Filosofia
zhiiqiiz_iilove4 de Octubre de 2012
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En este trabajo se presentan los métodos de la Filosofía. En este sentido en el presente trabajo diremos que la Filosofía, se explica y se define como una ciencia del conocimiento de las cosas por sus causas.
De esta manera explicaremos los métodos de la Filosofía, para introducir en el conocimiento de los filósofos y con su ayuda comprender la peculiar naturaleza del saber que ellos inauguraron y todavía hoy nosotros buscamos poseer. Esta es la principal enseñanza de los filósofos y es por esta razón que los métodos de la Filosofía pueden entenderse, en el sentido que ellos dieron, como búsqueda de la verdad, aspiración a conocer del modo más profundo desde las primeras causas la totalidad de las cosas.
El método lo impone en cada caso la naturaleza
misma de la realidad, a la cual debe adaptarse, lo mismo que en la guerra hay que adaptar distintas tácticas eficaces para ciencia su método, variable, que debe acomodarse a la estructura misma que queremos conocer. En unos casos, el método deberá ser inductivo; en otros deductivo; en unos experimental, y en otros racional. En unas materias puede llegarse a la certeza absoluta, mientras que en otras tendremos que contentarnos con un grado mayor o menor de probabilidad.
Sócrates
Método: la mayéutica.
Sócrates es, en realidad, el primer filósofo que nos habla de su método. Sócrates nos cuenta cómo filosofa. ¿Cuál es el método que Sócrates emplea? Él mismo lo ha denominado la mayéutica. Esto no significa más que la interrogación. Sócrates pregunta. El método de la filosofía consiste en preguntar.
Cuando se trata, para Sócrates, de definir, de llegar a la esencia de algún concepto, sale de su casa, se va a la plaza pública de Atenas, y a todo el que pasa por delante de él lo llama y le pregunta: ¿qué es esto? Así, por ejemplo, un día Sócrates sale de su casa preocupado en averiguar qué es la valentía, qué es ser valiente.
Llega a la plaza pública y se encuentra con un general ateniense. Entonces se dice: Aquí está; éste es el que sabe lo que es ser valiente, puesto que es el general, el jefe. Y se acerca y le dice: ¿Qué es la valentía? Tú eres el general del ejército ateniense, tienes que saber qué es la valentía.
Entonces el otro le dice: ¡Claro está! ¿Cómo no voy a saber yo qué es la valentía? La valentía consiste en atacar al enemigo y en no huir jamás. Sócrates se rasca la cabeza y le dice: Esa contestación que me has dado no es del todo satisfactoria; y le hace ver que muchas veces en las batallas los generales mandan al ejército retroceder para atraer al enemigo a una determinada posición y en esa posición echársele encima y destruirlo. Entonces el general rectifica y dice: Bueno, tienes razón. Y da otra definición; y sobre esta segunda definición, otra vez Sócrates ejerce su crítica interrogante. Sigue no quedando satisfecho y pidiendo otra nueva definición; y así, a fuerza de interrogaciones, hace que la definición primeramente dada vaya atravesando por sucesivos mejoramientos, por extensiones, por reducciones, hasta quedar ajustada lo más posible. Nunca hasta llegar a ser perfecta.
Ninguno de los diálogos de Sócrates, que nos ha conservado Platón –en donde reproduce con bastante exactitud los espectáculos o escenas que él presencia consigue llegar a una solución satisfactoria, sino que se interrumpen, como dando a entender que el trabajo de seguir preguntando y seguir encontrando dificultades, interrogantes y misterios en la última definición dada, no se puede acabar nunca.
Platón
Método: La dialéctica, el mito de la reminiscencia
Este método socrático de la interrogación, de la pregunta y la respuesta, es el que Platón,
discípulo de Sócrates, perfecciona. Platón perfecciona la mayéutica de Sócrates y la convierte en lo que él llama la dialéctica.
La dialéctica platónica conserva los elementos fundamentales de la mayéutica socrática. La dialéctica platónica conserva la idea de que el método filosófico es una contraposición, no de opiniones distintas, sino de una opinión y la crítica de ella. Conserva, pues, la idea de que hay que partir de una hipótesis primera y luego irla mejorando a fuerza de las críticas que se le vayan haciendo en torno y esas críticas como mejor se hacen es en el diálogo, en el intercambio de afirmaciones y de negaciones; y por eso la llaman dialéctica.
Vamos a ver cuáles son los principios, las esencias filosóficas que están a la base de este procedimiento dialéctico.
La dialéctica se descompone, para Platón, en dos momentos. Un primer momento consiste en la intuición de la idea; otro segundo momento consiste en el esfuerzo crítico para esclarecer esa intuición de la idea. De modo que primeramente, cuando nos ponemos ante la necesidad de resolver un problema, cuando sentimos esa admiración que Platón encomia tanto, esa admiración ante el misterio, cuando estamos ante el misterio, ante la interroga-Sión, ante el problema, lo primero que el espíritu hace es lanzarse como un flechazo, como una intuición que se dispara hacia la idea de la cosa, hacia la idea del misterio que se tiene delante. Pero esa primera intuición de
la idea es una intuición torpe, insuficiente. Es, más que la intuición misma, la designación del camino por donde vamos a ir hacia la conquista de esa idea. Y entonces viene después la dialéctica propiamente dicha en su segundo momento, que consiste en que los esfuerzos sucesivos del espíritu por intuir, por ver, contemplar, o, como se dice en griego "theorein" (de ahí viene la palabra teoría), las ideas van depurándose cada vez más, acercándose cada vez más a la meta, hasta llegar a una aproximación la mayor posible, nunca a la coincidencia absoluta con la idea, porque ésta es algo que se halla en un mundo del ser tan distinto del mundo de nuestra realidad viviente, que los esfuerzos del hombre por taladrar esta realidad viviente, por llegar al mundo de esas esencias eternas, inmóviles y puramente inteligibles, que son las ideas, no pueden nunca ser perfectamente logradas.
Esto lo expone Platón de una manera viva, interesante, por medio de esas ficciones a las cuales es tan aficionado. Es muy aficionado a exponer sus pensamientos filosóficos bajo la forma de lo que él mismo llama "cuentos", como los cuentos que cuentan los viejos a los niños; los llama con la palabra griega "mito". Cuando las nodrizas griegas les contaban un cuento a los niños, la palabra que empleaban es "mito".
Pues Platón es muy aficionado a los mitos, y para expresar su pensamiento filosófico apela muchas veces a ellos. Así, para expresar su pensamiento
de la intuición de la idea y de la dialéctica que nos conduce a depurar esa intuición, emplea el mito de la "reminiscencia". Cuenta el cuento siguiente: Las almas humanas, antes de vivir en este mundo y de alojarse cada una de ellas en un cuerpo de hombre, vivieron en otro mundo, vivieron en el mundo en donde no hay hombres, ni cosas sólidas, ni colores, ni olores, ni nada que transite y cambie, ni nada que fluya en el tiempo y el espacio. Vivieron en un mundo de puras esencias intelectuales, en el mundo de las ideas. Ese mundo está en un lugar que Platón metafóricamente llama lugar celeste, "topos uranos". Allí viven las almas en perpetua contemplación de las bellezas inmarcesibles de las ideas, conociendo la verdad sin esfuerzo alguno porque la tienen intuitivamente delante; sin nacer ni morir; en pura eternidad.
Pero esas almas, de vez en cuando, vienen a la tierra y se alojan en un cuerpo humano, dándole vida. Al estar en la tierra y. alojarse en un cuerpo humano, naturalmente tienen que someterse a las condiciones en que se desenvuelve la vida en la tierra, a las condiciones de la espacialidad, de la temporalidad, del nacer y del morir, del dolor y del sufrimiento, de la insuficiencia de los esfuerzos, de la brevedad de la vida, de los desengaños, de la ignorancia y del olvido. Estas almas olvidan, olvidan las ideas que cono-cieron cuando vivían o estaban en el "topos uranos", en el lugar celeste, donde moran las ideas. Olvidadas
de sus ideas están y viven en el mundo. Pero como han estado antes en ese "topos uranos", donde están las ideas, bastará algún esfuerzo bien dirigido, bastarán algunas preguntas bien hechas, para que del fondo del olvido, por medio de la reminiscencia, atisben algún vago recuerdo de esas ideas.
Una vez que Platón cuenta este cuento (porque es un cuento, no vayan ustedes a creer que Platón cree en todo esto) a unos amigos suyos de Atenas, éstos quedan un poco recelosos; piensan: este señor parece que se burla. Entonces Platón les dice: Os lo voy a demostrar. En ese momento pasa por allí un muchacho de quince años, esclavo de uno de los concurrentes a la reunión. Platón le dice: Tu esclavo, Menón, ¿sabe matemáticas? No, hombre, ¡qué va a saber! Es un criado, un esclavo de mi casa. Pues que venga aquí; vas a ver.
Entonces Sócrates (que en los diálogos de Platón es siempre el portavoz) le empieza a preguntar. Le dice: Vamos a ver, niño: Imagínate tres líneas rectas, y el niño se las imagina. Y así, a fuerza de preguntas bien hechas, va sacando de sí toda la geometría. Y dice Sócrates: ¿Veis? ¿No la sabía? ¡Pues la sabe!, la está recordando de los tiempos en que vivía en el lugar celeste de las ideas.
Las preguntas bien hechas, el esfuerzo por dirigir la intuición hacia la esencia del objeto propuesto, poco a poco y no de golpe, con
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