Filosofía De Las Ciencias

La enseñanza de las ciencias, inmersa en las escuelas de un sinnúmero de contextos culturales, es la representación de la estructura social que define, aplica y conduce sus contenidos. La ciencia que es movilizada allí, por el desarrollo que representa (porqué alfabetización científica?), implica una carga ideológica que ha sido suficiente para afectar diversos campos de la acción humana. En esa medida, los actuales emprendimientos interculturales (ok ) en Colombia, hacen una importante apuesta porque la enseñanza de las ciencias ponga en consideración la incidencia y valor que implican los saberes considerados (sistema educativo indígena) como no científicos, tradicionales y/o ancestrales sobre la medicina de las plantas. En contraste se presentan aquellos que desde su origen, se han fundamentado en la tradición científica occidental. Sobre esta base, la puesta en consideración del carácter histórico, epistemológico y filosófico de los saberes, se muestra como una forma aplicable para el estudio de la manera en que se superponen unas y otras sabidurías, unos y otros conocimientos, y unas y otras ciencias.

Es de suma importancia articular los saberes y contextualizarlos en su historia. Entre los objetivos de la enseñanza de las ciencias de hoy en día, está la búsqueda por relacionar su naturaleza con el contexto histórico social en el que se ha formulado y se desarrolla, y según tal ofrecimiento; ha de objetivarse un mayor progreso de conocimientos basado en la comprensión individual para intervenir en las sociedades (Matthews, 1991). A este respecto, Fourez (1994:173 en García, 1999) sienta que “Un conocimiento es verdadero solo cuando permite realizar los proyectos que se tienen y adaptarlos a las posibilidades requeridas”. En ese orden, para cada contexto hay condiciones de intervención distintas, y en vista de que existen saberes alternos al conocimiento científico, apoyados en variadas estructuras cognitivas, eficacia y formas de sobrevivencia como gamas del conocimiento; aparece latente y urgente, el deber de considerarles en los distintos espacios de formación recayendo en su naturaleza tradicional o ancestral, siempre que han sido transmitidos generacionalmente como una medida de confianza depositada en ellos y de la que se ha justificado hacer caso omiso en la escuela (García, 1999).

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