Posmodernidad Y Hombre Posmoderno
RDAcosta30 de Agosto de 2013
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El fenómeno posmoderno y el hombre posmoderno
La posmodernidad no tiene fecha exacta de iniciación algunos autores la ubican a mediados del siglo XX, sin determinar una fecha precisa, Esther Díaz, doctora en Filosofía de la Universidad Nacional de Buenos Aires, ubica aproximadamente su fechas de inicio con el fin de la segunda guerra mundial y dentro de otro movimiento mundial que es el fenómeno globalizador, al tiempo que la posmodernidad coexiste con el movimiento neoliberal. Vale recordar que la globalización se inicia a fines del siglo XIX o a principios del XX con el incipiente desarrollo de los mass media. Dice Díaz sobre la posmodernidad, “…momento histórico en el que los cambios avasallantes en las prácticas sociales y en la circulación de los discursos han alterado casi todas las maneras cotidianas de relacionarnos con los demás y con mundo. Por lo tanto, se ha alterado la manera de constituir nuestra propia identidad como personas. La identidad personal se conforma a partir de la confrontación entre los “modelos” que provee la realidad y nuestras propias valoraciones y conductas” .
Caer en una definición de posmodernidad, es caer en el pecado del absolutismo; pero por cierto se pueden hallar en ella ciertas características:
- El culto a la diferencia.
- La pluralidad.
- El relativismo exacerbado.
- La comunicación en masa.
- La muerte de las ideologías.
La posmodernidad, se visualiza como un cambio de época, con contornos aún imprecisos, confusos y ambivalentes, en el que desaparece un criterio único de verdad tomando su lugar sistemas de valores pragmáticos, estéticos y éticos. En el mundo posmoderno existe un desencanto de la modernidad y su racionalidad, de sus grandes teorías, se produce, por ejemplo, en el derecho una tendencia a una organización no totalitaria, no lineal y no mecánica, a la vez que se busca el orden dentro de la diversidad o al revés diversidad dentro del orden. Esto resulta compatible con la noción de libertad y desde luego con la de igualdad. No se debe perder de vista que en las últimas décadas, los acontecimientos mundiales presentan grandes cambios que requieren de una explicación sencilla y congruente, en cuanto al desarrollo de las sociedades. Una gran parte de esos cambios se dieron principalmente en las sociedades europeas, teniendo sus repercusiones en las actividades económicas, políticas, y culturales, en las del resto del mundo, así como en las actividades de sus ciudadanos, que cada vez se manifiestan más abierta y organizadamente. Para poder distinguir estos cambios algunos autores hablan de sociedades modernas y posmodernas.
Para Esther Díaz "el proyecto de la modernidad apostaba al progreso. Se creía que la ciencia avanzaba hacia la verdad, el arte se expandiría como forma de vida y la ética encontraría la universalidad de normas fundamentadas racionalmente. No obstante, las conmociones sociales y culturales de los últimos decenios, parecen contradecir los ideales modernos. La modernidad, preñada de utopías, se dirigía hacia un mañana mejor. La posmodernidad, nuestra época, desencantada, se desembaraza de utopías” .La modernidad era una sociedad atea, donde la razón es una búsqueda que se abre ilimitadamente al hombre moderno. La razón y la ciencia habían triunfado frente a la religión, decían .
Si bien es cierto que se asiste al colapso de las filosofías de la modernidad, si se trata de una crisis terminal, corresponde preguntar qué alternativas se abren o cómo es el mundo posmoderno. Sin embargo, la posmodernidad destruye muchos de los valores antes mencionados, detiene la idea de progreso y se encuentra de frente con el fracaso, que conduce al escepticismo. El superhombre que quería ser, ahora se siente incapaz de acabar con el hambre, la miseria o la guerra. Está condenado a repetir sus atrocidades históricas, una tras otra. La sensación es de ser víctima de sí mismo, ya no triunfa, sino que sobrevive aislado de otros hombres. Es más pesimista, la humanidad ya no lo puede todo. Se refugia en la apariencia y la estética, y desprecia lo moral. No importa tanto ser bueno, como parecerlo. La estética triunfa sobre la ética, separando el comportamiento moral público del privado. Otra de las características, ligada al hedonismo y narcisismo propios del hombre posmoderno, es que más que nunca antes la consigna es mantenerse joven. Se exalta el cuerpo a través de una variedad de dietas, gimnasias de distinto tipo, tratamientos revitalizantes y cirugías estéticas cuyo significado ha cambiado. Un artículo publicado en el diario Clarín retrata las implicancias de la posmodernidad en Argentina: "Ahora todas quieren tener veinte años. No es como antes, cuando la cirugía plástica servía para borrar alguna arruga rebelde, o mejorar una nariz. Ahora es distinto. Las mujeres que llegan hoy a la operación pretenden transformar sus cuerpos. Se revelan contra las leyes de la naturaleza e intentan detener el paso del tiempo desde la camilla del quirófano. El rostro deja de ser el mismo, las facciones y hasta las expresiones cambien radicalmente. Se desafía a la biología para lograr una meta que parece inalcanzable: quitarse por lo menos dos décadas de vida de la superficie de la piel." Y aquí la palabra "superficie" adquiere una dimensión por demás demostrativa del fenómeno posmoderno; el hombre hoy es superficial, más que nunca antes, la frivolidad ha dejado de ser mal vista, y hoy es considerada un atributo, un "valor" en las sociedades posmodernas. El "ser" ya no cuenta, hoy el valor es "parecer", lo que en las corrientes psicológicas actuales se conoce como la "cultura del simulacro". Esta exaltación del cuerpo se acompaña de una exaltación de los sentidos y de un hedonismo que, en general, conspira contra la salud. Dos mil quinientos años después comprobamos, a la manera posmoderna, que Platón estaba equivocado, no somos el alma, sino el cuerpo. Y por eso es que en estos tiempos posmodernos se muestra el cuerpo desnudo con tanta facilidad. El nudismo se encuentra en ascenso, como otra de las características del hombre posmoderno” .
En lo privado se puede hacer lo que se quiera, en lo público hay que guardar las formas. El mito actual, Narciso, solo importa la apariencia, la juventud adolescente eterna, el dinero, el éxito y el triunfo inmediato. Los valores del sacrificio, la penitencia, la humildad o la generosidad se ponen en cuestión. La misma solidaridad acaba siendo una lucha de egoísmos.
La posmodernidad trae un retorno de la religiosidad, entendida como consumo y compraventa. Las religiones tradicionales aparecen como demasiado dogmáticas, y son rechazadas con escepticismo y fuertes críticas. El refugio religioso del hombre de hoy será lo esotérico, los horóscopos, los brujos y magos, las sectas o los psicólogos; todo ello entendido como remedio para la infelicidad. El concepto de pecado molesta, ya no se mira directamente a Dios, salvo para justificar la conducta. La idea de Dios como Padre, con alguna autoridad, es sustituida por un Dios abuelito o light, que tolera todos los caprichos y acciones. Dios se convierte en la medida de las necesidades. Dios ha resucitado en la posmodernidad, pero se lo ha hecho enmudecido, para que no moleste demasiado. Ser ateo hoy suena demasiado intransigente, el agnosticismo será la opción públicamente correcta en la posmodernidad. Lo religioso quedará para el ámbito de lo privado, incluso se considera ser intolerante o irrespetuoso hablar de Dios públicamente .
Según el filósofo francés Jean Lyotard, la posmodernidad no sería un proyecto o un ideal más, sino, por el contrario, lo que resta de la crisis de los grandes relatos, lo que queda de la clausura de las ideologías. Lo que resta de la crisis de los grandes relatos, o lo que queda de la clausura de las ideologías, no es sino la imposición de una ideología única; la de la economía de libre mercado, el consumo, el capitalismo duro, neoliberal, de la cual, la condición posmoderna o posmodernidad viene a ser algo así como el sustento, la base filosófica necesaria para el disimulo de lo que no es el fin de las ideologías, sino el triunfo de una de las que estaba en pugna . Baumann describe a la posmodernidad del siguiente modo: “La posmodernidad no es una moda, sino el nombre que provisoriamente se le da a una época histórico-cultural que comenzó a mediados del siglo XX y se extiende a nuestros días, aunque puede discutirse si todavía persiste” .
Los grandes relatos eran los proyectos o utopías cuya finalidad era legitimar, dar unidad y fundamentar las instituciones y las prácticas sociales y políticas, las legislaciones, las éticas, y las maneras de pensar. De este modo uno de los grandes relatos, hoy derribados, tiene su origen en la filosofía de Hegel; según la cual la historia humana es concebida como la marcha del espíritu hacia la libertad, todo lo real es racional y todo lo racional es real. Otro de los grandes relatos, también derribado, es el de la emancipación de los trabajadores y la lucha por la sociedad sin clases, obviamente, de origen marxista. Un tercer gran relato, derivado del positivismo, promete un mundo de bienestar para todos basado en el desarrollo de la ciencia y la industria. Pero hoy, todos los grandes relatos han entrado en crisis. Han sido invalidados en el curso de los últimos sesenta años, por diferentes acontecimientos; que van desde los campos de concentración y las bombas atómicas, donde se observa claramente que no todo lo real es racional, hasta la crisis del marxismo en los países del este. Estas diferentes maneras de contar una historia universal de la humanidad que conducen a la emancipación
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