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El Hombre Posmoderno

victor21828 de Abril de 2013

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Introducción

En el presente trabajo se pretende abordar brevemente la problemática de la posmodernidad. Una aproximación teórica-descriptiva a este fenómeno, aunque sea mínima, resulta indispensable para comprender las coyunturas actuales, tales como fueron abordadas desde la cátedra de Problemática Política, Social y Económica Contemporánea.

Por tal motivo, se pretende realizar una breve descripción de la posmodernidad, concebida como fenómeno social, desde su perspectiva filosófica, como así también la caracterización del "hombre posmoderno", que no es otra cosa que el hombre que vive, concientemente, o no, "a la manera posmoderna". También se dedican algunos párrafos a la descripción de algunos ejes temáticos propios de la problemática posmoderna, tales como la cultura de la imagen, el simulacro y los denominados "no lugares".

Génesis de la cultura posmoderna

En una primera aproximación, y considerada negativamente, la cultura posmoderna, que se corresponde con las sociedades posindustriales, como contrapuesta a la modernidad, sería la cultura del desencanto, del fin de las utopías, de la ausencia de los grandes proyectos que descansaban en la idea del progreso moderno.

Esta idea está en la base de las grandes filosofías hegemónicas, de los sistemas de ideas que han tenido gran influencia en la sociedad, durante los siglos XVIII, XIX y XX, a saber; el iluminismo, el positivismo y el marxismo, junto a sus expresiones políticas principales, desde el conservadurismo democrático hasta el comunismo, pasando por el liberalismo, el socialismo y aun los populismos. El mencionado desencanto de produce porque se considera que los ideales de la modernidad no se cumplieron, menos aun si se entiende que dichos ideales eran universalistas, es decir, debían ser válidos para toda la humanidad. En palabras de Esther Díaz, profesora de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires: "el proyecto de la modernidad apostaba al progreso. Se creía que la ciencia avanzaba hacia la verdad, el arte se expandiría como forma de vida y la ética encontraría la universalidad de normas fundamentadas racionalmente. No obstante, las conmociones sociales y culturales de los últimos decenios, parecen contradecir los ideales modernos. La modernidad, preñada de utopías, se dirigía hacia un mañana mejor. Nuestra época, desencantada, de desembaraza de utopías." (en ¿Posmodernidad?, Bs. As., Biblos, 1988, p.22).

Lyotard, por su parte, denomina peyorativamente "grandes relatos" (La condición posmoderna, p.63) a los proyectos o utopías cuya finalidad era legitimar, dar unidad y fundamentar las instituciones y las prácticas sociales y políticas, las legislaciones, las éticas, y las maneras de pensar. Uno de los "grandes relatos", hoy derribados, tiene su origen en la filosofía de Hegel; según la cual la historia humana es concebida como la marcha del espíritu hacia la libertad, todo lo real es racional y todo lo racional es real. Otro de los "grandes relatos", también derribado, es el de la emancipación de los trabajadores y la lucha por la sociedad sin clases, obviamente, de origen marxista. Un tercer "gran relato", derivado del positivismo, promete un mundo de bienestar para todos basado en la desarrollo de la ciencia y la industria.

Pero hoy, todos los grandes relatos han entrado en crisis. Han sido invalidados en el curso de los últimos sesenta años, por diferentes acontecimientos; que van desde los campos de concentración y las bombas atómicas (donde se observa claramente que no todo lo real es racional), hasta la crisis del marxismo en los países del este. Estas diferentes maneras de contar una historia universal de la humanidad que conducen a la emancipación de la misma han fracasado. Y ante este fracaso, estos ideales están en declinación.

No fue la ausencia del progreso sino, por el contrario, el desarrollo tecnocientífico, artístico, económico y político, lo que ha hecho posible el estallido de las guerras mundiales, los totalitarismos tanto de izquierda como de derecha, la brecha creciente entre la riqueza del norte y la pobreza del sur, el desempleo y la "nueva pobreza" en los países en vías de desarrollo. Por otra parte, en terreno político, el surgimiento de candidatos ajenos por sus antecedentes al mundo de la política habla a las claras de la crisis que afronta la política tradicional.

Si es cierto que asistimos al colapso de las filosofías de la modernidad, si se trata de una crisis terminal, corresponde preguntarse qué alternativas se abren o cómo es el mundo posmoderno. Según Lyotard, la posmodernidad no sería un proyecto o un ideal más, sino, por el contrario, lo que resta de la crisis de los "grandes relatos", lo que queda de la clausura de las ideologías. A mi entender, lo que resta de la crisis de los "grandes relatos", o lo que queda de la clausura de las ideologías, no es sino la imposición de una ideología única; la de la economía de libre mercado, el consumo, el capitalismo duro, neoliberal, de la cual, la condición posmoderna o "posmodernidad" viene a ser algo así como el sustento, la base filosófica necesaria para el disimulo de lo que no es el fin de las ideologías, sino el triunfo de una de las que estaba en pugna.

Posmodernidad; posmoralidad

Se ha producido un cambio fundamental en relación a los valores. Estos no han cambiado en esencia, pero si en contenido. Los antiguos valores "ya no valen", hay en la posmodernidad una nueva significación en torno a los valores. Así lo explica la ya citada Esther Díaz, en ¿Posmodernidad?, Bs. As., Biblos, 1988, p. 79: "la modernidad se preguntaba acerca de lo necesario (categórico). En cambio, la posmodernidad se pregunta acerca de lo conveniente (hipotético). En la modernidad, la pregunta era; ¿qué debo hacer?, y la respuesta era categórica: actuar según el deber... Había que cumplir con el deber por el deber mismo, sin medir sus consecuencias. En cambio en la posmodernidad se pregunta acerca de lo instrumental; ¿qué me conviene hacer? La respuesta es hipotética; actuar según lo que desea obtener "

Por tal motivo, Lipovetzky ha definido la realidad actual con la expresión de "sociedad posmoral", en la cual predomina una nueva moral, caracterizada por ubicarse más allá del deber, que funciona según una ética mínima, sin obligación ni sanción, tolerante y permisiva.

Perfil del individuo posmoderno

Para algunos autores, en la cultura posmoderna se acentúa un individualismo extremo, hasta el nivel del egoísmo más atroz, en un "proceso de personalización" que abarca todos los aspectos de la vida social y que significa, según el francés Gilles Lipovetzky, por un lado, la fractura de la socialización disciplinaria y, por el otro, la elaboración de una sociedad flexible basada en la información y en la estimulación de necesidades. Por "sociedad flexible" se entiende claramente una sociedad anomica, donde han caducado los viejos y tradicionales valores. Se disuelven los valores absolutos. Ya no estamos en presencia de una moral absoluta, sino relativista, que parte del sentimiento, lo moral pasa a ser lo que cada uno siente de tal manera. Por otra parte, en la "estimulación de necesidades", se observa otra de las características del hombre posmoderno; la de satisfacer sus propios deseos, que se hacen pasar por necesidades. Esto se manifiesta en la sociedad de consumo, sumada a un individualismo hedonista y narcisista .Al individualismo lo acompaña la ausencia de trascendencia, ya no sólo en sentido religioso, producto del proceso de secularización y desacralización de la modernidad, sino que también desaparece la trascendencia laica de una vida consagrada a un ideal, cualquiera que éste sea. O sea, una total falta de interés y compromiso para con el terreno de las ideas, propias del hombre posmoderno. En palabras de Cerdá: "al hombre posmoderno no le interesa el proyecto histórico y globalizante de la modernidad; sigue actuando, negociando, previendo, pero el proceso en su conjunto parece ahora desprovisto de toda finalidad. Es indiferente con el pasado y sin proyectos para el futuro, vive un tipo de existencialismo hedonista, cuyo ambiente para dicho estilo de vida parece ser presentado por la democracia política y el liberalismo económico" (en El desencanto weberiano en la sociedad posmoderna, p. 26 y 27).

Otra de las características, ligada al hedonismo y narcisismo propios del hombre posmoderno, es que más que nunca antes la consigna es mantenerse joven. Se exalta el cuerpo a través de una variedad de dietas, gimnasias de distinto tipo, tratamientos revitalizantes y cirugías estéticas cuyo significado ha cambiado. Así lo señala Paula Andaló, en un artículo publicado en el diario Clarín, de Buenos Aires, el 15 de septiembre de 1992: "Ahora todas quieren tener veinte años. No es como antes, cuando la cirugía plástica servía para borrar alguna arruga rebelde, o mejorar una nariz. Ahora es distinto. Las mujeres que llegan hoy a la operación pretenden transformar sus cuerpos. Se revelan contra las leyes de la naturaleza e intentan detener el paso del tiempo desde la camilla del quirófano. El rostro deja de ser el mismo, las facciones y hasta las expresiones cambien radicalmente. Se desafía a la biología para lograr una meta que parece inalcanzable: quitarse por lo menos dos décadas de vida de la superficie de la piel." Y aquí la palabra "superficie" adquiere una dimensión por demás demostrativa del fenómeno posmoderno; el hombre hoy es superficial,

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