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EL Niño Del Espejo

Mcamacho62 de Julio de 2014

828 Palabras (4 Páginas)461 Visitas

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El niño del espejo

Zaratustra volvió a continuación a las montañas y a la soledad de su caverna y se apartó de los hombres: aguardando como un sembrador que ha lanzado su semilla. Mas su alma se llenó de impaciencia y de deseos de aquellos a quienes amaba: pues aún tenía muchas cosas que darles. Esto es, en efecto, lo más difícil, el cerrar por amor la mano abierta y el conservar el pudor al hacer regalos.

Así transcurrieron para el solitario meses y años; mas su sabiduría crecía y le causaba dolores por su abundancia.

Una manana se despertó antes de la aurora, estuvo meditando largo tiempo en su lecho y dijo por fin a su corazón: «¿De qué me he asustado tanto en mis sueños, que me he despertado? ¿No se acercó a mí un niño que llevaba un espejo?

"Oh Zaratustra - me dijo el niño - , ¡mírate en el espejo!"

Y al mirar yo al espejo lancé un grito, y mi corazón quedó aterrado: pues no era a mí a quien veía en él, sino la mueca y la risa burlona de un demonio.

En verdad, demasiado bien comprendo el signo y la advertencia del sueño:¡mi doctrina está en peligro, la cizaña quiere llamarse trigo!

Mis enemigos se han vuelto poderosos y han deformado la imagen de mi doctrina, de modo que los más queridos por mi tuvieron que avergonzarse de los dones que yo les habia entregado.

¡He perdido a mis amigos; me ha llegado la hora de buscar a los que he perdido!

Al decir estas palabras Zaratustra se levantó de un salto, pero no como un angustiado que busca aire, sino más bien como un vidente y cantor de quien se apodera el espíritu. Extrañados miraron hacia él su águila y su serpiente: pues, semejante a la aurora, sobre su rostro yacía una felicidad cercana.

¿Qué me ha sucedido, pues, animales míos? - dijo Zaratustra. ¿No estoy transformado? ¿No vino a mí la bienaventuranza como un viento tempestuoso?

Loca es mi felicidad, y cosas locas dirá: es demasiado joven todavía - ¡tened, pues, paciencia con ella!

Herido estoy por mi felicidad: ¡todos los que sufren deben ser médicos para mí!

De nuevo me es lícito bajar a mis amigos y también a mis enemigos! ¡De nuevo le es lícito a Zaratustra hablar y hacer regalos y dar lo mejor a los amados!

Mi impaciente amor se desborda en ríos que bajan hacia levante y hacia poniente! ¡Desde silenciosas montañas y tempestades de dolor desciende mi alma con estruendo a los valles!

Demasiado tiempo he estado anhelando y mirando a lo lejos. Demasiado tiempo he pertenecido a la soledad: así he olvidado el callar.

Me he convertido todo yo en una boca, y en estruendo de arroyo que cae de elevados peñascos: quiero despeñar mis palabras a los valles.

¡Y lo haré aunque el río de mi amor se precipite en lo infranqueable! ¡Cómo no va a acabar encontrando tal río el camino hacia el mar!

Sin duda hay en mí un lago, un lago eremítico, que se basta a sí mismo; mas el río de mi amor lo arrastra hacia abajo consigo- ¡al mar!

Nuevos caminos recorro, un nuevo modo de hablar llega a mí; me he cansado, como todos los creadores, de las viejas lenguas. Mi espíritu no quiere ya caminar sobre sandalias usadas.

Con demasiada lentitud corre para mí todo hablar: - ¡a tu carro salto, tempestad! ¡E incluso a ti quiero arrearte con el látigo de mi maldad!

Como un grito y una exclamación jubilosa quiero correr sobre anchos mares, hasta encontrar las islas afortunadas donde moran mis amigos:-

¡Y mis enemigos entre ellos! ¡Cómo amo ahora a todo aquel a quien me sea lícito hablarle! También mis enemigos forman parte de mi bienaventuranza.

Y si quiero montar en mi caballo salvaje, lo que mejor me ayuda siempre a subir es mi lanza: ella es el servidor constantemente dispuesto de mi pie: -

¡La lanza que arrojo contra mis enemigos! ¡Cómo

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