La Persona Y Su Accion
sofimar_2122 de Febrero de 2015
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Empezaremos, con el esfuerzo de mostrar qué es el hombre en tiempos en que es difícil de saberlo por la pluralidad de versiones que afirman tener la verdadera respuesta, y asumiendo que la realidad humana es demasiado rica y compleja como para abarcarse en una sola mirada. Con esta salvedad, nuestra primera tarea será la consideración del hombre como ser vivo. Ello nos llevará a revisar sus características básicas y el común denominador que comparte con los animales y otros seres vivos, lo que a su vez nos permitirá adentrarnos en aquello que lo diferencia.
Aunque todos los seres vivos comparten la característica esencial de que viven, no todos son iguales, es decir, no todos viven de la misma manera. Esta escala o graduación tiene que ver con los grados de inmanencia. Comer una manzana, refunfuñar y pensar en alguien, por ejemplo, son tres grados diferentes de una perfección cada vez mayor.
No sólo la inmanencia sino también las demás características vitales se dan en los seres vivos superiores en grados más perfectos que en los inferiores. Así, en los superiores hay más movimiento, más unidad, más inmanencia y mayor auto realización que en los inferiores.
Nos iremos acercando poco a poco hacia la consideración de que el hombre tiene una dimensión intemporal y otra temporal, y que no podemos prescindir de ninguna de las dos. Los modelos explicativos en el pasado tienden a afirmar uno de los dos polos en detrimento del otro. Intentaremos exponer el asunto de un modo no dualista, de modo que se empiece a ver que la naturaleza humana es libre y que naturaleza y libertad, en el hombre, no pueden separarse, como tampoco puede hacerlo la dualidad alma y cuerpo.
Mapa conceptual: Naturaleza humana
2.1 Una noción biologicista
En la naturaleza, lo mismo que en el conocimiento humano, las formas superiores se desarrollan a partir de las inferiores. Percepción sensible, memoria, experiencia, imaginación y razón se hallan ligadas entre sí por un vínculo común; no son sino etapas diferentes y expresiones diversas de una y la misma actividad fundamental, que alcanza su perfección suprema en el hombre, pero en la que de algún modo participan los animales y todas las formas de la vida orgánica.
Si adoptáramos este punto de vista biológico nos figuraríamos que la primera etapa del conocimiento humano habría de tratar exclusivamente con el mundo exterior. Por lo que se refiere a sus necesidades inmediatas y a sus intereses prácticos el hombre depende de su ambiente físico. No puede vivir sin adaptarse constantemente a las condiciones del mundo que le rodea. Los primeros pasos hacia la vida intelectual y cultural pueden describirse como actos que implican una suerte de adaptación mental al entorno.
Aun así, no hay que confundir los aspectos genéticos con los aspectos analíticos y fenomenológicos. El análisis lógico del lenguaje humano nos conduce siempre a un elemento de importancia primordial que no encuentra paralelo en el mundo animal. La teoría general de la evolución de ningún modo se opone al reconocimiento de este hecho. Hemos aprendido, precisamente en el campo de los fenómenos de la naturaleza orgánica, que la evolución no excluye cierto género de creación original; hay que admitir la mutación súbita y la evolución emergente. La biología moderna ya no habla de evolución en los términos que lo hacía el primitivo darwinismo; tampoco explica sus causas de la misma manera.
Desde las ciencias naturales el término naturaleza significa aquellos aspectos que son más específicamente biológicos y que la constitución genética y corpórea de los animales viene dada por su naturaleza; los instintos se trasmiten a los individuos de una especie de manera natural, es decir, innata, no aprendida. Nos explica García Cuadrado (2004, pág. 189 – 196) que este sentido del término naturaleza puede ser adecuado en el campo de las ciencias naturales, pero su extrapolación a la Antropología Filosófica puede generar confusión. Si se contrapone lo innato a lo adquirido, identificando lo natural con lo innato, se establece una contraposición entre lo natural y lo libre. Lo natural es lo estable, lo fijo y permanente, repetitivo, adquirido innatamente; lo libre es lo novedoso, lo creativo, lo no adquirido de manera innata, sino lo libremente asumido por la razón y la voluntad. En la visión biologicista se desvela la intención de reducir al hombre a lo meramente físico o biológico, algo así como decir que el hombre es un mamífero, con ojos, etc. Sin embargo, lo solamente biológico es lo menos específicamente humano, puesto que deja fuera la racionalidad y la libertad.
2.2 Una Noción Historicista y Existencialista
En este planteamiento, que como hemos visto, tiene raíces filosóficas en el nominalismo y empirismo, se tiende a negar la existencia real de las esencias: lo único realmente existente son los individuos. Por lo tanto, la llamada esencia o naturaleza humana no es más que un puro término que sirve para designar al conjunto de individuos humanos, puesto que únicamente puedo conocer aspectos singulares que se manifiestan a través de la experiencia empírica. La negación de la naturaleza humana ha venido de la mano de tres corrientes filosóficas contemporáneas, conocidas como el historicismo, el positivismo jurídico y el existencialismo.
a) El historicismo es la teoría filosófica según la cual el ser humano no sólo tiene historia, sino que es sólo historia, y todo ello por ser libertad y no sólo por tenerla. A la pregunta ¿qué es el hombre? el historicismo responde, su historia. Según el historicismo, para que el hombre sea realmente libre es menester que carezca de toda naturaleza, pues libertad significa indeterminación y variedad, mientras que la naturaleza es monótona y rígida. En todo caso, cabe sostener que el hombre en cuanto animal tiene una cierta naturaleza, pero ninguna en cuanto a hombre. El comportamiento animal es repetitivo e instintivo; pero el comportamiento humano es siempre novedoso y original. Actuar naturalmente significaría en el hombre una continua reedición de su conducta, lo cual contradice el hecho histórico. El hombre es su propia historia, sin que por debajo de ella se dé nada que lo limite a un determinado modo de ser ya dado previamente al hombre mismo.
b) En la versión existencialista, el hombre es libre y no hay ninguna naturaleza humana sobre la que yo me pueda apoyar. Para Millán Puelles (2002 pág. 449) de acuerdo con esta tesis, la esencia propia del hombre se sigue de su existencia en el sentido de que se va haciendo en ella, a través de su propio curso temporal. El hombre es, por consiguiente, lo que él se va haciendo a lo largo de su existir, sin acabar nunca de estar hecho del todo, mientras realmente existe. Sólo la muerte cierra o acaba su esencia. A través de su existencia el hombre tiene su esencia abierta, como una posibilidad nunca cerrada por completo. Esta concepción filosófica advierte bien el carácter inacabado del ser humano; pero si se lleva hasta el extremo se cae en la inversión del orden real en virtud de lo cual el obrar sigue al ser. El ser humano sería un producto o resultado del obrar libre del hombre.
Esta concepción existencialista contradice el orden ontológico de la realidad, donde según la esencia o naturaleza así obrará el ser humano. En otras palabras, el hombre no es puro ser indeterminado, sino que ya desde su origen se encuentra esencializado o naturalizado.
En realidad, en las concepciones modernas y hablando en concreto de la concepción racionalista como en la historicista se encuentra presente una dicotomía entre naturaleza y razón, entre naturaleza y cultura, o naturaleza y libertad.
Ambas corrientes, comparten de manera implícita una visión dualista, por la cual, la naturaleza y la libertad son dos espacios separados cuya relación es problemática. Para algunas escuelas filosóficas, el hombre o es materia evolucionada o una libertad desarraigada, enfrentada a la naturaleza. Los modelos explicativos anteriores tienden a afirmar de modo dualista uno de los dos extremos en detrimento del otro. Esta concepción de enfrentamiento entre naturaleza y libertad, o naturaleza y cultura, es el fundamento teórico del relativismo cultural, como afirma García citando a Yepes (2004) “según el cual lo que el hombre es no lo vamos a encontrar en una teoría, general, abstracta, intemporal, sino, por el contrario, en cada situación histórica concreta y sólo ahí: la verdad del hombre sería relativa a cada época, a cada cultura”.
2.3 Una nueva perspectiva
Todo lo anterior quiere decir que para entender correctamente qué es el hombre y qué es la naturaleza humana es importante evitar volver como antaño, a una concepción dualista del hombre. Sería dualismo, pensar que en el hombre hay una naturaleza abstracta, intemporal, cuando de otro lado, resulta que obvio que somos seres concretos, históricos, en unas determinadas circunstancias que continuamente están en variación. Pero también sería parcial el modelo historicista o relativista, según el cual el hombre es relativo a cada época, a cada cultura, etc. no habría una naturaleza humana, sino diversidad de seres humanos en relación a los cuales los bienes del hombre, los fines, la moralidad, etc., variarían, no siendo ningún sistema mejor o peor que su contrario.
Tan dualista es el racionalista que pretende hacer una ciencia exacta del hombre, como el historicista o relativista cultural. Para unos, la naturaleza humana está, por así decir, por encima del tiempo y del espacio, absoluta. Para otros, no existe tal naturaleza, sino que lo que existe son los individuos concretos. Ambas posturas nos abren al conflicto
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