Doctrinas Filosoficas
Ariel99918 de Marzo de 2014
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1. Las grandes doctrinas filosóficas
Podríamos decir que la diversidad de opciones que se han barajado en la construcción de las ciencias sociales se debe a la variedad de hipótesis filosóficas en las cuales se basan las concepciones del hombre y de la sociedad, referentes directos de esas ciencias. En sentido estricto, el contenido mismo de las ciencias no comprende conceptos filosóficos como tales, pero sus soportes básicos se relacionan, en última instancia, con diversos supuestos ontológicos y gnoseológicos respecto de la naturaleza de los objetos a los cuáles se refieren y a las posibilidades y niveles del conocimiento que se puede lograr de ellos. Es decir que, en el lejano horizonte de su formación, las ciencias sociales (y también las naturales) contienen diversas hipótesis ontológicas y gnoseológicas que forman parte de antiguas escuelas filosóficas y de otras más recientes que se han derivado de ellas.
En este capítulo y en el próximo presentaremos un resumen en el cual se ha puesto énfasis en la forma en que tales escuelas caracterizan la naturaleza última de lo que puede ser conocido, el origen del conocimiento y la relación que se establece entre el sujeto que conoce y el objeto que se conoce. En cada escuela indicaremos los principales paradigmas y teorías de las ciencias que, de una forma u otra, se vinculan con ella, bien en su expresión principal o bien con alguna de sus, a veces, múltiples variantes.
EL MATERIALISMO
El materialismo es la doctrina filosófica que sostiene, en términos ontológicos, que todo lo que existe es materia o depende de ella para su existencia. Los entes materiales son capaces de actuar como fuentes de estímulos sensoriales, independientes de cualquier estado de conciencia.
Los orígenes más remotos del materialismo se encuentran en Demócrito (460-370 a. C.), para quien todas las cosas que se dan en el mundo están compuestas por elementos últimos -los átomos- que son individuales e indivisibles. Por tanto, los hombres, los animales, las plantas, etc., están formados por esas partículas que, en cada caso, se combinan de maneras diferentes, pero que al final
se desintegran para formar nuevas estructuras. El pensamiento es una forma de sensación, y ésta, a su vez, corresponde a cambios que se producen en los átomos que componen el alma -que es corporal y mortal- ocasionados por átomos que provienen de las cosas. Por eso, toda forma de conocimiento se reduce al contacto de átomos.
En los tiempos modernos, con el avance de las ciencias naturales, el materialismo especulativo de las primeras épocas fue revisado, y en una nueva forma, la del materialismo científico, fue tomado como un principio explicativo de la estructura y formación de objetos más complejos, específicamente en la física y en la química. En el siglo XX, el materialismo en las ciencias sociales está representado por el materialismo dialéctico de Marx, según el cual el mundo material va progresando a nuevas formas, ya que todo proceso produce como reacción uno de naturaleza contraria en una cadena continua en la que una causa provoca un efecto, el cual, a su vez, actúa como causa de otros efectos, y así sucesivamente en una progresión en la que se producen transiciones de estados cuantitativos a estados cualitativos. Esta forma de progresión, que se observa en la naturaleza y en la sociedad, caracteriza, según el materialismo dialéctico, todo proceso evolutivo.
EL REALISMO
Como sucede en otra de las grandes escuelas filosóficas, el realismo tiene diversas vertientes y expresiones particulares. El término realismo metafísico fue utilizado por primera vez para designar la concepción según la cual las ideas generales –o, como se decía entonces, las ”universales”- tienen existencia real, con independencia de ser pensadas o no. El término realismo gnoseológico, por otro lado, designa la doctrina que sostiene la existencia de cosas fuera de la mente que se pueden conocer, las cuales originan nuestras percepciones, pero son independientes de ellas.
Para el realismo ingenuo el conocimiento es reproducción exacta de los objetos externos. El realismo crítico, en cambio, reconoce el valor de la razón en el conocimiento. No podemos aceptar dogmáticamente, dice, los datos de los sentidos, pues debemos someterlos a examen por la razón para comprobar en qué
medida corresponde a la realidad.
El realismo toma actualmente la forma de realismo científico, que mantiene el reconocimiento de la existencia de los objetos fuera de la conciencia para sostener que es la ciencia la que proporciona el mejor conocimiento de la realidad, por sobre el conocimiento del sentido común, el conocimiento religioso o el místico. De manera similar al realismo crítico, admite que tanto la experiencia como la razón se necesitan para conocer la realidad. Junto con otras formas de realismo, el realismo científico se opone directamente al idealismo. Sus representantes más destacados son Bertrand Russell, G. E. Moore y, en nuestros días, Mario Bunge. En las ciencias sociales, con diversas conexiones con el empirismo, el realismo se encuentra en la base filosófica de sociólogos como Spencer, Durkheim, Lazarsfeld, etcétera.
Mario Bunge, sin abandonar su posición realista principal, acepta el materialismo en la fundamentación filosófica de las ciencias, según puede comprobarse en la siguiente cita:
Todo ente material es cambiable cuando menos en lo que se refiere a su posición respecto de otros entes materiales. Para decirlo en forma negativa, en ningún momento la ciencia ha afirmado la inmutabilidad de la materia.
Otra lección que podemos extraer de lo que precede es que, lejos de alejarse del materialismo, la ciencia se está tornando cada vez más materialista en forma explícita. Lo está haciendo no sólo evitando el comercio con objetos inmateriales (fuerzas vitales, fantasmas, pensamientos descarnados, fuerzas históricas supramateriales, etc.), sino también, y de hecho especialmente, estudiando entes materiales. En efecto, la ciencia investiga cosas físicas tales como cuanta, campos y cuerpos, sistemas bioquímicos como los componentes de la célula, biosistemas tales como bacterias y hongos, y sistemas sociales tales como economías y culturas. De modo, pues, que la ciencia contemporánea puede caracterizarse corno el estudio de entes materiales por medio del método científico y con el fin de encontrar y sistematizar las leyes de tales objetos. En otras palabras, la investigación científica presupone una ontología materialista, y también la enriquece.
EL IDEALISMO
El idealismo es la escuela filosófica opuesta tanto al materialismo como al realismo. Como idealismo ontológico atribuye a las ideas una existencia previa e independiente de la materia, es decir, del mundo físico. Como idealismo gnoseológico sostiene, sin admitir la independencia de las ideas como lo hace la posición ontológica, que la imagen que tenemos de las cosas del mundo es una creación de nuestra razón y como tal no existe fuera de nosotros: el conocimiento de la realidad está determinado, en su forma, por nuestra conciencia. Representante típico de la posición ontológica es Platón, mientras que Kant lo es de la gnoseológica.
Si bien el idealismo ha tomado diversas variantes y expresiones, todas ellas pueden caracterizarse por la importancia central dada a la conciencia, a las ideas, al pensamiento, al sujeto, al yo, a la persona en el proceso y en la configuración del conocimiento.
El idealismo más extremo está representado por Berkeley, para quien el esse (existencia) de las cosas consiste en su percipi (ser percibidas) y, por tanto, los objetos físicos son sólo ideas (de ahí el término “idealismo”). Cuando no hay personas que las perciban, las cosas sólo existen en la mente de Dios.
En Descartes (1596-1650), considerado por algunos tratadistas como el primer idealista moderno (si bien, como veremos más adelante, es también un racionalista), el idealismo aparece en su propuesta de fundar toda evidencia en el pensamiento (“pienso, luego existo”). No niega la existencia de la realidad externa, sino que afirma que esa realidad no es un “dato” del cual parte sin más ni más.
En relación con uno de los temas centrales de este texto, conviene recordar el concepto de método de Descartes expresado, de manera sucinta, en cuatro preceptos o reglas:
El primero era no recibir jamás ninguna cosa como verdadera que yo no la conociese como tal; es decir, de evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención; y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presenta a mi
espíritu tan clara y distintamente que no tuviese ninguna ocasión de ponerlo en duda.
El segundo, de dividir cada una de las dificultades que examinara en tantas partes como se pudiera y como lo exigiera su mejor solución.
El tercero, en conducir con orden mis pensamientos comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer para ascender poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos; e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente unos a otros.
Y el último, de hacer en todo enumeraciones tan detalladas y revisiones tan generales que estuviese seguro de no omitir nada.
Kant, en un intento de conciliar el racionalismo con el empirismo, formula su propio idealismo, al cual denomina idealismo trascendental o idealismo crítico (Crítica de la razón pura), basado en el argumento según el cual el conocimiento se apoya en sensaciones dispersas, adquiridas cada una con independencia de las demás, referidas a un mundo compuesto de fenómenos (que él denomina “cosas en sí”), pero que no podemos
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