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El Conde Lucanor


Enviado por   •  12 de Marzo de 2014  •  785 Palabras (4 Páginas)  •  278 Visitas

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CONDE LUCANOR.

Otra vez habló el conde Lucanor con Patronio, su consejero, del siguiente modo:

-Patronio, un hombre me ha aconsejado que haga una cosa, y aun me ha dicho como podría hacerla, y os aseguro que es tan ventajosa que, si Dios quisiera que saliera como él lo dijo, me convendría mucho, pues los beneficios se encadenan unos con otros de tal manera que al fin son muy grandes.

Entonces refirió a Patronio en qué consistía.

Cuando hubo terminado, respondió Patronio:

-Señor conde Lucanor, siempre oí decir que era prudente atenerse a la realidad y no a lo que imaginamos, pues muchas veces sucede a los que confían en su imaginación lo mismo que sucedió a doña Alfonsina.

El conde le pregunto qué había sucedido.

-Señor conde -dijo Patrinio-hubo una mujer llamada doña Alfonsina Osuna. Nació el mismo día y casi a la misma hora en que Alfonso XIII embarcaba para el exilio del que nunca volvería con vida. Fue la tercera hija de una acomodada familia monárquica y desde la pila bautismal estuvo marcada, además de por el nombre, por la sombra alargada del destronado Borbón; fue siembre caprichosa y voluble y al llegar a la adolescencia desarrolló una afición desmedida por la vida disipada, el sexo y la promiscuidad.

Desde siempre y a pesar de la represión de la época, vivió sus amores como si estuviera sentada al borde del abismo, nunca supo amar con desgana y aunque recibió bofetadas por su desmesura jamás estuvo dispuesta a aprender. Le tocó vivir en una época tan dura que en algún momento hasta llegó reprocharse sus excesos, pero se las apañó para vivir enamorada del amor y durante casi 30 años fue coleccionando amantes sin remordimientos y sin miedo.

Estuvo casada casi 7 años con un cincuentón apático y rico del que enviudó nada más estrenar la treintena, la dejó sin hijos, hermosa y despreocupada, con una enorme fortuna que dilapidó sin pereza y sin dar explicaciones a nadie.

Por ello, cuando su médico con la cara compungida y la voz balbuciente le comunicó que su organismo mostraba un debilitamiento severo del sistema inmunitario y que temía, dado el deterioro tan drástico, que sólo le quedaban algunas semanas de vida, ella apenas se inmutó, se quedó en silencio con la mirada fija en el pequeño televisor en blanco y negro de la habitación de la clínica, donde aparecía la imagen de un joven vestido de general, con los ojos enrojecidos jurando cumplir y hacer cumplir las leyes Fundamentales del Reino y guardar y hacer guardar lealtad a los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional.

-Verá Alfonsina, dijo el médico, no podemos hacer mucho más por usted, todavía la ciencia no sabe mucho sobre esta enfermedad

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