunque tienen mucha habilidad, no poseen la suficiente para saber alimentarlo trayendo y echándole lefia.

"A veces andan en bandadas y matan a los negros que atraviesan las selvas. Caen también sobre los elefantes que vienen a pacer a los sitios que ellos habitan, incomodándolos tanto a fuerza de puñetazos y de palos que los obligan a emprender la fuga lanzando resoplidos. No se puede coger jamás pongos vivos, porque, son tan robustos que diez hombres no bastarían para detener y apoderarse de uno; sin embargo, los negros cogen una cantidad de ellos cuando están pequeños, después de haber matado a las madres, a cuyos cuerpos se pegan fuertemente los hijos. Cuando uno de estos animales muere, los otros cubren su cuerpo con un montón de ramas o de hojas. Purchass agrega que en las conversaciones tenidas con Battel, éste le había dicho que un pongo le robó en una ocasión un negrito, el cual pasó un mes entero en compañía de estos animales, pues no hacen ningún mal a los hombres que sorprenden, al menos cuando éstos no los miran atentamente, según había tenido ocasión de observar el negrito. Battel no describió la segunda especie de tales monstruos.

"Drapper confirma que el reino del Congo está lleno de estos animales que en las Indias llevan el nombre de orangutanes es decir, habitantes de los bosques, y que los africanos llaman quojas-morros.

Esta bestia, dice, es tan semejante al hombre, que algunos viajeros han llegado hasta creer que fuese el fruto de relaciones entre una mujer y un mono, quimera que los negros mismos rechazan. Uno de estos animales fue transportado del Congo a Holanda y presentado al príncipe de Orange, Federico Enrique. Era del tamaño de un niño de tres años, y de gordura mediocre, pero cuadrado y bien proporcionado, muy ágil y muy vivo, con las piernas carnosas y robustas, toda la parte delantera del cuerpo sin vellos y cubierta la trasera de pelos negros. A primera vista, su rostro era muy parecido al de un hombre, pero tenía la nariz chata y encorvada; las orejas eran también como las de la especie humana; el seno, pues era hembra, lleno y redondeado, el ombligo hundido, de espaldas muy unidas, las manos divididas en dedos y sus pantorrillas y talones gordos y carnosos. Andaba a menudo recto, con los dos pies, siendo capaz de levantar y llevar objetos bastante pesados. Cuando quería beber, cogía con una mano la tapa del pote y éste con la otra, enjugándose después graciosamente los labios. Acostábase, para dormir, con la cabeza sobre la almohada, y se cubría con tanta habilidad, que habría podido ser tomado por un hombre. Los negros cuentan extraños episodios de este animal: aseguran que no solamente fuerza a las mujeres y a las niñas, sino que se atreve a atacar a los hombres armados. En una palabra, hay muchas probabilidades de que sea éste el sátiro de los antiguos. Merolla hace referencia, sin duda, a estos animales cuándo nos relata que los negros cogen a veces en sus cacerías hombres y mujeres salvajes. Háblase además de estas especies de animales antropomorfos en el tomo tercero de la misma Historia de los viajes, bajo el nombre debeggos y de mandrills; pero ateniéndonos a las relaciones precedentes, encuéntrase en la descripci6n de estos pretendidos monstruos semejanzas asombrosas con la especie humana y diferencias más pequeñas que las que podrían señalarse de hombre a hombre. No se ven en estos pasajes

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