ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

LA EDUCACIÓN Y ROUSSEAU Por Jesús Muñoz Freites


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2012  •  872 Palabras (4 Páginas)  •  400 Visitas

Página 1 de 4

La Educación y Rousseau I

Por Anzoateguivive • 28 abr, 2011 • Sección: Tribuna Abierta

Antiparadigma

“Nada es malo al salir de la naturaleza, es la sociedad lo que pervierte al hombre”

Las teorías de Rousseau sobre la educación suscitan multitud de objeciones. El filósofo ginebrino prescribe a las madres la obligación de amamantar a sus recién nacidos; pero ¿pueden todas cumplir este deber? ¿Acaso a la madre trabajadora no se le dificulta esta tarea? Quiere endurecer a los niños, bañarlos en el agua de la Estigia; pero ¿habrá que lavarlos en el verano y en el invierno con agua helada, dejarlos correr descalzos por todas partes y en todo tiempo, y no llamar al médico sino en los casos extremos, cuando su vida se encuentre en un peligro eminente? ¿Habrá que criarlos a la espartana o la romana, hacer que duerman en lugares húmedos, hacerles beber cuando están bañados en sudor, agua de la fuente o del río? ¿Realmente, esto hace al niño fuerte y saludable? Pensamos que no.

Rousseau desea que su discípulo no reciba hasta los doce años más que una educación negativa y que conserve durante tanto tiempo como sea posible un espíritu ocioso e indiferente. Es como si se les prohibiese a los niños mover las manos y los brazos mientras están aprendiendo a andar. Aún en un rincón apartado del campo, ¿será inaccesible Emilio a las impresiones externas? ¿A la sociedad? ¿No tiene ante sus ojos el espectáculo de los demás? Y ya que ve y acepta el mal, ¿no habrá que enseñarle el bien?

El filósofo ginebrino le prohíbe el aprendizaje de lenguas extranjeras, la historia y la literatura, con el pretexto de que a esa edad las ideas no penetran todavía en el cerebro. Pero ¿no se deberá sacar partido de la flexibilidad de la memoria del niño y, como dice el propio Rousseau, enriquecerla continuamente en espera que su juicio pueda aprovechar este tesoro? ¿No son los libros de los hombres más adecuados que el libro de la naturaleza para formar ese depósito de conocimientos que el autor del “Emilio” considera indispensable para la educación y para la conducta futura de su discípulo? Emplea el método socrático. ¡Pero cuán lentas y laboriosas investigaciones impone a los niños!

¿Será preciso que encuentren por sí mismos, como Pascal, la geometría de Euclides y que tengan que descubrir lo que basta con aprender? Hace de la utilidad el único móvil de los actos de su discípulo entre los doce y los quince años. ¿No es tanto como acostumbrarle a considerar las cosas desde un solo punto de vista, e inculcarle uno de esos perjuicios que él mismo combate tan vigorosamente: el del interés personal? ¿No es acaso darle un aval a la sociedad que combate? Claro, se nos puede replicar aquí que no es la misma utilidad del pragmatismo, la de Rousseau.

Cree colocar a Emilio en medio de la naturaleza; pero lo que hace es transportarlo a una plena fantasmagoría. Forja para él un mundo artificial en el que todo está preparado como en una función de magia. No son sino espectáculos dispuestos de antemano, personas situadas en sus lugares y aleccionados previamente por el maestro. ¿Quién nos dice que Emilio no sabrá descubrir la treta? Mientras más trata de alejarlo de la sociedad, más lo hunde en ella. Instruido por la experiencia, el filósofo ginebrino ha querido poner a su héroe en guardia contra los arrebatos del corazón. No le da madre, hermana, hermano ni amigos, y no le hace conocer más que a su preceptor, pero ¿acaso no va esto también contra el orden natural?

Emilio vive primero por los sentidos, después por la inteligencia, más tarde por la razón y finalmente por el sentimiento. Pero ¿se puede dividir de este modo la existencia y cortarla así en pedazos? Rousseau olvida que la naturaleza desarrolla a la vez todas las fuerzas del alma. Si la sensibilidad de Emilio hubiese permanecido muda durante quince años, su preceptor inventaría en vano hacerla hablar ¿Qué fuente podría brotar de un corazón seco? El filósofo ginebrino retrasa hasta el decimo octavo año la enseñanza de la religión. Curioso como es Emilio, ¿no le ha preguntado a su preceptor quién es el autor del universo? ¿Y le preocupará saber, acaso, sobre un Dios del que ha prescindido durante tanto tiempo?

El error capital del filósofo ginebrino es el haber opuesto como de ordinario, la naturaleza a la sociedad. Al frente de su obra inscribe la frase tan conocida: “Todo degenera en manos del hombre; todo es bueno al salir de las manos del autor de las cosas”. Cree que los primeros impulsos de la naturaleza son siempre rectos y que no hay perversidad original en el corazón humano. Aleja, pues, a su discípulo de la ciudad para preservarlo de los vicios de la civilización, lo aísla, lo aparta del mundo real, y no crea más que un ser quimérico. Emilio no solo es un aristócrata, un privilegiado rico, colmado de bienes, sino que su educación depende además de un concurso de circunstancias que nunca se encuentran, o se encuentran con mucha dificultad en la realidad.

CAMARADA JESUS MUÑOZ FREITES Director de Educación y Desarrollo Social de la Alcaldía

Bolivariana y Socialista del Municipio Los Taques

...

Descargar como  txt (5.1 Kb)  
Leer 3 páginas más »
txt