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Los Hombres y las Estructuras


Enviado por   •  2 de Mayo de 2019  •  Monografías  •  1.554 Palabras (7 Páginas)  •  101 Visitas

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Hombres y estructuras

                                                                                     

        

Hace tiempo ya que Edward Carr argumentaba que es ilógico tratar de ponderar qué es más adecuado para comprender el pasado, si hacer hincapié en la sociedad o el individuo, ya que “la sociedad y el individuo son inseparables: son mutuamente necesarios y complementarios, que no opuestos”[1] 

Sin embargo, la Historia como disciplina científica, ha estado atravesada por esta dicotomía, al menos en términos explicativos en tanto y en cuanto, detrás de cada modelo suelo percibirse una preferencia por las grandes estructuras económicas y sociales agentes de procesos históricos, inmodificables por la acción de un solo sujeto, o al contrario, por  la puntualización de los individuos como portadores concientes y al mismo tiempo inconcientes, de toda una tela de araña cultural, formada en siglos y siglos de experiencia social en común.  

Fue en los años `70 del siglo XX, cuando comenzaron a percibirse cambios importantes en los objetos de estudio históricos, pero también en las formas de hacer historia: de las circunstancias que rodean al hombre a la consideración de hombre en sus circunstancias; de lo económico y demográfico a lo cultural y emocional; del grupo al individuo; de la sociedad estratificada y unicausal a otra interconectada y multicausal.

Las influencias intensas de la antropología, la psicología y la literatura, que han sustituido, o al menos desplazado  a la economía, la sociología y la teoría política como fuentes conceptuales principales, han conducido a replantear el significado de conceptos básicos, tales como cultura, sociedad, cambio, etc., han incorporado nuevos métodos y han orientado las investigaciones hacia temas escasamente tratados por la historiografía anterior.

Sin hacer un abandono absoluto (aunque en muchos casos es más que significativo) de conceptos como ideología, conflicto social, revolución, transformación económica, intereses o estrategias, la nueva historia incorpora nuevas preocupaciones, acercándose a categorías sociales como las de edad, género, religiosidad, etnias, subjetividades, representaciones, etc.; dimensiones de agrupamiento como la familia o la comunidad vecinal, en las que los lazos emotivos tienen tanto peso como los intereses racionales compartidos; actitudes vitales anómicas o, simplemente, singulares, enfocadas desde una perspectiva individualizada; y formas de sociabilidad más o menos ajenas a los vínculos políticos o económicos, como la sexualidad o la amistad.

Es evidente que en algo han cambiado las formas de hacer historia, las técnicas historiográficas, pero fundamentalmente han cambiado los temas, el objeto del discurso histórico. Los nuevos temas hay que buscarlos entre aquellas facetas de la realidad más olvidadas o despreciadas por la historiografía tradicional. Son muchas las investigaciones en las que la descripción exhaustiva, la narración sometida a la cronología, lo cultural y lo individual han desplazado a los enfoques cuantitativos, los temas socioeconómicos y las teorizaciones más generales.

Los modelos explicativos

Bajo el primer paradigma, la perspectiva marxista de explicación, es determinante explicar quién posee los medios de producción en una sociedad, para poder explicar quiénes conforman los grupos hegemónicos y por ende, quiénes los subalternos. En este sentido, las relaciones sociales (definidas como relaciones de producción) aparecen también vinculadas a un cierto tipo de división del trabajo y a un cierto grado de evolución de las fuerzas productivas. En síntesis, el concepto de clase social se comprende en el contexto de un modo de producción (esclavismo, feudalismo, capitalismo) determinado. Es el modo de producción el que determina la estructura de clases. A partir de allí, la relación se presenta como relación de dependencia: las clases poseedoras son las clases dominantes, y las clases desposeídas, las dominadas. También para el marxismo tiene una importancia fundamental el problema de la conciencia de clase, es decir, la percepción que cada clase tiene de su situación en una estructura social determinada. Puede diferenciarse entre una clase sin conciencia de sus intereses (clase en sí) de una clase con conciencia de ellos (clase para sí) y se considera que una clase plenamente constituída es la que ha alcanzado esta última situación.

Sin embargo, se puede observar que en el análisis de los sujetos reales, toda una serie de grupos o categorías escapan a la clasificación en clases. De allí la preferencia de algunos historiadores de elegir  para el análisis de la sociedad conceptos como  sectores o grupos sociales, que hacen referencia a la complejidad de la constitución de los sujetos históricos.

Otra manera de enfocar el problema es el análisis en términos de estratificación social. Fue Max Weber a principios de siglo quien distinguió en la jerarquización social tres dimensiones analíticas: el poder económico (las clases), el poder político  (los partidos) y la capacidad de mostrar el lugar de pertenencia, el rengo social (las sociedades estamentales)[2] Hoy en día, y a instancias de la sociología funcionalista norteamericana, se tiende a conceptualizar la diferenciación social a partir de la forma que adquiere la distribución al interior de la sociedad de actividades y funciones. A diferencia del análisis marxista, el funcionalismo se interesa por mostrar a la estratificación social no como un corte tajante del cuerpo social sino como la gradual estructuración quienes tienen mayor o menor prestigio social, entre quienes tienen mayores o menores ingresos.

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