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Libro Podremos Vivir Juntos

cabujatum30 de Junio de 2013

4.733 Palabras (19 Páginas)566 Visitas

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PRESENTACIÓN

Alain Touraine se licenció en L´ecole Normale , y actualmente es profesor en la École des hautes etudes en ciencias sociales de París. Alain Touraine es un autor muy prolífico, ya que tiene en su haber más de veinticinco libros traducidos, entre los que destacan “Crítica de la Modernidad” y su “autobiografía”. Su última publicación es el libro que vamos a analizar “¿Podremos vivir juntos?”, escrito en 1997.

Alain Touraine entiende globalización como el conjunto de tecnologías, instrumentos y mensajes que están presentes en todas partes y que no están unidos a ninguna sociedad o cultura particular. La cultura ya no rige la organización social, que a su vez ya no rige la actividad técnica y económica. Por lo tanto cultura y economía se separan. En la actualidad, de las ruinas de sociedades modernas y sus instituciones salen redes globales de producción, consumo y comunicación que llevan a un retorno a la comunidad. Aunque vivimos en un sistema global en todo el planeta a la vez se refuerzan y multiplican los agrupamientos identitarios. La cultura de masas penetra en el espacio privado y por rechazo refuerza la voluntad política y social de defender una identidad cultural. Touraine lo expresa de la siguiente manera: “la desocialización de la cultura de masas nos sumerge en la globalización , pero también nos empuja a defender nuestra identidad”. En un mundo globalizado las minorías tienden a afirmar su identidad y a reducir sus relaciones con el resto de la sociedad.

Hoy en día gobernar un país consiste ante todo en hacer su organización económica y social compatible con las exigencias del sistema económico internacional. Los medios de comunicación ocupan un lugar creciente en nuestra vida porque relaciona de la forma más directa lo vivido más en privado con la realidad más global y participan activamente en el movimiento de desocialización al descontextualizar los mensajes. Hoy habitamos en la globalización , hablamos de distancia social creciente, de concentración de capital o de la capacidad de difundir mensajes y formas de consumo. Así , la globalización y privatización debilita las antiguas formas de vida social y política, y pone fin a las ideologías. Touraine afirma que todos somos en cierta manera postmodernos porque cada vez creemos menos en la vocación histórica de una clase o nación en lla idea de progreso. El autor nos plantea la siguiente cuestíon : Si el declive político actual sigue avanzando , sólo el mercado regulará la vida colectiva con lo que aparece la cuestión de ¿Cómo evitar que el fuerte aplaste al débil y no haya una mayor separación entre clases? Para vivir juntos siendo todos diferentes, hace falta que respetemos un código de buena conducta y las reglas del juego social (respeto a las libertades personales y colectivas, formalización del debate público e institucionalizar la tolerancia).

El reinado de lo político poco a poco ha sido destruido por la autonomía creciente de unos hechos económicos que se han liberado de su marco social sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial como consecuencia de la globalización económica, de la aparición de nuevos países industriales y de las revoluciones tecnológicas. La aparición de la sociedad industrial sustituyó al ciudadano por el actor económico, que dieron lugar a clases antagónicas. Así pues, el modelo de protección social se mantiene, pero ya no tiene solidez porque se ha visto desbordado por la internacionalización de la economía que permite escapar de las autoridades políticas nacionales. Aparece un triunfo de nacionalismos culturales que conducen al rechazo de la diversidad y la comunicación, que dan lugar a movimientos políticos que identifican el Estado con una herencia nacional, racial, étnica, o religiosa. Aparecen en la actualidad movimientos que son variantes del modelo totalitario que podría adoptar nuevas formas en el siglo XXI. Tras un periodo de globalización podríamos ver reformarse los regímenes totalitarios o aliarse el liberalismo económico y el nacionalismo cultural en los nuevos países industriales. El Estado se ve atacado por la internacionalización de la economía y por la fragmentación de las identidades culturales.

Los objetivos del libro son saber ¿Qué fuerza puede acercar y combinar desde este momento una economía transnacional y unas identidades infranacionales y cómo se pueden reconstruir unos mecanismos de regulación de la vida social? El mercado no aporta por sí sólo un modelo de regulación social ya que somete las demandas de los consumidores a un sistema de oferta muy concentrado. Surge el término sociedad de riesgo regida por la incertidumbre. El poder actual es el del innovador estratega o el del financiero que conquista un mercado. Lo que debemos buscar según el autor debe ser a un tiempo una fuerza de reintegración de la economía y de la cultura y una fuerza de oposición a los estrategas. La primera parte del libro habla de dicha desmodernización.

La segunda parte del libro trata de reconstruir una concepción de vida social a partir de un principio no social. Para Touraine el Sujeto es una afirmación de libertad contra el poder de los estrategasy sus aparatos y contra el de los dictadores comunitarios. La idea de Sujeto rige la de comunicación intercultural. Para Touraine el Sujeto necesita protecciones institucionales. No podemos combinar la unidad de una sociedad con la diversidad de las personalidades y de las culturas salvo que pongamos la idea de Sujeto personal en el centro de nuestra reflexión y acción. El libro trata en general más de ideas que de hechos.

CONCLUSIÓN

UN MUNDO DESGARRADO

Desde que se han acelerado la globalización económica, la revolución tecnológica y la aparición de nuevos países industriales, es la realidad económica la que parece regir el mundo, mientras, las ideologías se desmoronan y las políticas son más pragmáticas. Los partidos políticos se han transformado en agentes electores y no son defensores de un proyecto de sociedad. El espacio social y político se vacía, dominado de un lado por las realidades técnicas y económicas y del otro por el empuje de los nacionalismos o de los integrismos religiosos, además de los problemas de la vida privada. La derecha está siendo devorada por las políticas económicas liberales, en cuanto que la izquierda, se ve arrastrada en la caída de los movimientos revolucionarios.

A partir del momento en el que la actividad económica, desde la producción al consumo y a las comunicaciones de masas, desbordó las intervenciones del poder político, hemos visto separarse una economía globalizada y desocializada y una conciencia de sí que se ha desplazado al interés de un proyecto neocomunitario. Es por ello, según Touraine, por lo que la modernidad entra en crisis.

EL SUJETO ENTRE DOS PELIGROS.

La única manera de rechazar al mismo tiempo el poder absoluto de los mercados y la dictadura de las comunidades es ponerse al servicio del Sujeto personal y de su libertad luchando en el frente de los flujos desocializados de la economía financiera, y el del bloqueo de los regímenes neocomunitarios. El liberalismo económico es tan destructor del individuo como el nacionalismo cultural. El laisez faire económico y el nacionalismo cultural son los enemigos del Sujeto personal, ya que el poder del mercado y del progreso aplasta los movimientos sociales, y el voluntarismo nacionalista o comunitarista sólo reconoce al individuo en tanto que es portador de una pertenencia colectiva. Hay pues que afirmar la existencia de una contradicción más profunda; la que opone la afirmación de defensa del Sujeto personal y de su libertad a la lógica de los sitemas, sea esta lógica la del mercado o la de una identidad nacional o cultural. Hay que negarse a elegir entre la globalización dirigida por los países industriales y las dictaduras que se imponen en nombre de los derechos de una comunidad, porque estas dos fuerzas, cuya oposición domina hoy el planeta, amenazan gravemente tanto una como otra la libertad del Sujeto.

Hay que restablecer un control político de la economía, pero se trata de reconstruir un modelo de gestión de la economía abierta al mundo y de trayectos personales cada vez más individualizados, lo que vuelve la espalda a poderes comunitaristas, que pretenden utilizar los recursos económicos para reforzar la integración defensiva de unas sociedades que se sienten amenazadas por la modernización que sufren y por no poder participar activamente en ella.

Hoy en día se está desarrollando la defensa de los derechos culturales y de la solidaridad social y, sólo estos dos factores, pueden llevar a la reconstrucción de la vida política y a una transformación de la sociedad. Ni la conciencia liberal ni el radicalismo comunitario, pueden favorecer la emergencia de movimientos sociales sin los que no es posible reforma política importante.

EL DESEO DEL SUJETO

La juventud, las mujeres , los inmigrantes, los miembros de las minorías y los defensores del entorno, son los actores históricos, desde hace veinte años, que más se manifiestan, al menos en las sociedades industriales; son ellos los que se esfuerzan de manera más consciente por actuar y ser reconocidos como Sujetos. El actor más visible es esa parte de la juventud que, apartada del trabajo, se repliega sobre la afirmación de sí mismo como Sujeto. Las actitudes de la juventud están influidas por la música, el cine, la televisión, pero también se manifiestan por la participación en actividades humanitarias y en campañas ecologistas;

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