El dilema de vivir en paz

Nombres: Anthony Narváez, Heidy Gualsaqui, Stephanie Tisalema, Thomas Hinojosa

Materia: Filosofía Del Derecho

Fecha: 4/01/2023

Paralelo: IUSZ2016-3226

“¿Se justifica la pérdida de ciertas libertades a cambio de paz y seguridad?”

El dilema de vivir en paz

Un gran tema a discutir que, sin duda alguna resulta controversial, es el de precisar si una situación de estabilidad en la que la protección sea constante, justifica el tener que abandonar algunos derechos de libertad. De esto habla Thomas Hobbes en su libro “Leviatán”, en el que explica la esencia del “Estado” y las facultades o derechos que posee aquel (o aquellos) dueños del “poder soberano”. Y es que, para que los seres humanos, con sus defectos y virtudes, sean capaces de vivir en calma, necesitan obligadamente de un poder que los ayude a mantener una armoniosa convivencia, lejos de la guerra. Esto se respalda porque, lógicamente, al ser el humano un ente que se ve motivado por sus pasiones naturales, encontrarse en una perpetua condición de conflicto no resulta sorpresivo; por lo que un poder que los ayude a diferenciar entre lo justo y lo injusto es necesario. También, se debe tomar en cuenta que las personas, históricamente, han necesitado de un poder común que las defienda de sus enemigos y las permita vivir satisfechas, de manera que la existencia de un soberano o asamblea que las guie, resulta lo mejor. Por último, aunque el poder absoluto del Estado genere dudas comprensibles, lo cierto es que este necesita de todas las facultades que hagan falta para cumplir su misión; que, en última instancia, es procurar la seguridad de su pueblo.

El humano es un ente que se ve motivado por sus pasiones naturales, por lo que encontrarse en una perpetua condición de conflicto no resulta sorpresivo; es por ello que un poder que los ayude a diferenciar entre lo justo y lo injusto es necesario. El propio Hobbes, al citar a Aristóteles, menciona que “los humanos son criaturas llenas de ideales como el honor o la dignidad, hecho que los lleva a la envidia y al odio al tener que compararse unos con otros” (Hobbes, 2005, p. 139). Esto último, acarrea numerosas disputas entre los hombres, pues es fácil que nazcan sentimientos de rencor, resentimiento y similares, al cada uno de ellos velar siempre por su interés personal, y vivir con la idea de que son superiores a sus semejantes. Es por ello que se requiere de un “poder común” que sepa guiar a las personas hacia un mismo fin, que vendría a ser una convivencia pacífica. Ese poder común se denomina Estado, “y más allá de evitar el comportamiento natural del humano, que se basa en el conflicto y la lucha” (Facundo Jaime, 2020, 8:41), debe encargarse de dictar leyes civiles, que ayuden a su pueblo a diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal.

También, se debe tomar en cuenta que las personas, históricamente, han necesitado de un poder común que las defienda de sus enemigos y las permita vivir satisfechas, de manera que la existencia de un soberano o asamblea que las guie, resulta lo mejor. Esto ocurre así porque, como es bien sabido, uno de los peores males que puede provocar la naturaleza egoísta del ser humano, es el inicio de guerras interminables. “Conflictos en los que únicamente ocurren horribles calamidades, debido a hombres desenfrenados sin sujeción a las leyes ni a un poder que sepa alejarlos de la infamia y la venganza” (Hobbes, 2005, p. 150). Por ello, para escapar de las eternas hostilidades, es necesario conferir la voluntad de todos a un hombre o grupo de hombres que, representando un bien común, tomen las decisiones necesarias para alcanzar la paz y la seguridad. Este “Estado” que se erige, se encargará de alcanzar unas mejores condiciones de vida, velar por la conservación de su pueblo y defenderlos contra las injurias ajenas.  

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