El Amor Las Mujeres Y La Muerte
leobec0425 de Septiembre de 2013
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Notas acerca de la dramaturgia: de lo cotidiano a lo extraordinario, de la imagen primigenia al armado de la obra.
Por Cecilia Propato
Ustedes se pueden preguntar qué es la Dramaturgia. Bien. Les puedo dar brevemente la definición clásica que dice que "la dramaturgia es el arte de la composición de obras teatrales a través de un sistema específico para escribir piezas que tengan teatralidad". La Dramaturgia hoy se amplia como concepto y como práctica a la noción de Escritura Dramática -es decir el texto escrito para ser representado en teatro o filmando para cine o televisión-.
Creo fervientemente que para dedicarse a escribir y constituirse en una autora o autor teatral hay que escribir mucho, equivocarse, rehacer los textos, corregir, escuchar los materiales de los otros, mantener cierta disciplina (continuidad), despojarse de la susceptibilidad y de la idea de un texto perpetuo. Es decir, la estructura dramática es fragmentaria –didascalias (descripción de imágenes y de acciones) por un lado y discurso dramático (el habla de los personajes) por otro- por ende su forma de construcción resiste la fragmentación y su naturaleza es más proclive a los cambios permanentes, a la manipulación de la estructura por parte del autor en forma constante tanto en el momento de convivencia con el texto dramático como en el transcurso de la puesta en escena o posteriormente a ella.. El tiempo presente en que transcurre el teatro ayuda a estas transformaciones continuas, en el aquí y ahora es más factible la improvisación, el error y el modificar sobre la marcha, cualquier acto de la vida cotidiana de ahora se puede tratar de reformar, en cambio los hechos del pasado son imposibles de transformar; este mecanismo de presentismo se traspasa o al menos debería traspasarse a la dramaturgia y a su forma de elaboración.
En relación a esta noción de presente surgen dos conceptos planteados por Hegel y que recuperamos de él para la dramaturgia: problema y conflicto. Una obra de teatro comienza cuando el personaje principal se hace cargo de su problema. El problema es un elemento argumental que está fuera de la obra de teatro (argumento) y que se trae de manifiesto en el transcurrir de la pieza teatral -es decir de la trama, del relato- a través del conflicto. Antes de este conflicto dramático y de su abordaje surge la dificultad con la tarea que tiene el dramaturgo de crear conflictos en tiempo presente lo cual genera una impresión mucho mayor que remontar una situación en tiempo pasado.
La autora, el autor está dado a construir conflictos estéticos mientras se viven conflictos reales en la vida propia y junto con esto hay que convivir con la idea de escribir reteniendo la mano: a la dramaturgia se la va descubriendo de a poco, carga con un misterio y como todo misterio si se revela deja de serlo.
Se podría decir que la dramaturgia es como una rosa, así de intrincada, tiene muchas vueltas entre sus pétalos, es irregular y misteriosa. A una rosa la vemos simple por fuera pero es mucho más compleja de lo que parece. Y a su complejidad se le suma un perfume tan persistente que hace que no pase desapercibida y si es roja menos aún. Es decir la dramaturgia como la rosa está asociada a la complejidad y a la pasión. Sin pasión es imposible la dramaturgia y por ende el teatro. Y la pasión está ligada al conflicto del dramaturga/o con la obra y al conflicto intrínseco del relato dramático.
Pero como todo objeto bello, está rodeado de un folclore: uno de ellos es que hay que esperar a que aparezca la musa. Vaya espera trágica. Porque tengo la mala noticia de que la musa no existe como elemento resolutivo. La musa o inspiración apunta a un estado aleatorio del que escribe, no existe como recurso práctico. Sí puede haber momentos más propicios para la creación. Henry Miller decía que “cuando no se puede crear, se puede trabajar” y sostenía esto a propósito de hacerse un croquis o esquema de trabajo para disponerse a escribir todos los días, aunque algunas veces no lograba elaborar nada, entonces corregía sus materiales o hacía anotaciones. "QUE LA MUSA SI VIENE ME ENCUENTRE TRABAJANDO", decía Miller. Y porqué no ver la escritura de una obra de teatro y la labor autoral como un trabajo. Una labor en donde por momentos se puede encontrar el placer, en otros instantes el cansancio y la inconformidad y a veces la genialidad.
Como segundo parámetro, si comparamos a la dramaturgia con la rosa y entre ellas aceptamos un tópico común que es la belleza, se podría decir que hay que alejarse del concepto de originalidad y aquí nos encontramos con el segundo tema del foclore. No se puede ser original, se puede ser particular. Además, no es lo original lo que genera belleza, sino que se considera bello lo que conmueve el registro de la visión y percepción. Y no todo lo original conmueve. No hay que ir en busca de la originalidad. Puede ser una expedición que lleve a un puerto inexistente y que ese hecho se colme de frustración. El director de cine A. Hitchcock decía "vale más partir del cliché que llegar a él". Y el arquitecto y artista plástico Gaudí pensaba que "la originalidad es la vuelta al origen".
Me parece que hay que rescatar la noción de origen. Siempre hay que volver al origen, tal como los antiguos griegos proponían la vuelta a las fuentes y a lo primigenio en el mito del eterno retorno. Friedrich Nietzsche en su libro El nacimiento de la tragedia, releé el universo de los antiguos griegos y dice que el arte o la creación es una conjunción, un equilibrio entre lo dionisíaco y lo apolíneo, tendencias del arte griego que se establecen como principios opuestos y vinculados dialécticamente. Lo apolíneo es el arte de la mesura y de la armonía del conocimiento de sí mismo y de sus límites. Algunas manifestaciones son la arquitectura dórica, la música acompasada, la poesía de Homero y la pintura de Rafael. Lo dionisiáco es la anarquía bárbara de las fiestas y orgías paganas. Está consagrado a la ebriedad como concepto y a la reconciliación de la naturaleza con el individuo. Es el arte de la música sin forma articulada, que produce terror en el auditorio y en el ejecutante. Nietzsche expresa que en el tránsito dionisíaco "el hombre deja de ser artista y se transforma él mismo en obra de arte".
Lo apolíneo y lo dionisíaco, a pesar de o más bien a causa de su naturaleza inversa, no podrían existir el uno sin el otro, se complementan en el trabajo creador, dan nacimiento al arte griego y en general a la historia del arte. De hecho podemos decir que el Proceso Creativo es un equilibrio entre lo dionisíaco (caos-intuición-generación de imágenes, improvisación) y lo apolíneo (orden, logos, razón, armado del relato, corrección y autocorrección).
El tercer tema folclórico es la noción equívoca de que el conflicto surge en forma repentina, como si cayera en una obra desde un plato volador y se instalara en el relato, que sería como pensar que la belleza es meramente externa cuando es un reflejo de un estado interno o que la rosa en una construcción desde un afuera hacia un adentro. Este mito viene de la mano del pensamiento de que las cuestiones conflictuales de la vida son conflictuales en una obra de teatro lo cual lleva a malos entendidos estéticos que alejan de darse cuenta de que una pieza teatral se construye no en base a lo que se cuenta sino a cómo se relata, y a no ver que cualquier situación puede ser conflictual en tanto haya dos polos que se oponen. Es decir el conflicto no es a priori, independientemente de la experiencia, sino que es a posteriori, dentro de la convención y de la poética de una obra de teatro una situación puede ser conflictual y no ser equiparable en términos problemáticos a la vida cotidiana.
La imagen primigenia
Cuando se empieza a escribir empezamos con el proceso dionisíaco, con la zona primitiva y primaria abortada y contenida excesivamente por nuestra vida regida por normas sociales. De lo que se trata en un principio es de encontrar lo simple, tal como es la belleza cuando es belleza y no artificio: una gran simpleza.
Y si vamos a lo simple, hay que comenzar con las imágenes. Toda obra de teatro parte de una imagen primigenia, aunque ésta no esté contenida posteriormente en el texto definitivo. Por un momento, hay que dejar a un lado la idea de culminación y de estructura y vamos a apuntar al proceso inicial, intuitivo (dionisíaco). Es decir nos vamos a remontar al arjé, que es "el principio fundamental de todas las cosas" para los griegos, específicamente acuñado por los filósofos pre-socráticos como Heráclito, Parménides y Tales de Mileto.
En primera instancia podríamos decir que encontrar una imagen no es reproducir un hecho, sino encontrar la generación de un hecho desde una descripción interna: "es el interior del nido lo que impone su forma" propone Gastón Bachelard en La Poética del Espacio. Este fenomenólogo, dice que "la imagen inicial dice lo que tiene que decir" en una sola palabra, tiene el valor indestructible de lo primigenio. Las imágenes dominantes tienden a asociarse hasta colocar ideas a esas imágenes. A grandes rasgos se podría decir que hay imágenes cotidianas (ordinarias) e imágenes estéticas (extraordinarias).
Las imágenes cotidianas tienen el valor del recuerdo personal. Uno recuerda los zapatos marrones de un abuelo y, a través de esa impresión, se sigue construyendo la idea de ese abuelo. Ya el filósofo empirista David Hume hablaba de impresiones e ideas. Si digo cereza, deviene la imagen de la cereza, luego la idea
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