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FEUDO Y CLERO


Enviado por   •  12 de Octubre de 2014  •  751 Palabras (4 Páginas)  •  262 Visitas

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El dominio del noble sobre los siervos y semisiervos lo encontraremos obviamente en la sociedad feudal. Esta estaba formada por la clase de los propietarios feudales o clase explotadora, por los siervos o clase explotada y los clérigos. La estructura feudal se basó en el poder ilegítimo y arbitrario del noble. La única garantía en la Edad Media fue la fuerza, hubo un predominio total del derecho privado sobre el público en el feudalismo. En el feudo, la población feudataria estaba sometida al señor y este ejercía sobre ella la justicia de una manera absoluta.

La economía del latifundio se fundamentó en un régimen agrario, cuya nota esencial era una producción para el autoconsumo y no para el intercambio mercantil. La posesión era autosuficiente. Todo lo indispensable para la existencia de un gran terrateniente y de los campesinos, era producido dentro de la propiedad. El servidor labraba, tejía los lienzos, fabricaba sus vestidos, calzados y construía sus viviendas. El señorío tenía semejanzas con la sociedad patriarcal. En el patriarcado la misión del padre o anciano fue proteger, esta era la base de su poder sobre los demás integrantes de la familia totémica.

En el feudalismo, el señor ocupaba un puesto parecido al del antiguo anciano tribal: él era la máxima autoridad sobre los siervos, los protegía en caso de guerra, pillaje y bandidaje; pero sin embargo, el interés esencial del noble no era resguardar, sino primero explotar al máximo a sus vasallos, quienes laboraban tres días gratis y a veces más para el noble, quien vivía a expensas del trabajo del feudatario; y segundo, tener los suficientes recursos humanos de donde echar mano en caso de guerra.

Existía una estructura eclesiástica en la sociedad feudal, perfectamente jerarquizada, dentro de la cual se apreciaban idénticas diferencias sociales que en el campo profano. Así, había obispos que eran grandes señores feudales, poseedores de inmensos territorios y en todo semejantes a los barones, los duques y los condes. Después había curas de aldeas y capellanes de castillo, que vivían una vida semejante a los siervos, si bien su condición religiosa les aligeraba de algunas cargas.

En casi todos los casos, estos religiosos de aldeas medievales se identificaron totalmente con las costumbres y modos de actuar y vivir de los siervos, al practicar el mismo comportamiento de ellos. Por debajo de los jerarcas eclesiásticos, monseñores y príncipes de la Iglesia Católica, se levantaba una clase intermedia que eran los monjes, quienes no llevaban una existencia lujosa como la de los obispos, pero tampoco vivían oprimidos y sumisos como los clérigos de las villas. El monacato era un modo de vida que tenía un perfil original e independiente. Los frailes se encerraron en sus monasterios y desarrollaron un nuevo tipo de existencia religiosa: la monástica.

El papel que jugaban los sacerdotes ante el poder absoluto del señor feudal, era de influencia muy escasa. La institución religiosa influía en el aspecto general, reglamentando el derecho público desde el Aula Regia o los Concilios, pero no tenía ocasión de dulcificar directamente el dominio del noble en el microcosmos feudal laico. Su verdadero papel lo ejerció predicando cierta “moralidad” entre los oprimidos, aunque era raro el cura que no fornicase con las campesinas: estos salvadores de almas iban por los campos ofreciéndoles a mujeres y hombres el consuelo de este y del otro mundo.

Para los presbíteros, la tierra era un “valle de lágrimas”, donde por sus pecados el pueblo debía sufrir la explotación de los señores feudales, e inclusive sus hijas recién casadas debían ser desfloradas por éstos y no por sus maridos, y en la medida que los pobladores fueran mansos y le pusiesen la otra mejilla al noble, más cerca estarían de recibir su recompensa en el Reino de Jesucristo.

La Iglesia, a través de sus obispos, era propietaria de un número importante de los feudos existentes en aquella época, los prelados purpurados como representantes del catolicismo actuaban como propietarios, estando vigente entre ellos y sus vasallos las mismas relaciones feudales de explotación y sojuzgamiento existentes entre dueños y siervos. Desde este ángulo, su poder no solamente se limitaba a la esfera espiritual sino también a la terrenal.

El Papa, máximo Jefe de la Ecclesia, se creía vicario de Cristo en la tierra, con una potestad por encima del Emperador y la de los reyes. El sucesor de San Pedro había recibido según el derecho canónico el mundo como feudo de Jesús, y a su vez se lo cedía al Emperador; y éste lo repartía como “beneficio” ente sus nobles súbditos.

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