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Ensayo Sobre La Concepción Política Del Socialismo Utópico.


Enviado por   •  2 de Mayo de 2014  •  2.380 Palabras (10 Páginas)  •  280 Visitas

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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL FRANCISCO MORAZÁN

CENTRO UNIVERSITARIO DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

CUED, COMAYAGUA

ENSAYO SOBRE LA CONCEPCIÓN POLÍTICA DEL SOCIALISMO UTÓPICO

ASIGNATURA

CIENCIAS POLITICAS

PRESENTADO POR:

SAMUEL MEJÍA LÓPEZ

COMAYAGUA, COMAYAGUA, 28 DE FEBRERO DE 2014

INTRODUCCIÓN

¿Qué es el Socialismo utópico? ¿Cómo nace? ¿Quién o quiénes son sus ideólogos? ¿Cuál es su concepción política?

Estas y muchas otras preguntas surgen cuando comenzamos a informarnos sobre lo que es el Socialismo Utópico. Buscamos información y encontramos tanta, que ha sido necesario compilar, analizar, resumir, replantear, siendo nosotros mismos, nuestras ideas las que se plantean en este ensayo sobre el tema en mención,

Con la presentación de este ensayo damos a conocer el análisis desarrollado de manera individual acerca de cómo fue la concepción política que llegó a convertirse en la corriente sociológica denominada Socialismo Utópico.

DESARROLLO DEL TEMA

Para Federico Engels, en su planteamiento del tema, a través de su obra “Del Socialismo Utópico Al Socialismo Científico” Edición Inglesa De 1892, por los tiempos en que las dos secciones del Partido Socialista Alemán acababan de fusionarse, adquiriendo éste así, no sólo un inmenso incremento de fuerza, sino algo que importaba todavía más: la posibilidad de desplegar toda esta fuerza contra el enemigo común convirtiéndose rápidamente en una potencia.

El Socialismo Utópico encuentra basamento teórico en el materialismo inglés de Bacon, quien fue sintetizado por Hobbes.

Es innegable que Bacon, Hobbes y Locke fueron los padres de aquella brillante escuela de materialistas franceses que hicieron del siglo XVIII un siglo eminentemente francés, aun antes de la revolución política de Francia.

En ese tiempo aun los científicos y pensadores más de avanzada se dejaban influir por la religión, tanto por la hipocresía social, como por la apariencia ante sus contemporáneos. Pero hoy nuestra idea del universo en su desarrollo no deja el menor lugar ni para un creador ni para un regente del universo; y si quisiéramos admitir la existencia de un ser supremo puesto al margen de todo el mundo existente, incurriríamos en una contradicción lógica, y además, me parece, inferiríamos una ofensa inmerecida a los sentimientos de la gente religiosa.

Siguiendo la línea de pensamiento engeliano y agnóstico, hay que reconocer también que todos nuestros conocimientos descansan en las comunicaciones que recibimos por medio de nuestros sentidos. Pero, ¿cómo sabemos si nuestros sentidos nos transmiten realmente una imagen exacta de los objetos que percibimos a través de ellos? No obstante recordemos que cuando habla de las cosas o de sus propiedades, no nos referimos, en realidad, a estas cosas ni a sus propiedades, acerca de las cuales no puede saber nada de cierto, sino solamente a las impresiones que dejan en sus sentidos.

Pero debemos considerar además el agnosticismo neokantiano y las respuestas de Hegel acerca de lo expuesto: desde el momento en que conocemos todas las propiedades de una cosa, conocemos también la cosa misma; sólo queda en pie el hecho de que esta cosa existe fuera de nosotros, y en cuanto nuestros sentidos nos suministraron este hecho, hemos aprehendido hasta el último residuo de la cosa en sí.

Para la química de la primera mitad de nuestro siglo, las sustancias orgánicas eran cosas misteriosas. Hoy, aprendemos ya a fabricarlas una tras otra, a base de los elementos químicos y sin ayuda de procesos orgánicos. La química moderna nos dice que tan pronto como se conoce la constitución química de cualquier cuerpo, este cuerpo puede integrarse a partir de sus elementos. Todas estas conclusiones y formas de razonamiento dieron fuerza y vida al materialismo, que posteriormente formaba y hacia surgir al socialismo utópico.

¿Qué pretendemos con este discurso en pro de la defensa del materialismo? Simplemente manifestar otra de las obvias razones de la existencia de las religiones, y su mantenimiento por parte de la clase burguesa europea, puesto que como lo expresara Marx, la religión es el opio de los pueblos, ayuda a mantener a los oprimidos conformes y a los ricos les proporciona los medios de opresión necesarios para enriquecerse aun más.

Frente al materialismo y al deísmo de la aristocracia, las sectas protestantes eran precisamente las que daban el contingente principal de las fuerzas de la clase media progresiva y las que todavía hoy forman la médula del «gran partido liberal».

Los materialistas franceses no limitaban su crítica simplemente a las materias religiosas, sino que la hacían extensiva a todas las tradiciones científicas y a todas las instituciones políticas de su tiempo.

La Gran Revolución francesa fue la tercera insurrección de la burguesía, pero la primera que se despojó totalmente del manto religioso, dando la batalla en el campo político abierto.

Cuánto más se convertía el materialismo en el credo de la revolución francesa, tanto más se aferraba el piadoso burgués británico a su religión.

Se desarrolló la industria a la par del protestantismo en Inglaterra, provocando con el paso del tiempo la cada vez más grande división entre la clase obrera y la burguesía. Posteriormente el triunfo de la clase obrera europea se puede asegurar mediante la cooperación, por lo menos, de Inglaterra, Francia y Alemania. En estos dos últimos países, el movimiento obrero le lleva un buen trecho de delantera al de Inglaterra. En Alemania, se halla incluso a una distancia ya mesurable del triunfo. Los progresos obtenidos aquí desde hace veinticinco años, no tienen precedente. El movimiento obrero alemán avanza con velocidad acelerada. Y si la burguesía alemana ha dado pruebas de su carencia lamentable de capacidad política, de disciplina, de bravura, de energía y de perseverancia, la clase obrera de Alemania ha demostrado que posee en grado abundante todas estas cualidades.

El socialismo moderno es, en primer término, por su contenido, fruto del reflejo en la inteligencia, por un lado, de los antagonismos de clase que imperan en la moderna sociedad entre poseedores y desposeídos, capitalistas

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