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Enviado por   •  19 de Marzo de 2013  •  1.780 Palabras (8 Páginas)  •  441 Visitas

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PENSAR LA PEDAGOGIA, LA EDUCACION Y LOS VALORES DE LA ENSEÑANZA

Por: Dr. Antonio Arellano Duque

(Primera de dos partes)

“Desde la omnipotencia de la razón no se puede confrontar

la perdida de sentido histórico-cultural que acecha

a la juventud e infancia del mundo”

(Jesús Alberto Echeverri)

Vivimos tiempos complejos y difíciles. La incertidumbre nos lleva a compartir con Octavio Paz la sensación de vivir en una gran interperie espiritual. Esta situación se vive desde la Pedagogía como una revisión de sus conceptos fundamentales: la educación, la enseñanza, el aprendizaje y la formación. Reflexionar sobre la Pedagogía significa acercarnos a una lectura de los rasgos que perfilan el espíritu de la época y establecer una relación con los referentes epocales, es decir, lo incierto e indeterminado, la complejidad, lo simultaneo, la equidad la competitividad, el cambio, lo publico y privado, lo local e internacional.

Una serpentina de preguntas abre un nuevo campo de posibilidades para darle múltiples sentidos a la creación y acción pedagógica.

Vivimos en un mundo y en un tiempo cuyas características parecen pensarse de la siguiente manera:

1.- Una tendencia que se expresa como mundialización económica y globalización comunicacional que define espacios políticos, sociales y culturales y genera nuevos intercambios y reacomodos entre países y regiones.

2.- Una reestructuración en las relaciones espaciales que definen nuevos límites y obligan a reconstruir las nociones de fronteras e integración.

3.- Los procesos regionales adquieren singular relevancia como puntos de encuentro, haz de simultaneidades locales, nacionales e internacionales donde emergen nuevos perfiles culturales.

4. Nuevos paradigmas y campos de saber en lo científico y tecnológico influyen al insertarse sus efectos en los modos cotidianos de hacer y rehacer la vida. Los conceptos de espacio, tiempo y realidad sufren transformaciones simbólicas significativas.

5. Se pueden leer cambios en la naturaleza del saber, su organización, su producción, su legitimidad, en los modos de comunicarlos y, específicamente, en su enseñabilidad.

6.- La vida cotidiana se torna más azarosa e imprevisible. Lo precario y lo provisorio, que vienen con la incertidumbre y el cambio rozan las interpretaciones y los sentidos de la existencia de todos.

7.- Lo individual puede ser releído como un intento por construir una autonomía moral e intelectual requerida para transitar de una manera activa, reflexiva y diversificada en diversos contextos.

8.- Las múltiples exigencias de saber pluralizan las fuentes y las necesidades educativas básicas y complejas, aparecen como fuerzas propulsoras de la empresa, de la ciudadanía y la vida individual. (Arellano, 1996).

Vuelven a resurgir viejas y originarias preguntas por el saber, por el poder y por nosotros mismos en este mundo que también se revela turbulento.

Las nuevas exigencias a la educación y enseñanza desde el reconocimiento de una crisis global, particularmente en sus formas escolarizadas, nos permite reflexionar la complejidad y las incertidumbres, mirar otras posibilidades, tal vez menos totalizadoras, menos desmesuradas, pero más delineadas, más cercanas a otros encuentros y reflexiones, es decir, a una intersubjetividad enriquecida por el diálogo.

La articulación y desarticulación de las perspectivas de análisis en la educación y la enseñanza semejan un cruce de ríos crecidos. Hay una proliferación de investigaciones desde diversas perspectivas, las cuales parecen moverse en un terreno sin límites y linderos, evidenciándose una dificultad para poder comprender los sistemas de enseñanza, los procesos de formación y para entendernos a la hora de compartir reflexiones y prácticas. Una verdadera torre de babel - muy poco asumida- impide los encuentros, lo mismo que la posibilidad de trabajar en la comunidad del saber, en un campo intelectual compartido, enriquecido en el diálogo, la discusión y los proyectos compartidos. El valor de la corresponsabilidad debe llenar de sentidos los proyectos que se despliegan en torno a la educación.

En estas circunstancias, desde nuestra experiencia como educadores, en la angustia y el agobio, en los bordes brumosos del mapa y el territorio, en la creciente tendencia a la disolución del pensamiento y la reflexión, cuales vaciados en moldes instrumentales, dirigimos nuestra mirada hacia nuestra propia producción pedagógica y sentimos, desde la contención y la estrechez, la hermosa complejidad que nos circunda en estas búsquedas cuando combinamos misteriosamente la enseñanza, la formación , el aprendizaje y la educación. Tal vez, como lo apunta Rafael Flórez: «(...) la pedagogía no es sólo otra disciplina sobre el hombre paralela a las demás, sino que es también una especie de super-saber social que reelabora y reconstruye los sentidos producidos por aquellas bajo la perspectiva de la formación de los jóvenes, dentro de un horizonte histórico cultural determinado» (Florez,1993:40).

Los intentos de Florez Ochoa (1993, 1994), en este mundo de fragmentos, permiten trabajar en los lugares vaporosos, en los bordes. Como resultado de la digestión posmoderna, las totalizaciones se desvanecen, las vías de acceso proliferan, los discursos locales afloran, las dispersiones se disfrutan y agobian. En esa trama, propone un sentido disciplinario en proceso de constitución que contribuye a las discusiones y ramifica las búsquedas. Reconoce el concepto de formación como el eje vertebrador de la reflexión pedagógica y a partir de esa posición diseña un mapa para poder desarrollar los linderos del campo intelectual pedagógico.

Para el referido autor, la Pedagogía se va haciendo en el campo

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