FADU-UBA- DIyS- Sociología Cat: Zylberman- 2017- II Trabajo práctico 2- Parte escrita

FADU-UBA- DIyS- Sociología Cat: Zylberman- 2017- II

Trabajo práctico 2- Parte escrita

Belén Mutti
Carolina Otero
Leonardo Martínez

¿QUE CONSUMIMOS?

¿Qué estoy viendo?, ¿Por qué estoy viendo esto?

Son preguntas que muy pocas veces hacemos luego de llegar a casa, sentarnos en un sillón, agarrar el control remoto y prender la televisión.

¿Cuántos de nosotros lo hacemos automáticamente?

La idea de entretenimiento está trastornada. Si se mira con sentido crítico. Todos los medios, sean tradicionales o no, tienen algo en común. Todos tienen un fin económico, el cual nunca es visible fehacientemente. Hay una máscara siempre activa entre el espectador y lo que se está viendo. Es el mundo de la mera representación de la realidad.

A mediados siglo XIX Carlos Marx propuso el concepto de la mercancía como fetiche. Que, en un sentido llano y concreto, es el objetivo oculto que tiene la mercancía para manipular a su productor y consumidor. Es la mercancía la que controla el mercado y las decisiones que se toman para poder sobrevivir a la competitividad cada vez más punzante.

Si pensamos que Marx escribió esto en un mundo donde aún no había ni televisión, ni cine, y la prensa escrita era la que estaba a la vanguardia de los medios de comunicación. Llega a ser inquietante como la historia se repite casi cien años después.

En los años sesentas, Guy Debord plasmaría en, La sociedad del espectáculo, una reinvención de los conceptos de Marx. Ya con la tecnología de la televisión a la vanguardia, la historia se repite. El espectáculo no es más que el fetiche intangible de la mercancía, convertida en información. Y si seguimos avanzando en el tiempo, encontramos que, con los nuevos medios basados en la era digital, no hay mucha diferencia que hace ciento cincuenta años.

La realidad como usuarios y consumidores nunca la podemos ver más que en el simple reflejo de la representación y la apariencia. Platón y el mito de la caverna nunca pasan de moda. Cuántas fotos de perfil de Facebook están retocadas por un filtro fotográfico. Cuantas publicidades estereotipan el cuerpo humano. Y, ¿cuál? es el fetiche de dicha publicidad además de su objetivo económico. Son cuestionastes que esperamos se planteen los usuarios al ver nuestro video.

Vivimos en un mundo de aparente libertad, (por lo menos en la sociedad latinoamericana). Libertad de expresión. Libertad de prensa. Libertad económica. Libertad, libertad, libertad. Es lo que los medios de comunicación nos repiten a diario. Pero lo irónico es que pocos, o muy pocos tienen acceso a los medios masivos de comunicación tradicionales. En general gobiernos y empresas con capacidad económica muy alta.

Estamos en un momento clave de la historia. Las redes sociales le están dando pluralidad a las masas. Voz a la audiencia. Voz que los nuevos gigantes de la tecnología, en una aparente libertad de acceso a la información, presentan como gratuita. Sabemos que detrás de la gratuidad de todos los servicios y aplicaciones, está el análisis de datos. La BIG DATA. Pero no es nuestra intención darle un sentido negativo al análisis de datos. El análisis de datos puede ser utilizado, por ejemplo; tanto para predecir comportamientos de consumo y diseñar publicidades cuya política sea invasiva para grandes masas sociales, como también, para diseñar rutas de medios de transporte más eficientes si se analizan los GPS de los habitantes de una ciudad. Y es por esto que es pertinente la capacidad de discernir. La necesidad de ser conscientes de que la representación no es auténtica. Y la libertad de consumo es intrínseca a la capacidad de preguntarnos, ¿quién? produce lo que compramos. ¿Quien? edita lo que vemos. ¿Quien? escribe lo que leemos.

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