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Los Hombres Desean Por Naturaleza No Ver


Enviado por   •  3 de Junio de 2014  •  2.449 Palabras (10 Páginas)  •  148 Visitas

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Al cabo de los años me rodea

una terca neblina luminosa

que reduce las cosas a una cosa

sin forma ni color. Casi a una idea (…)

Jorge Luis Borges, “On his blindness”

Introducción

La utilización de la figura del ciego, es un recurso que aparece de manera recurrente, en primer lugar, en el mito griego, y, en segundo, en las tragedias del mismo origen. A su vez, la idea de la ceguera en sí misma, también se presenta como recurso metafórico en numerosos textos filosóficos.

Ahora bien, se podría considerar que la apelación al recurso del personaje que se transforma en, o nace, ciego, remite a la idea de que este “ve” más allá que el común de los mortales, que ve algo más que simples sombras en el fondo de la caverna .Pero, entonces, ¿de qué manera la ceguera física supone, tanto para el mito, como para la tragedia y, los textos filosóficos, una mejor predisposición del hombre para conocer?

El objetivo de este trabajo es, no solo intentar responder a la pregunta antes planteada, sino, también, analizar de qué manera se aplica este recurso en diversos casos , tales como: el mito de Tiresias (en rasgos generales); la Alegoría de la caverna, de Platón; el Edipo Rey, de Sófocles; y, finalmente, en El Banquete, también perteneciente a Platón.

Primera parte

“(…) ninguna de las acciones sensibles constituye a nuestros ojos el verdadero saber, bien que sean el fundamento del conocimiento de las cosas particulares; pero no nos dicen el porqué de nada; por ejemplo, nos hacen ver que el fuego es caliente, pero sólo que es caliente."1

Aristóteles distingue varios niveles o grados de conocimiento. El conocimiento sensible deriva directamente de la sensación y es un tipo de conocimiento inmediato y fugaz.

El conocimiento sensible es, de esta manera, el punto de partida de todo conocimiento. Aristóteles distingue en la Metafísica tres tipos de saber: el saber productivo, el saber práctico y el saber contemplativo o teórico. El saber productivo (episteme poietiké) es aquel que tiene por objeto la producción o fabricación, el saber técnico; el saber práctico (episteme praktiké) remite a la capacidad de ordenar racionalmente la conducta, tanto pública como privada; y, el saber contemplativo (episteme theoretiké) no responde a ningún tipo de interés, ni productivo ni práctico, y representa la forma de conocimiento más elevado, que conduce a la sabiduría.

Como resultado de la actividad de la memoria, en el hombre, el conocimiento sensible genera la experiencia. Esta forma de conocimiento, no es capaz de permitirle a los hombres conocer el por qué y la causa de los objetos conocidos, sino, simplemente, saber que existen, es decir: la experiencia consiste en el conocimiento de las cosas particulares.

El punto de partida del conocimiento lo constituyen, entonces, la sensación y, luego, la experiencia, que nos pone en contacto con las sustancias concretas. Pero Aristóteles considera que el verdadero conocimiento es aquel que remite a la esencia del objeto, es decir, a la forma. La forma se encuentra en la sustancia, por lo que es absolutamente necesario, para poder captar la misma, haber captado previamente, a través de la sensibilidad, esta sustancia.

1 Metafisica, Aristoteles (libro 1.1)

Es decir que, a través el conocimiento sensitivo de las cosas, no es posible conocer el porqué de las mismas.

Por lo antes expuesto, podríamos afirmar que la utilización de los sentidos, específicamente, de la vista (el más importante de los sentidos, según el libro Alfa, de Aristóteles), resulta necesaria pero insuficiente como método para conocer. Sería necesario dotarse de la experiencia (a través de la vista) para nutrir así el entendimiento, mediante un proceso en el que se involucran la sensibilidad, la memoria y la imaginación.

¿Por qué, entonces, la ausencia de la vista, supone un mejor acceso al conocimiento?

Es, quizás, por esta representación, en la cual el sentido de la vista resulta insuficiente para acercarse al conocimiento, que el recurso de la persona que decide quedarse (en caso de Edipo Rey) o se queda (en el caso del mito de Tiresias), ciego, posee esta significación: no ver simboliza un castigo, pues es el más importante de los sentidos, aquel que nos vale de herramienta para generar la experiencia, pero, si luego de ver con los ojos, pasamos a ser ciegos, una vez adquiridas las sustancias de los objetos y asimiladas en nuestra memoria, la ceguera permitirá entonces, llegar a ver más fácilmente las formas.

Las diferencias son, pues, considerables con Platón, tanto respecto al valor atribuido al conocimiento sensible, como respecto a la actividad misma del entendimiento que ha de ser necesariamente discursivo, siendo imposible llegar a conocer los universales a no ser mediante la inducción; además, Aristóteles rechaza explícitamente el innatismo del conocimiento, y nos lo presenta como el resultado del aprendizaje, es decir, por la coordinación racional de los elementos procedentes de la sensación, a través de la experiencia. Coinciden, sin embargo, en la consideración de que el verdadero conocimiento ha de serlo de lo universal, y no de los objetos singulares.

Para Platón, las capacidades sensitivas significan una “distracción” en el camino hacia el conocimiento que deben realizar los hombres.

La metafísica de Platón divide al mundo en dos aspectos distintos; el mundo inteligible (donde se encuentran las ideas en sí de las cosas), y el mundo que vemos alrededor nuestro en forma perceptiva (el mundo de la mera apariencia). El mundo perceptible consiste en una copia de las formas inteligibles o Ideas. Estas formas no cambian y sólo son comprensibles a través del intelecto o entendimiento – es decir, la capacidad de pensar las cosas abstrayéndolas de cómo se nos dan a los sentidos. En los Libros VI y VII de la República, Platón utiliza diversas metáforas para explicar estas ideas, como por ejemplo, en la alegoría de la caverna, a la cual se hará alusión más adelante.

En el mundo perceptivo, las cosas que vemos a nuestro alrededor no son más que simples bosquejos de las formas más reales y fundamentales presentes el mundo inteligible. Es como si viéramos una sombra de las cosas, sin ver las cosas mismas; estas sombras son una representación de la realidad, pero no la realidad misma.

Segunda parte

La ceguera en La alegoría de la caverna

“(…) – Después de eso –proseguí– compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos (…)”2

En la alegoría de la caverna podemos ver cómo el autor hace uso de la idea de ceguera de un modo más bien metafórico. Es decir, ninguno de los personajes presentados por Platón poseen una incapacidad física, todos sus sentidos funcionan de manera correcta, lo que sucede, es que éstos han sido engañados.

2 República (libro VII), Platón.

Este escrito intenta representar la posición del hombre respecto al conocimiento. El hombre no puede ver las cosas como realmente son, aquellas existentes en el mundo inteligible. En cambio, lo que ve, son solo sombras, representaciones desdibujadas (los objetos del mundo sensible) de las cosas en sí.

La ceguera en Edipo Rey

“(…) arrancó los dorados broches de su vestido con los que se adornaba y, alzándolos, se golpeó con ellos las cuencas de los ojos, al tiempo que decía cosas como éstas: que no lo verían a él, ni los males que había padecido, ni los horrores que había cometido, sino que estarían en la oscuridad el resto del tiempo para no ver a los que no debía y no conocer a los que deseaba (…)”.3

En Edipo Rey, el personaje principal, luego de matar a su padre, decide autocastigarse, golpeándose ambos ojos para quedarse ciego. Si bien la ceguera es puesta como un castigo, el autor acude a este recurso para representar la idea de “no ver, para ver”: esto es, si aun cuando tenía el sentido de la visión, Edipo, no pudo “ver” el destino que el oráculo ya le había anticipado, imponiéndose el mismo la ceguera física (el “no ver”), podría comenzar así a “ver” las cosas realmente.

Aquí vemos representado fielmente aquel recurso que se nombra al comienzo del trabajo.

“(…) – Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora? (…)”. 4

3 y 4 Edipo Rey, Sófocles

Al igual que en La alegoría de la caverna, en Edipo Rey, una vez que el hombre sale de las sombras para descubrir la realidad al fin, la luz del conocimiento ciega a los protagonistas, es decir que, al hombre, le es difícil aceptar esta nueva realidad. En el caso de Edipo, al no poder aceptarla, el personaje decide quitarse la vista, como ya nombramos.

La ceguera en El Banquete

"(...) mira mejor -le dice-, no se te vaya a escapar que no valgo nada, pues la vista de la inteligencia comienza a ver agudamente cuando comienza a menguar el vigor de la de los ojos, y tú todavía te encuentras lejos de esto (…)”5

En este fragmento de El Banquete, de Platón, libro en el cual una serie de personajes importantes deciden reunirse en una gran cena para discutir acerca del amor y la belleza, vemos cómo Sócrates, en una de sus respuestas a Alcibíades, hace alusión al concepto que venimos tratando en el trabajo.

El mito de Tiresias

Tiresias es un personaje recurrente en el mito y la tragedia griega (presente en Edipo Rey), famoso por su facultad de la videncia que parece contradecirse con su ceguera física.

Tiresias, quien no siempre fue ciego, nació en Tebas como fruto de la unión de un mortal, Everes, y la ninfa Cariclea, que vivía en la corte de la diosa de la sabiduría: Atenea.

Muchos han hablado acerca de cómo perdió la vista y se convirtió en vidente casi al mismo tiempo. Algunos dicen que sucedió cuando era muy joven y se atrevió a espiar a Atenea bañándose desnuda. Sintiéndose insultada en su castidad, la diosa lo dejó ciego. Al enterarse, Cariclea corrió a suplicarle que revirtiera su daño, pero como la diosa se veía imposibilitada a devolverle la vista resolvió recompensarlo con el don de la profecía.

5 El Banquete, Platón.

Otros dicen que Tiresias fue hombre y mujer, y que con esta historia se relaciona su ceguera y su videncia. Según esta versión el joven Tiresias un día encontró a dos serpientes apareándose y las separó; Hera, molesta por su actitud, lo convirtió en mujer. Luego de siete años volvió a encontrar a las serpientes apareándose, pero no las separó; por lo cual Hera decidió convertirlo en hombre nuevamente.

Por su conocimiento de los dos sexos, debido a su experiencia, Hera y Zeus un tiempo después lo invitan a participar como árbitro de una discusión sobre quién disfruta más del placer del sexo. Tiresias respondió que el hombre goza una décima parte que la mujer, por lo cual Hera muy enfurecida lo dejó ciego. Pero Zeus, para contrarrestar el daño provocado por su mujer, le otorgó el don de la videncia y una larga vida.

Sea cual sea el origen de la ceguera y la videncia de Tiresias, lo cierto es que, según se dice, vivió por más de doscientos años y los héroes más famosos de la historia griega recurrieron a su sabiduría y a su facultad de la adivinación. Tiresias es un mediador entre los dioses y los hombres y a su vez entre las mujeres y los hombres por su experiencia vivida.

Vemos, entonces, en el mito de este famoso personaje, otro momento en el cual se relaciona directamente a la ceguera, con la sabiduría, y se pone a la ausencia de visión, primero como un castigo, que luego resulta en una ampliación de las capacidades cognoscitivas del personaje.

Tercera parte

Conclusión

Como se desarrolló en la primera parte del trabajo, hemos podido identificar, en la teoría del conocimiento de Platón, y luego también en la de Aristóteles, cómo el sentido de la vista posee una implicancia primordial a la hora de hablar de los procesos necesarios, para estos autores, para acceder al conocimiento, y luego así, a la sabiduría. A su vez, hemos podido identificar (en la segunda parte del trabajo),no solo cómo se representa la idea de la ceguera en los mitos y las tragedias, ejemplificando varios casos, sino también, por qué en varios de ellos, la ceguera, en un comienzo, parece significar un castigo. Si bien, en los ejemplos expuestos, la idea de ceguera se representa de muy diferentes maneras, todas coinciden en la representación de la misma como el modo de acceder a la sabiduría.

Un dato relevante para agregar

¿Por qué la vista es considerada el más importante de los sentidos?

Con el surgimiento de la escritura, el saber (que antes era capital exclusivo del oráculo) pasa a estar representado en los mitos griegos. Este cambio de forma de transmisión del conocimiento (de oral a escrita), posicionó a la vista, herramienta necesaria para poder leer, como el sentido principal para poder acceder al conocimiento. Esta es quizás, en este sentido, otra explicación del porqué de su implicancia como recurso en tantos escritos, y por qué su ausencia significa, en un comienzo, un castigo.

Bibliografía

Metafísica, Aristóteles.

Republica (libros VI y VII), Platón.

Edipo Rey, Sófocles.

El Banquete, Platón.

Tiresias, Christian Rossi y Serge Le Tendre, BD Ediciones, Madrid, 1998.

Teoría de las Ideas de Platón, D. Ross, trad. cast., Madrid, Cátedra, l986.

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