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Identidad Personal

brother11 de Julio de 2012

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5. EL NÚCLEO DE IDENTIDAD PERSONAL

En este primer capítulo describiré el núcleo de identidad personal, es decir, aquello

que, desde el fondo de nuestra personalidad, posibilita todos los aspectos conocidos como

fenómeno humano.

El núcleo de identidad personal (NIP), por un lado, es la respuesta ante la pregunta:

¿Quién soy yo? ; y, por otro lado, constituye la base sobre la cual descansa todo nuestro

modo de ser, nuestro pensamiento y nuestra conducta, o sea, todo aquello que captamos

como fruto o producto de nuestro yo.

El núcleo de identidad personal es, pues, el ser más íntimo que cada uno es. Estudiar el ser

humano en cuanto tal es estudiar al núcleo de identidad personal. Si queremos hablar

concierta precisión, éste no se posee, sino que simplemente es, y de él surge todo cuanto

somos y poseemos.

Sin embargo, antes de describirlo directamente, es conveniente referirse a los

estratos superficiales de nuestra persona, con el objeto de contrastar y aclarar el constitutivo

central del ser humano. En segundo lugar, explicaré algunas experiencias que conducen

directamente al núcleo de identidad personal. Sólo hasta un tercer lugar podré detallarlo.

Por fin, en cuarto lugar, indicaré algunos enfoques típicos que se han utilizado para

distinguir este núcleo con respecto a otras características de la persona.

5.1 LA PERIFERIA DE LA IDENTIDAD PERSONAL

Antes de explicar en qué consiste propiamente el núcleo de identidad personal

(NIP), me parece conveniente detenerme en algunos aspectos periféricos que suelen

considerarse como integrantes de la propia identidad y que, en algunas ocasiones, ocupan

un lugar preponderante en la vida de la persona, como si fueran el más íntimo núcleo de su

propia identidad.

Por mi parte, pienso que estos aspectos que voy a describir a continuación forman

parte de la identidad de una persona, pero no constituyen, de ninguna manera, el núcleo

más auténtico del ser personal. En la medida en que un sujeto logra captar esos aspectos, no

como algo desechable o despreciable, sino como valores intermedios que pueden conducir

a un centro más íntimo de la

propia identidad, la vida de esa persona se realizará en niveles más valiosos,

productivos, auténticos y, por ende, más alegremente felices.

El siguiente esquema muestra en forma sencilla la idea que acabo de explicar. Vivir

en la periferia, sin descubrir ese núcleo de identidad personal, significa existir en forma

inauténtica, vivir alienado o separado de la raíz más propia de nuestro ser.

NIP

Periferia

De antemano hay que advertir al lector acerca de la terrible dificultad práctica que

puede asaltar a una persona, en un momento dado, para asumir su verdadero núcleo de

identidad, al tener que constatar algún aspecto que durante años había considerado como lo

más íntimo de su ser. Las crisis que afectan a la vida humana en todas sus etapas,

constituyen los ejemplos más palpables de esta extraña situación del hombre, aferrado a

roles, circunstancias, valores, cualidades y pertenencias que tan sólo forman parte de su

periferia, pero con él suficiente poder para ocultar el verdadero núcleo de identidad

personal. Se podría decir que la vida de muchas personas ha consistido en una inadecuada

defensa de estos estratos superficiales, con el consiguiente déficit de vida auténtica, dado

que ha faltado el cultivo explícito y consciente del núcleo verdadero. Desde el punto de

vista de una Antropología filosófica, este fenómeno de ineficiencia, puede ser estudiado

bajo el rubro de "alienación".

Sin pretender agotar esos aspectos que constituyen la periferia de la identidad

personal, podemos describir algunos de ellos.

5.1.1. El status

a) Ante la pregunta ¿Quién eres?, la mayor parte de la gente responde con su

nombre o apodo. La identificación con el nombre puede ser muy fuerte, al grado de que

algunas personas no toleran cambio alguno o bromas en ese aspecto. En ciertos casos, el

nombre, y lo que le significa a su poseedor, puede explicar la conducta que suele llevar.

El Análisis Transaccional ha descrito este oculto poder del nombre personal con

resultados sumamente esclarecedores. Sin embargo, ni el nombre ni el apodo constituyen la

identidad más íntima de una persona. De hecho, el cambio de nombre o apodo puede

afectar fuertemente el carácter de una persona; pero, aun en estos casos, el sujeto sigue

teniendo conciencia de sí mismo como el sujeto que poseía antes otro nombre.

b) Mucha gente está muy orgullosa de sus parentescos. Fulano se presenta como el

hijo del presidente o el sobrino del ministro. La identificación con una figura paterna o

materna es un proceso normal en el desarrollo del niño. La deficiencia acontece cuando ese

niño no logra deshacerse de dicha identificación en etapas ulteriores de su evolución.

Asimismo, el fenómeno de "simbiosis" con sus padres, con otro pariente o con su

mismo cónyuge le puede dar la ilusión de complementación, armonía y felicidad, cuando lo

que está sucediendo en el fondo es un desarrollo desequilibrado por no saber funcionar con

las cualidades que pertenecen al otro de la pareja simbiótica. Por otro lado, un niño

adoptado en una familia desde pequeño, requerirá una especial preparación para recibir la

noticia de que en realidad no es hijo de sus padres putativos.

Con esto se muestra que el parentesco también forma parte de nuestra identidad

personal y que, en algunos casos, es difícil desprenderse de estos lazos. Sin embargo, el

sujeto es capaz de sobrevivir cuando, perdida su tabla de salvación, logra tocar un fondo

más sólido, estable y gozoso, como es el auténtico núcleo de identidad personal, que luego

será descrito.

c) Mucho se ha criticado el afán de poseer títulos y diplomas. Sin embargo, se puede

hacer una distinción. Un título conseguido por esfuerzo auténtico en el campo del trabajo

intelectual, de tal modo que expresa los resultados y objetivos conseguidos, parece un valor

genuino y cae fuera de la crítica general contra los títulos. En cambio, los títulos

comprados, que no avalan ningún logro académico, sino que se han conseguido por amistad

o por deficiencia de la institución que lo expide, son efectivamente vituperables. A este

respecto, habría que llamar la atención a ese tipo de estudiantes que abiertamente

proclaman su anhelo por el título, como un pasaporte para altos puestos, sea que avale, o

no, la consecución de objetivos académicos.

En los dos casos mencionados, y con mayor razón en el segundo, el título en sí es un

mero símbolo. Lo importante, desde luego, es lo simbolizado, que es una serie de

realizaciones de orden académico. Entonces podemos obtener una conclusión: cuando el

aprendizaje avalado por un título ha sido un aprendizaje significativo, entonces el núcleo de

identidad personal queda tocado muy de cerca. En este caso, los contenidos asimilados

afectan directamente al núcleo de identidad personal, aun cuando no se identifican con él.

Sobre este asunto trataremos más ampliamente en el capítulo referente al conocimiento.

Existe otro tipo de títulos, como los nobiliarios, que significan dignidad y honor

cuando la autoridad competente lo confiere a un súbdito, como premio por sus actos

meritorios. Sin embargo, la adquisición de estos mismos títulos por herencia o por simple

intercambio de bienes, abandona por completo el sentido original de merecimiento. No

obstante, la gente, en ciertos países, continúa comprando títulos nobiliarios para hacer

ostentación de ellos en sus fiestas y saraos. El status así adquirido, artificial y ególatra,

produce una especial satisfacción a los nuevos marqueses y condes. Puede juzgarse si

acaso, estos títulos constituyen el núcleo de identidad personal.

d) La riqueza y, en general, las propiedades, suelen formar parte del status, al

mismo tiempo se utiliza como medios para obtener otros beneficios. Dada su eficacia y su

objetividad tan claramente detectable, los bienes económicos se han convertido en la meta

final de muchas personas. También existe la corriente contraria, que trata de rebajar el valor

de los bienes económicos.

Por mi parte, considero que no es correcto caer en ninguno de los dos extremos

citados, y que, por tanto, es necesario preservar el valor real de los bienes económicos y el

esfuerzo proporcional que se dedica a ellos.

Todo esto sin que los bienes económicos lleguen a instalarse como núcleo o esencia

de la propia identidad. El sufrimiento de una persona que poseía cien millones y pierde

cincuenta no reside en las necesidades primarias que deja de satisfacer, sino en la privación

de un aspecto con el cual había llegado a identificarse. La pobreza que se ha predicado

como virtud no es la ausencia o privación de bienes, y mucho menos la miseria, sino el

desprendimiento de los bienes económicos como algo diferente al núcleo de identidad

personal.

Podemos,

...

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