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Libertgad Y Etica

mundo4346452829 de Octubre de 2012

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LA INMANENCIA DE LA LIBERTAD Y LA DIGNIDAD.

II. LIBERTAD DIALÉCTICA

Necesidad y libertad no son dos contrarios que se excluyan el uno al otro. La libertad no pone en suspenso la necesidad. Nada puede suspender la vigencia de lo necesario. Necesidad y nociones vitales libertad dependen, en el hombre, la una de la otra, se conjugan la una con la otra.

E. NICOL, Psicología de las situaciones vitales.

§ 3. LA INMANENCIA DE LA LIBERTAD Y LA DIGNIDAD

¿Se invalidan realmente la condición libre del hombre y su naturaleza moral con el auge de los determinismos y con la insuficiencia misma de las teorías absolutistas de la libertad?

Lo significativo es que parece imposible dejar de dar cuenta de ambas cosas por igual: de la determinación (necesidad) y de la in-determinación (libertad). Ambas, en efecto, son "datos de experiencia" que aparecen formando una trama indisoluble en la existencia humana, sin que sea en realidad una más patente que la otra. Tan indudables como son los testimonios de las determinaciones que parecen regir todo lo humano (no hay nada en realidad que escape absolutamente a éstas), lo es también el hecho de la irreductibilidad del hombre a pura causalidad necesaria (uniforme y preestablecida); o sea, el hecho de la acción consciente y volitiva, esencialmente plural e innovadora, que es propia de la naturaleza humana. Éste es realmente el problema: la "coexistencia", por así decirlo, de una "doble causalidad": necesaria y libre.13

En efecto, por mucho que avance la conciencia de las determinaciones, sigue siendo inexplicable la existencia humana sin eso que se designa, de un modo u otro, como "libertad". Y por mucho que parezca que ésta sólo es concebible como algo "puro" e incompatible con la determinación causal, no se in¬valida con ello el dato de la causalidad. Todo parece indicar por tanto que hay que dejar de pensar la libertad en abstracto -como algo absoluto, sin relación (esencial) con la determi¬nación-, del mismo modo como hay que dejar de pensar en determinismos abstractos (que abstraen justamente la especifi¬cidad del ser humano), sin reconocer en el hombre su naturaleza in-determinada, posible y contingente.

13 ej. E. Nicol, particularmente Los principios de la ciencia, Fondo de Cultura Económica, México, 1965; capo cuarto: "El principio de causali¬dad" , 11: "La causalidad histórica".

Dicho de otro modo: la expansión del campo (conocido y reconocido) de los factores determinantes, no interfiere en el ámbito de la libertad, no lo reduce, no lo invade ni lo agota (paradójicamente, por el contrario, pudiera propiciarlo). No se trata de una relación cuantitativa, por la cual el aumento de un aspecto produjera la disminución del otro: libertad y nece¬sidad son contrarias pero no excluyentes: se implican recíproca y dialécticamente.

Lo que ha de invalidarse en realidad es la pretensión de ab¬solutos -y los dualismos que de ahí resultan-: absoluto de¬terminismo versus absoluta in-determinación. Es este carác¬ter lo que los torna excluyentes. Se hace en verdad

necesaria una idea concreta de la libertad; concreta y, al mismo tiempo, rigurosamente filosófica, o más bien ontológica; es decir, una comprensión radical y esencial de la libertad.14

Ni dualismos ni monismos totalizantes (deterministas o no) pueden ofrecer una comprensión adecuada de lo humano en general, ni de lo ético en particular. De ahí que aparezca como una tarea primordial de la ética contemporánea el dar razón de eso que puede formularse como la unidad-dualidad del hombre, de modo que se obtenga una comprensión unitaria y a la vez consciente de las contradicciones y conflictos inherentes a su ser. O sea, una visión, literalmente "sintética" de la condición humana, no reductivista ni monista, ni tampoco dicotomizante. Una visión, además, que al mismo tiempo que penetre en la condición histórica y ética del hombre pueda refundamentar la excelencia y la dignidad humanas.

14 Vid infra, capo XII: Libertad ontológica y libertad moral.

LA INMANENCIA DE LA LIBERTAD Y LA DIGNIDAD 21

La ontología y la dialéctica son, a nuestro modo de ver, caminos en verdad fecundos y promisorios para la filosofía moral del presente. Pero precisamente, "ontología" y "dialéctica" entendidas, no sólo en unidad indisoluble, sino en un sentido concreto y fenomenológico, no especulativo, que 16gre captar la integración efectiva de la libertad y la determinación.

El existencialismo resulta, desde luego, punto de partida obligado para una consideración ontológica (y también, por supuesto, existencial) de la libertad. Pero por ser punto de partida, se hace necesaria una conciencia crítica de sus límites y la búsqueda de su posible superación. Se trata de incorporar los indiscutibles aciertos de la filosofía de la existencia y, en especial, su penetración en algunas notas definitorias de la libertad (las cuales se fueron configurando desde Kierkgard), así como de trascender, tanto los falsos presupuestos que siguió arrastrando el existencialismo, como las insuperables aporías en que desembocan algunos de sus desarrollos más importantes.

Es decisiva, sin duda, la correspondencia destacada por el existencialismo entre las categorías de libertad, temporalidad, posibilidad y contingencia, como lo es también el reconocimiento del carácter negativo de la libertad. Pues es indudable que la libertad implica angustia, in-determinación, experiencia de soledad y de vacío real: todo ello justamente como una vivencia de carácter existencial, y no sólo como mera operación intelectual (o ético-racional). A partir de los análisis existencialistas puede reconocerse que la libertad no alude a un fenómeno puramente fáctico ni tampoco formal (o sólo racional), ni menos aún puede seguirse considerando un simple hecho "feliz" o "positivo". Libertad también es "angustia" y "negatividad". El problema es si solamente consiste en esto. Si se llega en verdad aquí a la significación originaria, universal y principal de la libertad.

Parece indispensable que -sin abandonar precisamente la radicalidad del enfoque ontológico ni los profundos hallazgos de las filosofías de la existencia- se superen las visiones parciales y nihilistas de la condición temporal y libre del hombre que han caracterizado estas filosofías. Particularmente, es necesario ver

cómo la libertad es verdadero fundamento de la eticidad: no de una u otra moral determinada, sino de la condición ética del hombre y del fenómeno de moralidad en general, con todas sus notas distintivas.

En la medida en que el existencia1ismo no fundamente plenamente la comunidad y la genuina comunicación interhumana (el vínculo de "libertad" a "libertad"), y en la medida en que no dé razón del "amor" en su sentido verdaderamente ontológico y radical, el existencialismo no funda propiamente la ética. Como no la funda, por tanto, si no ofrece una comprensión adecuada de la areté o excelencia humana y de la posibilidad de un sentido afirmativo de la existencia (afirmativo en sentido ontológico y axiológico); si no funda "la esperanza"; si no incorpora eso que Nietzsche expresará como el originario "sí a la vida".

Es cierto que la ética es soledad, interioridad y, en esencia, autenticidad; pero es igualmente cierto que es también lo contrario: comunicación, "Saciedad", afirmación del vínculo interhumano. "Lo social" es tan definitorio de lo ético como "lo individual" .15 Más aún: Eros es el fundamento último del ethos, como 10 vieron la ontología y la ética platónicas, en este sentido más vigentes y "revolucionarias" que muchas concepciones contemporáneas.16

Y junto con la condición amorosa del hombre se hace indispensable, en efecto, recobrar la "dignidad" humana: las capacidades afirmativas inherentes al ser del hombre; el impulso originario de expansión y "elevación" de la vida; la fuerza de persistencia y de crecimiento interior, de trascendencia y creatividad; de todo eso, en fin, que configura la capacidad de afirmar el ser y engendrar el ethos, la "segunda naturaleza" definitoria del hombre plenamente "humanizado".

O sea, se trata de reconocer la significación vital y creadora de la libertad misma: su poder generador, realizador y constructor; su potencia vinculadora y verdaderamente liberadora. La libertad como positividad y fuerza vinculatoria, antes que

15 Cj. nuestro trabajo "Conciencia moral y conciencia social". II Encuentro hispano-mexicano de filosofía moral y política, Consejo Superior de la Investigación Científica, Madrid, 1988.

16 Vid inJra, capo IIl, A: Platón, El Banquete.

nihilidad y mera soledad. La libertad como fuente de gozo existencial y no sólo de angustia; como equivalente de autonomía y autarquía (suficiencia y plenitud interior), y de fortaleza y seguridad existencial. Sin todo esto, es imposible comprender el mundo ético ni comprender la autenticidad moral. No hay ética si la libertad no implica ella misma, precisamente en el nivel radical ti ontológico, la fuerza erótica de unión y de ascensión, como motores reales de la existencia. Y no porque la libertad "emane" de un poder trascendente, divino, o simplemente ajeno a la vida misma,

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