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Ensayo filosófico sobre la existencia de Dios


Enviado por   •  14 de Abril de 2021  •  Ensayos  •  1.503 Palabras (7 Páginas)  •  81 Visitas

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¡Eres hermoso!

En innumerables relatos evangélicos vemos a Jesús pasar por su tierra y por su historia acercándose a los intocables. Intocables, no en el sentido de esas personas que, por una especial situación de privilegio, se saben a salvo de cualquier ataque –como ocurre, por ejemplo, cuando se habla del jugador que para un entrenador es intocable, o de la persona que se blinda para sortear la ley detrás de un muro de abogados y millones-. Aquí, “intocables” se emplea en el sentido literal del término: personas a las que se quiere mantener alejadas. Con las que se espera que no haya contacto ni roce, por los motivos que sean. Convertirse en un intocable, en esta acepción, viene a ser más bien convertirse en un paria, en un marginado.

Los intocables con los que se va encontrando Jesús son todo tipo de enfermos y pecadores, pero quizás los que mejor personifican esa exclusión son los leprosos. Los leprosos, en aquel contexto, eran los alejados por antonomasia. Tenían que acercarse a los lugares haciendo ruido y debían descubrir su presencia, para dar tiempo a la gente a marcharse, para que no tuvieran contacto con ellos. Vivían alejados de las ciudades. La mirada religiosa, que vinculaba las circunstancias de su vida con una decisión explicita de Dios, señalaba que la enfermedad solo podía ser consecuencia de alguna conducta merecedora de castigo. O del enfermo o de las generaciones anteriores a él. EN todo caso, no había ni salvación ni clemencia con alguien en esa situación. O sea, si estás enfermo es porque pecaste y no tienes perdón de Dios, porque si te perdonara ya estarías sano.

Y, sin embargo, advertimos una y otra vez cómo Jesús en sus encuentros con leprosos, hace lo más transgresor, que es tocarlos. Y con ello le da la vuelta a todo un orden establecido. Hay caricias que se vuelven revolución silenciosa. Las de Jesús lo eran. Por eso, entre otras cosas, resultó tan conflictivo para los guardianes de las esencias de su tiempo.

¿Cuál es el mensaje que está dando Jesús en esos encuentros a cada persona? En el fondo es solo uno: “No eres intocable”. Al contrario, eres digno de caricia y respeto, de reconocimiento y nuevas oportunidades; tú vales, y puedes encontrar tu lugar. La sanación entonces no se convierte en negación de la persona que se era antes, sino en abrazo de esa persona tal y como es, pero también en expresión de un crecimiento y cambio que forma parte de todas las vidas.

La sensación de no ser queridos, de no valer, de tener que amoldarse a las exigencias de un grupo o de un mundo que tiene determinados valores y excluye otros, está en la raíz de muchas soledades contemporáneas. Por ejemplo, a muchas personas les martiriza la presión por la imagen. No cualquier tipo de imagen, sino por entrar dentro de unos parámetros determinados, donde la juventud, la belleza y la delgadez se identifican como algo “bueno”; y la vejez, la fealdad (o ni siquiera eso, más bien la normalidad) y la gordura inmediatamente se estigmatizan como algo indeseable. La inseguridad por no entrar dentro de los cánones, el miedo al rechazo, el disgusto con el propio cuerpo se vuelven batallas que a muchas personas bloquea y deja devastadas. Y quien dice imagen dice también otro tipo de exigencias: entrar dentro de determinados estándares económicos para no sentirse menos que otros; el pensamiento único dentro de cualquier grupo –ya sea ideológico, político o religioso-, que muchas veces no es tanto una fidelidad a las convicciones que inspiran a dicho grupo cuanto el imperativo de compartir una única forma de interpretar los conflictos y los problemas; encajar en una moda… Cualquier cosa con tal de no parecer asocial, mal integrado o ser etiquetado como raro.

Hay una doble tentación cuando uno se siente así. Por una parte, cabe aceptarlo desde la sensación de que es algo merecido. Entonces, crees que mereces ese ostracismo, esa separación, ese rechazo. Entonces te dices que la culpa es tuya, y dejas de intentar salir de la burbuja en la que otros te han encerrado. Esa primera tentación es la rendición. La segunda es la evasión. Tratar de encontrar atajos o mentiras que enmascaren lo que vives, lo que sientes o lo que eres. Vives poniéndote máscaras que esconden aquello que verdaderamente sos. Frente a ello, aceptar y comprender la verdad de las personas es lo que nos abre al encuentro.

Me gustaría compartir una historia:

Es un cortometraje fascinante. Se llama El circo de la mariposa[1]. Estamos en la década de 1930, en Estados Unidos. La Gran Depresión ha dejado un país triste, y la vida en el mundo rural es áspera y gris. Will es un hombre sin piernas ni brazos –excelente Nick Vujicic, el actor que tiene esa misma condición- exhibido en un circo ambulante como la atracción principal en la barraca de los horrores, junto a la mujer barbuda, el hombre tatuado u otras personas con situaciones infrecuentes. La gente se burla de él con dureza, no sabemos desde hace cuánto tiempo. Tanto que ya ha interiorizado que es un monstruo, una aberración, alguien que, por lo que sea, merece ser así.

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