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EL ESTADO MEXICANO DESDE LA PERSPECTIVA TOMISTA DEL BIEN COMÚN Y DEL ESTADO IDEAL ARISTOTÉLICO


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2013  •  2.768 Palabras (12 Páginas)  •  373 Visitas

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EL ESTADO MEXICANO DESDE LA PERSPECTIVA TOMISTA DEL BIEN COMÚN Y DEL ESTADO IDEAL ARISTOTÉLICO

Introducción

Recientemente, en torno a la celebración del Bicentenario de la Independencia de México, hemos recordado cómo nuestro país se constituyó como una República autónoma y libre, dejando atrás el sistema monárquico que nos proponían los conquistadores españoles. Así, el Estado mexicano adoptó forma y ha ido creciendo y cambiando a lo largo de la historia, ya sea para bien o para mal. Hoy en día, somos testigos de cómo nuestro México, aunque teóricamente bien estructurado y con sistemas de gobierno claramente bien establecidos, en la práctica muchas veces no es capaz de satisfacer las necesidades vitales, o al menos las fundamentales, de cada uno de los ciudadanos.

Ciertamente, la democracia, tal cual es concebida hoy en día, aunque en esencia consta del mismo fundamento, no es la misma que era originalmente. Y es así que de la misma manera que el hombre ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, las formas y concepciones del gobierno han cambiado, adaptándose a las exigencias de cada tiempo. Sin embargo, según considera Aristóteles, estos cambios a veces pueden darse en búsqueda de ciertos bienes particulares.

El presente trabajo pretende retomar algunos de los conceptos clave del pensamiento aristotélico en torno a su concepción del Estado ideal, así como también iluminar con la teoría del Bien común que nos legó Santo Tomás de Aquino, pues para ambos pensadores, el objetivo de Estado es y siempre será garantizar la vida feliz de sus ciudadanos.

Es claro que no podemos adoptar tajantemente ninguna de las posturas mencionadas, pues aunque ambas presentan ideas clave y nunca perecederas, tanto Aristóteles como Santo Tomás, al igual que cada pensador que ha aportado elementos a la Filosofía, han estado sujetos al condicionamiento histórico-social de cada uno de ellos. Apelaremos, pues, a esas ideas no perecederas, las cuales pueden iluminar nuestro propio contexto político y social.

Naturaleza política del hombre

En los inicios de su obra “Política”, Aristóteles hace una definición que resulta crucial para justificar el porqué de las estructuras gubernamentales humanas. Así, define al hombre como un ζῷον πoλίτικoν (animal político), es decir, que, por naturaleza, ningún ser humano puede vivir aislado del resto, así como tampoco puede abstenerse de la necesidad de mantener relaciones con sus semejantes en todos los momentos de la existencia para ser él mismo.

Así pues, la necesidad de relación se fundamenta en la división que existe en la naturaleza humana. En primer lugar, los hombres están divididos en varones y en mujeres, que se unen a fin de formar la primera comunidad, es decir, la familia, para la procreación y para la satisfacción de las necesidades elementales. Sin embargo, las familias no se bastan a sí mismas, sino que requieren de formas de vida más estructuradas. De este modo, las familias se agrupan en gremios o municipios, que son comunidades de constitución más amplia, destinadas a garantizar de forma orgánica y sistemática las necesidades propias de la vida.

Sin embargo, aún los mismo municipios, aunque su finalidad es satisfacer las necesidades de la vida, no son suficientes para satisfacer las necesidades de la vida en general, es decir, no pueden favorecer, en la concepción de Aristóteles, las condiciones de una vida perfecta. Es precisamente en este punto en donde se manifiesta la necesidad de leyes que promuevan la satisfacción de las necesidades de la vida en general. Esto sólo puede ser logrado por la organización compleja del Estado.

Es pues por ello que, aunque surge cronológicamente al final, el Estado ocupa el primer lugar en el orden de tipo ontológico. Así, el Estado viene a ser el todo del cual tanto las familias como los municipios son las partes. De todas estas formas de organización, sólo el Estado puede ser considerado como autosuficiente, pues la familia y el gremio subsisten en función de aquél.

De este modo, Aristóteles descubre cómo el Estado como tal es producto de la misma naturaleza político-social del hombre. Por ello es precisamente que dice:

“El que no puede entrar a formar parte de una comunidad, el que no tiene necesidad de nada, bastándose a sí mismo, no es parte de una ciudad, sino que es una bestia o un dios” (Aristóteles, Pol. A 2, 1253a 27-30).

Finalidad del Estado y la Ley

Aristóteles, y Santo Tomás siguiéndolo a él, habla precisamente de la orientación de los actos del hombre hacia el bien, ya sea verdadero o aparente. Distingue, pues, entre dos tipos de bienes: unos de naturaleza particular y otros de naturaleza social. Y aunque considera igualmente lícita la búsqueda de uno u otro, concede mayor importancia a aquellos de naturaleza social, precisamente respondiendo a la ya mencionada naturaleza social del hombre.

De este modo, Aristóteles iniciará su tratado de la Política, considerando precisamente que toda asociación no se forma sino en vista de algún bien. Pero, como ya mencionamos, no todos los bienes han de ser buscados con la misma intensidad que los demás. Dirá, pues, al respecto Aristóteles:

“… que todas las asociaciones tienden a un bien de cierta especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el objeto de la más importante de las asociaciones, de aquella que encierra todas las demás, y a la cual se llama precisamente Estado y asociación política.” (Aristóteles, Política, Capítulo I)

Así, partiendo de este supuesto, todas las leyes que dicte el Estado deberán ser en función de la búsqueda de este bien de tipo social. Sin embargo, no toda persona está facultada para llevar a cabo este tipo de legislaciones. Más aún, Aristóteles tiene en alta estima el papel que juega la virtud en esta labor y, sobre todo, la razón. Así también Santo Tomás, considerando a la Ley como una cierta regla y medida de los actos, dirá:

“Mas la regla y medida de los actos humanos es la razón […] pues es propio de la razón ordenar a un fin” (Sto. Tomás, Tratado de la Ley, Art. 1).

Esto implica, pues, que todo acto del Estado deberá estar ordenado precisamente a la consecución del bien social por el ejercicio de la recta razón fundamentada en las virtudes. Así, ya que el Bien sobre todos los bienes del hombre es la felicidad, y así como los actos personales están orientados últimamente a ella, será la mayor tarea del Estado procurar la felicidad de los ciudadanos. Es aquí donde surge uno de los mayores aportes tomistas a la filosofía política: el bien común.

El

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