“La Cuidad de Dios” Agustín de Aquino

           Camila Soledad Chavero- 15/10/20[pic 1][pic 2]

“La Cuidad de Dios” Agustín de Aquino.

Agustín de Aquino consideraba que los filósofos tenían razón cuando decían que el hombre era bueno por naturaleza y que buscaba hacer cosas buenas porque eso es lo que lo haría felices: el bien. Para Agustín el hombre se inclina a encontrar lo bueno en el mismo y a buscar lo bueno en las cosas, y eso es lo que tiene como deseo final, evadiendo “caer en la tentación” de los pecados. Esta misma idea de que los hombres buscaban el bien, o encontrar el bien, y ser siempre buenos también aplicaba para Agustín en la filosofía; para él la filosofía tenía que tener como objetivo “el bien”, ocuparse del bien, sino pues no era filosofía.

 Más adelante Agustín nos explica como uno de sus autores que le inspira decir, Varrón, va desechando ciertas sectas, cultos u opiniones hasta llegar a tres que para él son las más relevantes. Aquí se comienza a discutir cómo llegar a ser “bienintencionado” realmente, y se consideran tres géneros de vida para lograrlo: el ocioso, el activo y el templado. Agustín, con dudas de cuál sería la etapa de la vida en donde se llegaría a la buena intención pura, dice que muchos pueden vivir cualquiera de los tres géneros de vida y errar en el método de ser bien intencionada.

Pero en el medio de todos estos cuestionamientos Agustín comienza a hacerse preguntas más profundas como ¿Qué es el hombre? Llega a la conclusión de que el hombre es, al fin, dos cosas: el cuerpo y el alma; por supuesto que él nos comenta que es superior el alma que el cuerpo ya que es la forma de conocer a Dios y estar en paz con uno mismo y con el universo. Agustín dice que la virtud del alma no se antepone a los bienes, ni al cuerpo, y que donde no hay virtud no pueden existir bienes, de modo que no se debe llamar bienes a los que se usan sino a los que tienen utilidad para el alma.

Más adelante Agustín comienza refiriéndose a ¿Qué es para los cristianos el bien y el mal? Responde que el bien respondería a la vida eterna (el paraíso) y que el mal es la muerte eterna, o sea, el infierno, y para liberarse de este y llegar al paraíso no es sólo necesario vivir bien, sino vivir con fe y credo absoluto en Dios. Agustín repudia a los filósofos que creían que la felicidad del hombre se podía conseguir con la vida terrenal y mundana ya que él decía que la forma de conseguirla era en la vida eterna, o comunicándose con Dios. A partir de este punto, Agustín comenzará a estudiar las diferencias entre el cristianismo y la filosofía griega, dado que ninguna virtud destruye el mal sino que lo rechaza, y esto era lo que Agustín quería hacer, destruir el mal. Comienza a criticar el valor o la fuerza como una virtud verdadera, porque ella es sanguinaria y no puede entender como una “virtud” así era tan alabada.

Más adelante comienza a criticar el creer que es posible ser bien-intencionado terrenalmente, entonces explica que en donde se puede sentir la verdadera felicidad es en el paraíso, en la vida futura, y que podemos ayudar por medio de la paciencia, porque hay que esperar para llegar este paraíso, nunca vamos a ser  felices en la vida terrenal, debemos tener paciencia y esperar y sufrir hasta que se llegue la salvación divina, o la redención.

En cuanto a la política Agustín tiene una hipótesis, no propone una llamada “Ciudad de Dios” en donde la paz se mantiene constantemente. Agustín tenía una concepción muy negativa de la política, ya que dice que ésta va a dejar de servir en cualquier momento, porque es un medio para enlazarnos y obedecer a otros hombres, y eso no era lo que debíamos hacer según San Agustín, decía que sólo deberíamos meternos y seguir a Dios no a otros hombres.

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