LOS PRINCIPIOS ELEMENTALES DE LA CIENCIA Y DE LA FILOSOFÍA.
bmarielaSíntesis3 de Junio de 2013
11.862 Palabras (48 Páginas)416 Visitas
LOS PRINCIPIOS ELEMENTALES DE LA CIENCIA Y DE LA FILOSOFÍA.
1) Ya Wittgenstein nos ilustraba acerca de la misión y la esencia de la filosofía: "La filosofía no es ninguna de las ciencias naturales (…). El objetivo de la filosofía es la clarificación lógica de los pensamientos" (Tractatus Logico-Philosophicus 4.111 y 4.112). No es, por tanto, cualquier discurso, sin más, filosófico.
De acuerdo con Hegel el comienzo de algo es de algún modo ya parte de su resultado, de modo que el comienzo de la filosofía, el debate mundano, es ya, de algún modo, parte de la filosofía. Pero una parte nunca será el todo ni llegará a serlo sin transitar por todas las fases de su desarrollo.
La universalidad de la filosofía es lo que hace que se piense que es posible exponer sus resultados sin transitar sus momentos. "La filosofía existe esencialmente en el elemento de lo universal, que lleva dentro de sí lo particular" (Hegel, Prólogo a la Fenomenología del Espíritu). Es decir, que no hay filosofía cuando no se investiga lo más general, sino que se limita el estudio a una parcela particular. Ese carácter universal induce al error, o, como dice Hegel, suscita la apariencia, de que en los resultados de la investigación filosófica se expresa la verdad filosófica. Pero Hegel insiste en que no es posible captar la verdad filosófica sin haber transitado por todos sus momentos. Lo universal que contenga lo particular, así como el desarrollo completo que ha llevado al resultado, son elementos esenciales de la filosofía. Si la filosofía provoca la sensación errónea de que en el resultado se expone la verdad, las ciencias positivas, como la anatomía, provoca la sensación errónea inversa, esto es, aparece como si no bastase con el conocimiento de las partes del cuerpo en su existencia inerte, con el resultado, sino que hubiese de atender también, por ejemplo, a la biología, (en cuanto análisis de las partes del cuerpo en su existencia viviente y particular), para poder captar su verdad. En este sentido las ciencias positivas no merecen el nombre de ciencia en sentido estricto, porque no tratan de lo universal, sino que son siempre investigaciones parciales que aíslan una parte del todo en el que están inmersas. La verdad como sistema científico, esto es, la verdad de la totalidad en un sistema que integre sus momentos o partes, es la verdad filosófica.
Los debates acerca de los resultados filosóficos no difieren de la forma en que la anatomía habla de las partes del cuerpo inerte, lo cual demuestra que si la filosofía quiere tener el derecho de denominarse ciencia, tendrá que evitar el modo de proceder científico-positivo, que no sirve para captar la verdad filosófica, que es la que reside en lo universal. Por eso, a continuación, dice Hegel que: "la determinación de las relaciones que una obra filosófica cree guardar con otros intentos en torno al mismo tema suscita un interés extraño y oscurece aquello que importa en el conocimiento de la verdad" (Hegel Ibid.). Punto en el que no hay necesidad de estar completamente de acuerdo con su posicionamiento y punto débil de su filosofía, ya que la sistematicidad filosófica y la clarificación lógica de los conceptos puede también ganar cuando se hace cargo de los resultados científicos en su desarrollo conceptual, al estar el núcleo de la ciencia en estrecha relación con el núcleo de la filosofía.
2) Una cosa es la pretensión escéptica que conduce al absurdo de la "relatividad absoluta de la verdad de los juicios" y otra la de la "mutabilidad temporal de la verdad" que, por ejemplo, el evolucionismo admite perfectamente desde que se hace cargo de la transformación de las especies.
La verdad de la teoría de la evolución no descansa sólo sobre la coherencia interna que demuestra y que demostró frente alternativas lamarckistas y desvaríos esotéricos, sino también en su engranaje con todo un cúmulo de disciplinas que la complementan y que se vinculan con ella: "La verdad de la teoría de la evolución biológica de Darwin descansaría también sobre la confluencia de diversas operaciones construidas por cursos distintos: observaciones de geología, estratigrafía y estudio de fósiles; análisis de ecología animal y vegetal; estudios de anatomía y fisiología comparadas; trabajos de carácter taxonómico en la elaboración de macroclasificaciones biológicas; conocimientos técnicos de mejora animal mediante la selección artificial de los individuos, etc. Después de Darwin estos cursos operatorios se han enriquecido aún más: análisis generales de poblaciones; biología molecular comparada; citología e histología comparadas; embriología, etc. Todos estos cursos operatorios confluyen en la identidad sintética de la teoría de la evolución que, de este modo, llega a establecer relaciones (entre los diferentes organismos) que se independizan de los individuos que las establecen. Efectivamente, la justificación de estas teorías científicas (astrofísicas, físico-químicas, biológicas) reside en la confluencia y posterior cierre operatorio, de modo que los descubridores y científicos aparecen como sujetos fenoménicos, meros episodios históricos que, aun siendo imprescindibles y sin merma de su genialidad, son perfectamente sustituibles, en la medida en que sus experimentos y observaciones se pueden repetir. El tránsito de los fenómenos a las esencias es claramente un proceso de reducción de unos términos del campo a otros, y de unas relaciones y operaciones a otras. La reducción aparece en todos los campos científicos y en todos los teoremas lógico-materiales (clasificaciones, modelos, definiciones y demostraciones), y es un proceso semántico irrenunciable en la elaboración de verdades científicas. Las leyes de Kepler, el modelo atómico de Böhr, la teoría de la evolución de Darwin, contienen múltiples reducciones, ya que a partir de un conjunto de fenómenos superabundantes y diversísimos (en rigor, infinitos) construyen un número escaso y determinado de relaciones esenciales. Estos episodios de reducción son necesarios y no deben ser confundidos con el reduccionismo. (...) Como ya quedó dicho, el reduccionismo de unas escuelas a otras, de una teorías a otras, de unas ciencias a otras (sociologismo, psicologismo, biologismo...) es un momento pragmático dialógico de las ciencias que resulta de querer extender globalmente las conclusiones o los métodos de una explicación, una teoría o una ciencia, a otras explicaciones, teorías o ciencias.
El reduccionismo se mueve en una perspectiva claramente metamérica e intencional, como por ejemplo, la sociología fisicalista de Neurath (1931-1932). Por ésto no debe confundirse con los espisodios de reducción internos a un determinado teorema gnoseológico cuyo mecanismo reductivo se mueve a un nivel diamérico, y resulta efectivo en la medida en que logra construir una verdad esencial por identidad sintética material". (Las citas transcritas arriba corresponden al libro de David Alvargonzalez titulado Ciencia y materialismo cultural. Edición Aula Abierta de la Universidad Nacional a Distancia, Madrid 1989, págs 62,63,65 y 66. Para la distinción entre metamérico y diamérico cfr. Diccionario de Filosofía. En: www.filosofia.org).
El conocimiento científico así como el filosófico son solidarios en relación a ciertas pautas de racionalidad y al núcleo duro de la razón en general, que no es otro que la Lógica (epistemología) y la Ontología. La sociología de la ciencia acierta y es muy loable cuando desvela las determinaciones que puede imponer, por ejemplo, la industria armamentística a la investigación científica (aunque Internet surgió de la investigación militar), pero desvaría cuando se radicaliza hacia el constructivismo absoluto y el relativismo cultural. Es caricaturesco el heraclitismo extremo tanto como el parmenideismo extremo y cuando no se ve que filosofía y racionalidad, desde Grecia a nuestros días, no consiste sino en el esfuerzo por adoptar un justo medio entre esos dos extremos, cosa que de un modo u otro han hecho todos los pensadores, entonces hay que dudar que se sea capaz de pensar o se hayan seguido con provecho las lecciones de la vida escolar y académica.
Sobre las consecuencias perversas de la aplicación de la razón instrumental (pleonasmo, pues la razón instrumental no es la Razón sino la razón aplicada) obviamente se verá que se deben a la ignorancia sobre las consecuencias y al ánimo de lucro, entonces hipocresía. También se confunde entre Teoría y aplicación al decir que las teorías científicas deben estar caracterizadas por las propiedades de ensayabilidad, poder predictivo, aplicabilidad y efectividad, puesto que eso es lo que tiene que cumplir la razón aplicada, no la Razón, que en principio descarta los discursos que no se ajustan a los principios fundamentales de la racionalidad e incurren en contradicciones, incoherencias y falacias. Por eso la ufología no suplanta a la aeronáutica, y no sólo por su efectividad, aunque, ciertamente, los primeros no puedan hacer volar objetos y los segundos sí lo consigan.
En cuanto lenguaje coloquial, decir H2O o decir agua, da igual, como da igual decir agua, l'eau, water o Wasser, etc.; dicho en términos platónicos: "Nada importa que sean unas u otras las letras que expresan el mismo significado ni tampoco que se añada o suprima una letra con tal que siga siendo dominante la esencia de la cosa que se manifiesta en el nombre" (Platón Crátilo, 393d). Pero a cualquier persona mínimamente ilustrada le será evidente que cuando se dice H2O no se pronuncia algo arbitrario o equivalente a cualesquiera otras designaciones
...