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Divina Comedia


Enviado por   •  12 de Octubre de 2014  •  3.769 Palabras (16 Páginas)  •  237 Visitas

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CANTO I

Canto inicial. Aquí Dante se encuentra extraviado en una selva abrupta y áspera, donde mas adelante, al pie de una colina, se topa con una pantera la cual le impide el paso y lo obliga a quedarse donde esta, al día siguiente, Dante retoma su camino ahora por otro lugar donde de nuevo se ve amenazado ahora por un gran león el cual estaba acompañado por una demacrada loba, al ver esto, Dante, muy atemorizado retrocede y retoma otro camino en el cual, se topa con Virgilio, el cual le acompaña y le guía el resto del camino.

CANTO II

Dante se encontraba en duda acerca de por que se le había sido encomendado este viaje, en el cual debía recorrer los caminos mas eternos y dolorosos, si es que quería llegar hasta donde se encontraban los bienaventurados, el se preguntaba quien lo había creído digno de recorrer estos caminos; aquí, es donde Virgilio describe su misión a Dante, la cual había sido encomendada por tres damas bienaventuradas, entre las cuales la principal era Beatriz, amor eterno de Dante. Virgilio despeja las dudas de Dante y se disponen a continuar por ese abrupto y sombrío camino.

CANTO III

Aquí Dante y Virgilio entran a lo que es el infierno, donde empiezan a recorrer lo que será su largo y sombrío destino; Dante, mientras caminaba, empieza a escuchar suspiros, lamentos, gritos de dolor y de rabia y en ocasiones aullidos lastimeros que conmovían en lo profundo. Por lo cual, pregunta a Virgilio la razón de tanto sufrimiento, aquí Virgilio le explica que se encuentran las almas de aquellas personas que en vida no merecieron alabanza alguna mezcladas con las de los ángeles que no se atrevieron a rebelarse contra dios, pero tampoco lo fueron fieles, sino que habían permanecido en indecisión.

Mas adelante en las orillas de un gran rio, Dante observo a lo lejos la silueta de un hombre muy viejo de pelo blanco, que se acercaba remando en sima de una gran barca, aquel hombre era Carón, barquero del infierno, el cual se encargaba de trasladar a aquellas almas infames hasta el otro lado del rio, donde perecerían ahí eternamente.

CANTO IV

Primer Circulo. Aquí Dante y Virgilio empiezan a escuchar lamentos, pero no eran lamentos de tormento, sino más bien de profunda pena que sentían las innumerables almas de niños, mujeres y hombres que ahí se encontraban. Virgilio explica que ahí se encuentran las almas de las personas que no fueron bautizadas, entre las cuales, muchas de esas personas fueron de gran valía en el mundo, pero que ahora se encuentran suspendidas en una eterna tristeza; Dante siente una inmensa tristeza ya que entiende que en aquel Limbo las almas sufren una única pena, la de vivir con un gran deseo, sin esperanza de satisfacerlo.

Mientras seguían recorriendo aquel lugar, Dante observo a lo lejos un resplandor que cortaba las tinieblas, en el cual se podía distinguir un conjunto de almas separadas del resto y que tenían el beneficio de la luz. Mientras se acercaban a aquel resplandor, Dante empezó a distinguir a cuatro sombras, las cuales no expresaban aflicción, pero tampoco alegría. Eran las almas de homero, Horacio, Ovidio y lucano, espíritus ilustres que ahí yacían. Dante y Virgilio se quedaron conversando con aquellas almas, las cuales se dirigieron a un prado de hierba fresca, donde al subir a lo alto, Dante pudo distinguir a muchos otros espíritus ilustres que ahí se encontraban, ente los que estaban: Sócrates, Platón, Electra, Demócrito, Thales de Mileto, Hipócrates, Diógenes, Orfeo, Euclides, Galeno, entre otras. Finalmente Dante y Virgilio quedaron solos y se dirigieron por un camino que los alejaba de aquel ambiente de pacifica claridad y que los hundía en una densa oscuridad.

CANTO V

Segundo círculo. Al llegar a la entrada de lo que es el segundo circulo, Dante descubre que este es el lugar donde habita el horrible Minos, el cual ejercía de juez dictando los castigos que cada alma merece; frente a el se encontraba un gran numero de almas que esperaban ser juzgados y castigados. Minos, al percatarse de la presencia de Dante y Virgilio trato de impedirles el paso, gritándole una serie de amenazas, a lo que Virgilio le reclamo diciéndole que el no tenia autoridad sobre algo que han permitido aquellos que todo lo pueden; por lo cual, Minos no tubo otro remedio mas que dejarlos pasar.

Mientras se adentraban en aquellos horribles lugares, Dante comenzó a escuchar extraños lamentos que provenían de un lugar en el cual reinaba una completa oscuridad, pero donde también se escuchaba un fuerte estruendo; al llegar ahí, Dante observa un infernal torbellino, el cual nunca cesaba de revolver las almas que ahí se encontraban, las cuales chocaban constantemente unas con otras y con todo lo ahí había; Dante supo entonces que ahí se encontraban los pecadores de la carne, los que pierden la razón y se entregan a los apetitos. Mientras seguían observando aquel horrible y doloroso lugar, Dante divisa a lo lejos las almas de Francesca y Paolo, amantes adúlteros que encontraron su horrible destino mientras leían un libro de Lanzarote. Dante pidió a las almas que se acercaran a conversar con ellos, a lo cual las almas con total de encontrar un pequeño descanso de aquel castigo que los atormentaba, se acercaron a conversar con ellos, Dante pidió a aquellas almas que le contaran el porque se encontraban ahí, Francesca angustiosamente comenzó a contarlo su dolorosa y trágica historia, a lo cual Dante al escuchar tan trágica historia se sintió muy agobiado y termino desmayándose.

CANTO VI

Tercer circulo. Al recuperar los sentidos, Dante se dio cuenta de que se hallaba rodeado de nuevos tormentos y de nuevas almas penitentes que se encontraban por dondequiera que dirigía la mirada. Sin haberse dado cuenta Dante ya se encontraba en el tercer círculo, en el cual caía una eterna lluvia helada y pertinaz, la cual estaba mezclada con granizo y una nieve negruzca y fétida, la cual apestaba la tierra que la recibía. Ahí también se encontraba Cerbero, fiera monstruosa, la cual es famosa por su extrema crueldad y que ladra como un perro, pero con tres hocicos; Cerbero tenía los ojos encendidos como carbones, una barba negra y grasienta y largas uñas en las patas, con las que desgarraba y despedazaba las almas de los desdichados que ahí se encontraban. Al verlos llegar Cerbero

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