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El Amor Y La Transferencia


Enviado por   •  26 de Enero de 2015  •  1.697 Palabras (7 Páginas)  •  173 Visitas

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EL AMOR Y LA TRANSFERENCIA

El atravesamiento de un amor siempre deja huellas. Hablar de atravesamiento de un amor significa, por supuesto, que el amor termina, se atraviesa cuando termina forzosamente y siempre ese atravesamiento en tanto amor desdichado, engañado, que ha dejado huellas, reconocidas ante todo como tales en el nivel de la identificación. Ésa es la primera idea de Freud.

Pero las huellas del amor, una vez atravesado, no están sólo en el nivel de la identificación; también las encontramos en el nivel donde actúa la repetición, el nivel de las condiciones de amor y de goce, y eso es lo que descubrió Freud. Fue que el peso de los objetos primordiales en el inconsciente, a los cuales calificó de edípicos. Esas huellas son conmemoraciones del goce del que esos objetos fueron mediadores.

En lo concerniente al analista, el análisis es sin lugar a dudas un lazo libidinal con él y se espera que sea un amor que deje huellas pero, justamente, no las mismas que cualquier otro amor. Al contrario, se espera que sea un amor que deshaga las huellas, las desactive, al menos algunas de ellas. Y si este amor de transferencia deja huellas, no deben ser las de la repetición.

Según Freud, el amor de transferencia es una resistencia. Esto funda sobre una regla "técnica", bien conocida, expresa que todo lo que traba el "tratamiento" debe ser considerado como una resistencia. Sin resistencia no habría psicoanálisis, ni sueño, ni transferencia, ni neurosis, etc. Siendo así el amor de transferencia puede considerarse como un obstáculo al análisis y tiene todas las posibilidades de arruinarlo si el analista no lo trata con una técnica justa y difícil.

La transferencia es siempre ambivalente. El amor, por otra parte, también. Pero sería muy difícil, casi imposible, oponer el amor de transferencia a lo que se tiene por un "verdadero amor" y el análisis debería esforzarse para brindarnos un "diagnóstico" diferencial. EI amor es, hasta a veces, juzgado tanto más "verdadero" cuando es más loco y la venda de la locura que cubre los ojos, forma parte de su escudo.

Freud tenía razón en el hecho de que el problema es esencialmente técnico. El amor de transferencia es, a lo sumo, un síntoma como cualquier otro, y entonces será necesario admitir que los síntomas son más o menos "normales". A un síntoma no se lo rechaza, no se lo combate, uno no se indigna con él; se lo considera desde un punto de vista analítico. Cualquier otra actitud tiene posibilidades de agravarlo.

Para el analítico ha de quedar excluida toda posibilidad de abandono. Por mucho que estime el amor, ha de estimar más su labor de hacer trasponer a la paciente un escalón decisivo de su vida. La enferma debe aprender de él a dominar el principio del placer y a renunciar a una satisfacción próxima, pero socialmente ilícita, en favor de otra más lejana e incluso incierta, pero irreprochable tanto desde el punto de vista psicológico como desde el social. Para alcanzar un tal dominio, ha de ser conducida a través de las épocas primitivas de su desarrollo psíquico y conquistar en este camino aquel incremento de la libertad anímica que distingue a la actividad psíquica consciente -en un sentido sistemático- de la inconsciente.

Lacan señala que el amor de transferencia que, como todo amor, asume la forma de la demanda- que es siempre pedigüeño está tendido entre dos polos: en uno sitúa el ideal con respecto al cual el sujeto quiere hacerse digno de amor, que es el polo de la demanda de amor propiamente dicho, mientras que en el otro sitúa el objeto, digamos la pulsión.

Cuando amamos el yo se empobrece en beneficio del objeto que, por su parte, está en la gloria, se llena de sustancia. Y si para Freud el proceso no es doloroso, es porque el sujeto que ama se identifica narcisísticamente con el objeto y por lo tanto participa de su sustancia. Es una explicación o, en todo caso, una paradoja. Quien ama no sólo está falto, sino que da. El amor es generoso y sólo él permite superar los límites del narcisismo (tesis freudiana por excelencia), desarrollada en la idea de que el amor va de la mano con la pobreza y luego con el sacrificio.

Podríamos encontrar en todas las culturas este tema del amor que llega hasta el sacrificio. Lacan halló una fórmula elegante para resolver esta paradoja, consistente en decir que "en el amor el sujeto da lo que no tiene", es decir, hace del otro lo que le falta. Eso es exactamente lo que significa: amar es decir al otro "tú eres mi falta". Quien ama no sólo está falto, no sólo da sino que espera recibir, y ese podría ser el secreto de que el amor no se viva como dolor en el enamoramiento y sólo sea doloroso al romperse, cuando el objeto no responde de acuerdo con los anhelos del sujeto: el amor sólo se convierte en dolor cuando fracasa.

Esta satisfacción de la falta, que se manifiesta en el amor, es precisamente lo que revela que en él hay una cara oculta de espera, de demanda, de esperanza: demanda de amor, demanda de ser,

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