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EN BUSCA DE LO BELLO


Enviado por   •  31 de Diciembre de 2012  •  1.806 Palabras (8 Páginas)  •  344 Visitas

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Desde que los griegos presocráticos nos hablaran de un mundo ordenado en base a unas leyes atomistas, un cosmos (orden del universo), que van a marcar la cultura occidental y quizás nuestra visión de la realidad y nuestro criterio de lo bello. Viajando por este mundo que quizás nos supedita o nos limita a una perspectiva no del todo correcta, obviando las distintas culturas que se alejan de nuestra visión occidental.

Pero ante esta opinión discriminatoria y centralista, mi obsesión por descubrir lo que en realidad es bello hizo imaginarme en base a todo lo que he conocido y visto en el arte plasmado por la humanidad, el encuentro con lo bello.

Y para intentar escapar de esta visión subjetiva de mi concepción del arte, consideré que la mejor forma de captar y de ver lo bello y darle un sentido apropiado al termino de estética, era visitando aquellos lugares donde se guarda de manera mimosa y recelosa toda la belleza que el hombre ha ido plasmando de distintas formas, expresándola bien mediante la escultura, pintura y arquitectura, quizás los tres pilares principales de la proyección del hombre de su concepto de lo bello a lo largo de la historia. Así en una de las oportunidades que te da la vida y la situación económica, decidí viajar a París, considerado bajo mi criterio uno de los lugares donde más podía encerrar esos cánones de belleza que me iban a descubrir ese mundo que necesitaba, para poder darle una definición correcta al termino de estética.

En un primer día, después de aterrizar en uno de los aeropuertos de Paris, fue la sensación de grandeza, aquello que el hombre siempre ha querido reflejar desde su consciencia del universo que le rodea. Esa sensación no me iba a abandonar durante todo el viaje por esta ciudad parisina.

El hotel en el cual me toco alojarme, y lo digo así porque fue asignado por la agencia, sin saber cuál iba a ser la sorpresa, aunque ya me avisaron que no me esperase nada especial. Pero mi sorpresa fue que en lugar de un hotel de los cuales estaba habituado, era algo bastante especial y no por lo que podía transmitir de lo bello, se trataba de un hotel de mediados de los 60, en el boom arquitectónico de lo funcional, con 25 plantas y dos ascensores que su trabajo diario se convertiría de un calvario las 24 horas del día trasladando pasajeros el doble de su capacidad. Pero lo más impactante para mi fue que aquella torre inmediatamente la asocie con la Torre de Babel, no por su altura, sino por la diversidad de culturas, de etnias y lenguas que me encontraba en cada momento por los pasillos. Eso dentro del agobio que suponía tanta gente me dio un reconfortante placer de pensar que estaba en el sitio idóneo, el lugar que yo esperaba, aquel lugar que me iba aportar esa diversidad, que seguro también lo iba a ser con respecto al arte que me iba a encontrar.

Ese primer día después de ordenar el equipaje y husmear algo por la habitación de hotel, y ojear las revistas en francés e ingles, decidí salir a dar mi primera vuelta por la ciudad, a pesar de que el día estaba nuboso y con alguna lluvia, pero para eso ya venía preparado, así que me armé con un chubasquero y Salí. Mi primera sensación fue la grandiosidad que me transmitió toda la majestuosidad que me encontré junto al rio Sena, el cual iba a ser mi guía para encontrarme con todo lo que esperaba. Eso me hizo recordar como a lo largo de la historia las más importantes civilizaciones han surgido alrededor de un rio, y quizás visitando esos ríos nos encontraremos junto a ellos las manifestaciones que el hombre ha plasmado en cualquier forma para reflejar su idea y su sentir del mundo que le rodeaba.

Ese día nublado, le estaba dando un encanto especial, me di cuenta que mi yo subjetivo estaba empezando a funcionar y creando un concepto de belleza idealizado por mis vivencias y experiencias, pero eso no es lo que yo iba buscando, necesitaba que lo que me transmitiese fuese más objetivo y en eso me esforcé.

Empecé a ver a la gente que en su época de esplendor paseaba por esas calles, utilizaba esos puentes, y intente ponerme en el lugar de ellos, y entender que su percepción de aquellos edificios y a aquellas moles arquitectónicas que tendrían un sentido más funcional o en todo caso más espiritual que el que yo podría ver. Pero si entendí que lo bello estaba en entender esa forma de ver las cosas. Y que desde una concepción relativista pude entender que se concepto de belleza universal se quedaba difuminado en el tiempo pero que aquellos edificios todavía significaban mucho para la gente que los visitábamos y lo apreciábamos.

Ese día fue estupendo, tranquilo relajado, contemplativo en toda su extensión, mezclando lo bello del día y su reflejo en los monumentos en los que se proyectaba esa belleza natural.

Al anochecer, la iluminación artificial que el hombre ha canalizado desde la energía que nos proporciona la naturaleza, con un dominio espectacular del juego de la luz, consigue resaltar el esplendor de toda la edificación monumental que la eleva desde lo más característico la arquitectura contemplada, a lo más espiritual, “divino incluso”.

Aquí entendí a Kant, con su crítica del juicio, y creí estar haciéndolo, mi contemplación se había convertido en la crítica de lo bello, pensé que mi perspectiva era una más que estaba supeditada

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