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Itinerario mente a Dios


Enviado por   •  15 de Agosto de 2022  •  Ensayos  •  17.813 Palabras (72 Páginas)  •  49 Visitas

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S. Bonaventurae Bagnoregis (1221-1274)

Itinerario del alma a Dios

Franciscus fecit

Pr´ologo del  Itinerario del  alma  a  Dios

  1. En el principio invoco al primer Principio, de quien descienden todas las iluminaciones como del Padre de las luces, de quien viene toda d´adiva preciosa y  todo  don  perfecto,  es  decir,  al  Padre  eterno  por  su  Hijo,  Nuestro  Sen˜or Jesucristo, a fin de que con la intercesi´on de la Sant´ısima Virgen Mar´ıa, madre del  mismo  Dios  y  Sen˜or  nuestro,  Jesucristo,  y  con  la  del  bienaventurado Francisco, nuestro gu´ıa y padre, tenga a bien iluminar los ojos de nuestra mente para dirigir nuestros pasos por el camino de aquella paz que sobrepuja a  todo  entendimiento.  Paz  que  evangeliz´o  y  dio  Nuestro  Sen˜or  Jesucristo, de  cuya  predicaci´on  fue  repetidor  nuestro  padre  Francisco,  quien  en  todos sus discursos, tanto al principio como al fin, anunciaba la paz, en todos sus saludos deseaba la paz, y en todas sus contemplaciones suspiraba por la paz ext´atica, como ciudadano de aquella Jerusal´en, de la que dice el var´on aquel de la paz, que era pac´ıfico con los que aborrec´ıan la paz: Pedid los bienes de la  paz  para  Jerusal´en. Porque  sab´ıa  que  el  trono  de  Salom´on  est´a  asentado en  la  paz,  segu´n  est´a  escrito:  Fij´o  su  habitaci´on  en  la  paz  y  su  morada  en Si´on.

  1. En vista de esto, buscando con vehementes deseos esta paz, a imitaci´on del bienaventurado padre Francisco, yo pecador que, aunque indigno, soy, sin embargo, su s´eptimo sucesor en el gobierno de los frailes, aconteci´o que a los treinta  y  tres  an˜os  despu´es  de  la  muerte  del  glorioso  Patriarca,  me  retir´e, por divino impulso, al monte Alverna como a lugar de quietud, con ansias de buscar la paz del alma. Y estando all´ı, a tiempo que dispon´ıa en mi interior ciertas elevaciones espirituales a Dios, v´ınome a la memoria, entre otras cosas, aquella maravilla que en dicho lugar sucedi´o al mismo bienaventurado Fran- cisco, a saber: la visi´on que tuvo del alado Seraf´ın, en figura del Crucificado. Consideraci´on  en  la  que  me  pareci´o  al  instante  que  tal  visi´on  manifestaba tanto la suspensi´on del mismo Padre, mientras contemplaba, como el camino por donde se llega a ella.
  1. Porque por las seis alas bien pueden entenderse seis iluminaciones sus- pensivas, las cuales, a modo de ciertos grados o jornadas, disponen el alma para pasar a la paz, por los ext´aticos excesos de la sabidur´ıa  cristiana. Y el camino no es otro que el ardent´ısimo amor al Crucificado, el cual de tal ma- nera transform´o en Cristo a San Pablo, arrebatado hasta el tercer cielo, que vino a decir: Clavado estoy en la cruz junto con Cristo: yo vivo, o m´as bien,

no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en m´ı; amor que as´ı absorbi´o tam- bi´en el alma de Francisco, que la puso manifiesta en la carne, mientras, por un bienio antes de la muerte, llev´o en su cuerpo las sacrat´ısimas llagas de la Pasi´on. As´ı que la figura de las seis alas ser´aficas da a conocer las seis ilumi- naciones escalonadas que empiezan en las criaturas y llevan hasta Dios, en quien nadie entra rectamente sino por el Crucificado. Y en verdad, quien no entra por la puerta, sino que sube por otra parte, el tal es ladr´on y salteador. Mas  quien  por  esta  puerta  entrare,  entrar´a  y  saldr´a  y  hallar´a  pastos.  Por lo cual dice San Juan en el Apocalipsis: Bienaventurados los que lavan sus vestiduras en la sangre del Cordero para tener derecho al ´arbol de la vida y a entrar por las puertas de la ciudad. Como si dijera: No puede penetrar uno por la contemplaci´on en la Jerusal´en celestial, si no es entrando por la sangre del Cordero como por la puerta. Nadie, en efecto, est´a dispuesto en manera alguna para las contemplaciones divinas que llevan a los excesos mentales, si no  es, con Daniel, var´on de deseos.  Y los deseos  se inflaman en nosotros de dos modos: por el clamor de la oraci´on, que exhala en alaridos los gemidos del coraz´on, y por el resplandor de la especulaci´on, por la que el alma direct´ısima e intens´ısimamente se convierte a los rayos de la luz.

  1. Por eso primeramente invito al lector al gemido de la oraci´on por medio de Cristo crucificado, cuya sangre nos lava las manchas de los pecados, no sea  que  piense  que  le  basta  la  lecci´on  sin  la  unci´on,  la  especulaci´on  sin  la devoci´on, la investigaci´on sin la admiraci´on, la circunspecci´on  sin la exulta- ci´on,  la  industria  sin  la  piedad,  la  ciencia  sin  la  caridad,  la  inteligencia  sin la humildad, el estudio sin la gracia, el espejo sin la sabidur´ıa divinamente inspirada.

Propongo, pues, las siguientes especulaciones a los prevenidos de la divina gracia, a los humildes y piadosos; los compungidos y devotos, a los ungidos con el ´oleo de la alegr´ıa y amadores de la divina sabidur´ıa e inflamados en su deseo; a cuantos quisieren, en fin, ocuparse libremente en ensalzar, admirar y  au´n  gustar  a  Dios,  d´andoles  a  entender  que  poco  o  nada  sirve  el  espejo puesto delante al exterior, si el espejo de nuestra alma no se hallare terso y  pulido.  Ejerc´ıtate,  pues,  hombre  de  Dios,  en  el  aguij´on  remordedor  de  la conciencia, antes de elevar los ojos a los rayos de la sabidur´ıa que relucen en sus  espejos,  no  suceda  que  de  la  misma  especulaci´on  de  los  rayos  vengas  a caer en una fase m´as profunda de tinieblas.

  1. Y plu´gome dividir el tratado en siete cap´ıtulos, anteponiendo los t´ıtulos para  la  mejor  inteligencia  de  lo  que  se  ir´a  diciendo.  Ruego,  pues,  que  se pondere  m´as  la  intenci´on  del  que  escribe  que  la  obra, m´as  el  sentido  de  las

palabras que lo desalin˜ado del estilo, m´as la verdad que la graciosidad, m´as el ejercicio del afecto que la instrucci´on del intelecto.

A fin de que as´ı suceda, la progresi´on de estas especulaciones no se ha de transcurrir superficialmente, sino que se ha de rumiar morosamente.

Fin del pr´ologo.

Empieza  la  especulaci´on  del  pobre  en  el  desierto

I

Grados  de  la  subida  a  Dios  y especulaci´on  de  Dios  por sus vestigios en el Universo

  1. Feliz el hombre que en ti tiene su amparo; y que dispuso en su coraz´on, en este valle de l´agrimas, los grados para subir hasta el lugar que dispuso el Sen˜or. No siendo la felicidad otra cosa que la fruici´on del sumo bien y estando el sumo bien sobre nosotros, nadie puede ser feliz si no sube sobre s´ı mismo, no con subida corporal, sino cordial. Pero levantarnos sobre nosotros no lo podemos sino por una fuerza superior que nos eleve. Porque por mucho que se dispongan los grados interiores, nada se hace si no acompan˜a el auxilio divino.

Y en verdad, el auxilio divino acompan˜a a los que de coraz´on lo piden humilde y devotamente; y esto es suspirar a E´l en este valle de l´agrimas, cosa que se

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