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Identidad Personal


Enviado por   •  17 de Abril de 2013  •  1.664 Palabras (7 Páginas)  •  478 Visitas

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IDENTIDAD PERSONAL.

¿Quién soy yo? ¿Realidad o ficción?

¿Quién soy yo? Una pregunta que parece bastante fácil de responder en un principio pero que está plagada de dificultades una vez nos ponemos a pensar en ello.

Lo primero que debemos señalar es que, para ser algo, primero hay que existir, y nosotros: ¿Podemos tener la certeza de que somos reales, de que efectivamente existimos? La respuesta es sí. Estamos seguros de nuestra existencia por los siguientes motivos:

• -Por necesidad, porque si estuviésemos seguros de que no existimos o albergásemos continuas dudas sobre ello no daríamos ninguna importancia a nada. ¿Para qué me voy a preocupar de mi existencia, si sé que es mentira? Así, para afrontar la vida es necesario estar seguros de nuestra existencia.

• -Por las continuas evidencias que refuerzan la certeza de nuestra existencia: Nuestras obras prevalecen en el tiempo, comprobamos que podemos operar con nuestro entorno, nuestros amigos y familiares nos reconocen y nosotros los reconocemos a ellos, observamos nuestra imagen en un espejo cada vez que nos situamos delante… Nuestro día a día está lleno de situaciones que refuerzan la certeza de nuestra existencia y, sin embargo, no encontramos ni una sola prueba que refuerce nuestra certeza de no existencia.

• -Por último, aunque con toda seguridad sea el argumento más contundente, echaremos mano a la máxima cartesiana “Cogito, ergo sum”. Cuando dudamos y razonamos, obtenemos la prueba indudable de un ser que piensa y, por tanto, existe.

Una vez constatada la realidad de nuestra existencia, tenemos que pasar a contestar la espinosa pregunta: ¿Quién soy? Responder a esto requiere definir en que consiste nuestra identidad, nuestra esencia. Es decir, aquello que nos diferencia del resto de nuestros semejantes y nos hace únicos.

Una respuesta que parece bastante lógica a esta pregunta es responder con nuestro nombre: Yo soy Ernesto, o yo soy Carolina. Sin embargo, compartimos nuestro nombre con muchísimas personas, por lo que no es el rasgo identificador exclusivo que buscamos. Además, si nos cambiásemos o nos cambiasen nuestro nombre, nuestra esencia no variaría, seguiríamos siendo los mismos pero con otro nombre. De esta manera, podemos concebir nuestro nombre como un útil instrumento de comunicación social, pero no como un determinante de nuestra esencia.

Nuestra identidad es el conjunto de cualidades que nos definen: nuestra forma de enfrentarnos a la vida, nuestra forma de ver las cosas, nuestra forma de amar, nuestra forma de odiar, nuestra forma de luchar, de expresarnos, de actuar... Nuestra identidad es nuestra personalidad. Porque todos tenemos en común que somos personas, pero cada uno de nosotros tenemos una personalidad propia que nos convierte en seres únicos e irrepetibles .De esta forma, a partir de ahora identificaremos el término identidad con personalidad.

Además, Para reforzar nuestra tesis, recurriremos a la definición que nos aporta la Real Academia de la Lengua Española del término personalidad: Diferencia individual que constituye a cada persona y la distingue de otra.

Por tanto, a la pregunta ¿Quién soy yo?, debemos responder: Yo soy mi personalidad, el conjunto de rasgos y cualidades exclusivamente míos que me convierten en una persona única e irrepetible.

No obstante, existe una cuestión fundamental que merece ser atendida: ¿Nuestra personalidad está determinada desde el momento en el que nacemos o, por el contrario, se va construyendo a partir de nuestras experiencias, nuestra cultura, nuestro entorno…?

La respuesta es que nuestra personalidad presenta una etapa de formación en la que intervienen dos componentes: Un componente innato o genético que se manifiesta nada más nacer y es la base de nuestra personalidad; y un componente exterior, que moldea y matiza nuestra personalidad, y que viene determinado por múltiples factores: sociedad, experiencias, cultura, familia…

El componente innato es evidente, podemos observar que los bebés se comportan de diferente manera: unos lloran más que otros, unos son más curiosos que otros, unos se ríen más que otros… señal inequívoca de que cada uno nace con su propia personalidad. Por otro lado, no debemos despreciar el componente aprendido, que es fundamental durante nuestros primeros años, y va moldeando nuestra personalidad innata.

Por tanto, la personalidad evoluciona y cambia (y con ella la persona) durante nuestra infancia y adolescencia, pero cuando alcanza su etapa de madurez y finaliza su formación, se convierte en una esencia inamovible que acompaña al individuo de por vida. Así, hablaremos de la personalidad en su etapa ya completa como una fuerza fija e inmutable.

Ahora bien, nuestra personalidad determina nuestros sentimientos y nuestros actos, pero podemos señalar que no sentimos ni actuamos de la misma manera en todas las situaciones de la vida. No nos comportamos igual si estamos eufóricos, o enfadados, o alegres, o bajo presión… Esto no indica un cambio de personalidad, la personalidad una vez formada es inamovible, esto solo indica que nuestra personalidad está actuando bajo un condicionamiento emocional.

Por ejemplo: Una persona que se encuentra bajo el efecto del alcohol y actúa de forma diferente a como actuaría estando sobria. Al día siguiente esa persona dice: “Estaba bebido, no era yo”. Esto es totalmente erróneo, por supuesto que eras tú, tu personalidad era exactamente la misma bebido que sobrio, solo que estaba condicionada por los efectos del alcohol.

Porque la personalidad siempre está condicionada por un estado emocional. Continuamente sentimos emociones: calma, nerviosismo, miedo, amor, odio… De hecho, hasta estar vacío de emociones es un estado emocional.

La

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