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Las Dos Caras De La Modernidad

franciscapz17 de Marzo de 2012

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Las dos caras de una Luna llamada Modernidad.

La modernidad al igual que la luna presenta dos caras, una que solemos apreciar durante las noches despejadas y otra que se mantiene oculta. Es por ello que al momento de revisar los diversos planteamientos e ideas que surgen sobre este tema, resulta confuso poder establecer una propia postura, aún más cuando muchos autores no se han puesto de acuerdo en lo que realmente significa ella, y que nos mantiene en una constante encrucijada, sobre todo hoy, cuando se anuncia su término y el comienzo de una nueva etapa que sutilmente (y muy obviamente) hemos denominado Postmodernidad.

Lo claro es que la modernidad surgió no como un acontecimiento o hecho aislado en nuestra historia, sino como una transformación en nuestras convicciones y que afecto seriamente las raíces culturales de una época que presentaba “la estrechez de criterio, el dogmatismo y sobre todo, las restricciones de la autoridad”.

Como toda transformación supuso tensión e inestabilidad, lo que implica no sólo un cambio, sino también una continuidad de aquello en cuestión. No creamos que un campesino de la Edad Media abandonó de la noche a la mañana, por decreto o mandato jurídico, una forma de pensar y concebir al mundo.

Han sido cambios extensos y de diversa complejidad, porque nosotros no estamos volando en el aire. Somos y hemos sido parte de una cultura que ha moldeado nuestras vidas. Estamos arraigados a ciertas costumbres y tradiciones que han pasado de una generación a otra (actuando negentrópicamente). Por eso, es que me atrevo en referir la existencia de una “paradoja”, en donde, por una parte, esta presente lo antiguo, lo cuestionado y por otra, lo nuevo, lo emergente, una característica propiamente moderna.

Tomando la idea desarrollada por Thomas Kuhn en su libro “Las Estructuras de las Revoluciones Científicas”, estos cambios estructurales han respondido a una crisis de los postulados y principios que sostiene a un “estilo de ver, percibir, conocer y pensar” lo que conceptualizaría como “Paradigma “. Reafirmando lo expuesto en el párrafo anterior, esto no significa que el paradigma que nos ha precedido, haya desaparecido, sino que más bien pierde válidez frente al nuevo (ambos paradigmas coexisten).

Sin duda, la fe irrestricta en Dios manifestada durante la época medieval se traspasó en una fe ciega en el ser humano y el desarrollo de sus capacidades y/o potencialidades. Surge el mito del progreso, que junto con la razón y la identidad, forman una triada que transforma al hombre en un proyecto.

Lo que asesinó Nietzche en su obra fue el Dios de la religión, pero no la fe del hombre, porque este siempre necesita creer en algo que le provea seguridad y esto por un lado, significo con el advenimiento de la modernidad, “un presunto triunfo de la libertad contra las fuerzas del mal y la ignorancia”.

Los cambios experimentados fueron configurando una alternativa de resurgimiento del hombre y de una sociedad que “privilegia el futuro”, abriendo nuevas interrogantes sobre el funcionamiento de la naturaleza y de si mismo. Es aquí en donde la inclusión del principio de duda jugó (y sigue jugando, bajo la figura de la incertidumbre) un papel importante en el área del conocimiento y que tuvieron impactos profundos, por ejemplo, en la física, trasladándonos desde el pensamiento de Galileo a la “relatividad” de Einstein.

Algunos autores como Michel Maffesoli destacan que en la modernidad “hubo grandeza al poner el acento en el libre albedrío individual”. Esto se contrapone con la idea de Max Weber quién sostenía que el proceso modernizador atrapaba al hombre en una verdadera “jaula de hierro” de opresión y manipulación. Marx iba más allá y planteaba lo ambivalente que resultaba este proceso, en donde “el desarrollo de las relaciones capitalistas de producción provocó una alteración de las relaciones sociales”

Por lo visto, la modernidad que prometía al hombre un mejor bienestar resultó en muchos de los casos un arma de “doble filo”. Por un lado la fuerte dependencia que sostuvo con el modelo capitalista o lo que llamaba Wallerstein “Economía -Sistema Mundo” generó una profunda división de la producción entre aquellos países con un desarrollo tecnológico más avanzado y los que se dedicaban a la extracción de materias primas. Esto a su vez, afecto a las estructuras sociales con otro fenómeno que se conoce como la División Internacional del Trabajo. Si bien, nos habíamos zafado de las ataduras de la estructural estamental, se da la génesis de un nuevo antagonismo (o lucha de clases) entre la clase- dueña de los medios de producción y la clase trabajadora o proletariado.

Sin duda, esto se agudizaría con el desarrollo de la Revolución Industrial en los siglos XVIII-XIX y que crearía una serie de desigualdades sociales que en su conjunto llamaríamos “Cuestión Social”, generando por un lado, la respuesta de la filosofía a través del Socialismo y por otra, la de la propia Iglesia Católica con su Encíclica “Rerum Novarum” del Papa León XIII.

Otro hecho importante a destacar, es la migración campo- ciudad que se propició, debido a que está última concentraba en ella a las industrias. Esto obligo a muchos de los campesinos a trasladarse a las ciudades, que pronto se transformarían en un símbolo del progreso, éxito y de las expectativas de un mejor estándar de vida. Pero, muchas de estas expectativas en la práctica no lograrían concretarse.

De lo que se ha tratado hasta ahora es el alcance de una modernidad que ha potenciado enormemente el desarrollo tecnológico e industrial y que no se ha detenido hasta nuestros días. ¿Podría pensarse en el fin o desaparición de este desarrollo? o como lo dijera Wallerstein, ¿se puede pensar en un fin de la “modernidad de la tecnología”?. Yo creo que no y sobre todo, cuando el mundo alcanza niveles de interacción e intercambio entre las culturas y los países (y que muchos llaman “Globalización”) nunca antes vistos en nuestra historia.

En lo que si concuerdo plenamente con Wallerstein, es que la “modernidad de la liberación”, si bien tuvo su máxima expresión con el estallido de la Revolución Francesa en 1789, aún permanece siendo una ilusión. Las ideas de representación del poder, la noción de ciudadano y la consagración de los ideales de igualdad de derechos, libertad y tolerancia fueron conformando la figura del Estado-Nación que comenzaría posteriormente a relacionarse con la idea de Democracia.

Pero, ¿podrá una democracia desarrollarse cuando el Estado busca una homogenización de sus ciudadanos mediante la aplicación de impuestos, la existencia de fuerzas de orden (o lo que otros han llamado “de represión”) y la construcción de una identidad vía un modelo de educación, para asegurar la unidad?. Esto, tal vez, es consecuencia de que en la modernidad siempre se ha valorado a lo único por sobre lo múltiple. Nadie puede desconocer que lo que se pretendió fue una homogenización del mundo o más bien dicho, una “occidentalización” de él, ya sea de sus valores y principios, como así también de sus patrones sociales, económicos, políticos y culturales.

Un caso que merece un apartado, es lo que sucedió con el descubrimiento y conquista de América. No sólo significo para Europa la expansión de sus mercados, sino también la consolidación de un sistema y del propio pensamiento moderno. Para algunos, la posibilidad de que América Latina haya experimentado los procesos que ha implicado la modernidad, no pasa de ser una imposición que se ha articulado como “un artificio o mentira”. El hecho de que no se hallan registrados los mismos fenómenos que en Europa, como la revolución industrial (símbolo de la modernidad tecnológica) o la revolución francesa (símbolo de la modernidad libertaria) han dado fuerza y válidez a la tesis anterior. Pero, no debemos olvidarnos que el sometimiento americano supuso un proceso de sincretismo cultural, que “cruzó” costumbres, tradiciones y cosmovisiones entre los pueblos dominados y sus conquistadores. Claros ejemplos, son simbólicamente la Virgen de Guadalupe en México y la Virgen de la Tirana en el norte de nuestro país.

Tal vez, en América Latina lo que realmente se produjo fue una copia de la modernidad europea, que se nos fue impuesta, pero que resultaría ingenuo pensar que sea idéntica a ella. Sin embargo, hay algunos planteamientos como el de la CEPAL, en su Informe sobre “Crisis y Desarrollo: Presente y Futuro de América latina y el Caribe” , que precisan que los problemas existentes se resumen a que nuestra cultura no ha sabido adaptarse a la modernidad y necesita producir las motivaciones y actitudes requeridas para el rendimiento óptimo de los modernos sistemas de producción, reproducción y gobierno de la sociedad Los desarrollos latinoamericanos y europeos hacen que estas sean incompatibles, y que los desafíos que se propongan en ellas sean diferentes. Puede ser esto, el origen para muchos de estos problemas que se evidencian en nuestro

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