Los Sapos Del Proceso De Paz
williammendieta27 de Julio de 2012
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LOS SAPOS DEL PROCESO DE PAZ
El Presidente de la Republica en Colombia tiene la obligación de buscar la paz. No es una opción. Con este objetivo el Congreso discute "el Marco Jurídico para la Paz" , necesario , pues en el siglo XXI un proceso de esta naturaleza requiere un piso jurídico que lo sustente. Pero ni la paz esta allí, ni todo lo que esta aprobando el Congreso va a traer la paz.
El punto clave de unas normas de justicia transicional es la rebaja de las penas privativas de libertad. En otras palabras, si no hay un proceso de paz, cada guerrillero debe responder como un criminal de lesa humanidad y con las más altas penas, por el solo hecho de pertenecer a ese grupo.
Sin embargo, lo que se "negocia" en estos casos es que el Estado no aplica la severidad de sus normas penales a cambio de que estos grupos entreguen verdad y reparación a las víctimas, y se establezcan medidas de no repetición.
El llamado "Marco para la Paz" señala que el sistema judicial podría seleccionar qué casos lleva a juicio y cuáles no, y sólo juzgar a los “máximos responsables” de crímenes de guerra, lesa humanidad o genocidio, mientras que la tropa y mandos medios, a quienes no se les comprueben este tipo de delitos, pasan a una comisión de la verdad.
Dos criticas le han salido al paso a este punto. La primera, que la tropa que ha cometido delitos terminará feliz y tranquila en su casa. La segunda, que el Gobierno está entregando sus armas antes de siquiera sentarse a hablar.
A la primera, hay que recordar los errores del proceso de desmovilización de los paramilitares. 4.500 integrantes de estos grupos llevan encarcelados 7 años, sus máximos cabecillas están presos en Estados Unidos, pero nada de verdad ni reparación. Y como consecuencia, los crímenes los siguen cometiendo "en cuerpo ajeno": las BACRIM. Al menos, en esto el Marco para la Paz está bien enrutado. No meter a todo el mundo a la cárcel pero a cambio de la verdad, es un buen trato.
A la segunda, es cierto que se entrega "la impunidad" antes de negociar, pero es mejor un marco con puntos claros, que tener que debatir al calor de la negociación, cuando de pronto habría que ceder mas.
Sin embargo, la reforma contiene una dádiva. La opción de que los guerrilleros que no hayan cometido genocidio, crímenes de guerra ni crímenes de lesa humanidad, puedan hacer política.
Primero, no hay ninguna justificación para que la guerrilla tenga un trato más benéfico que los paramilitares, cuando ambos han cometidos los mismos crímenes. Segundo, desde ya está creando un incentivo perverso a la verdad, pues a la justicia colombiana le queda difícil investigar a fondo muchos de los crímenes y por lo tanto en estos casos confía en las confesiones de los victimarios. El peligro es que quienes hayan cometido crímenes atroces, trataran de pasar calladitos, no contarán la verdad y la justicia no tendrá cómo probarles sus delitos.
Todos los guerrilleros que se esconden tras un "alias" y que en Bogotá no se conocen, pero que a diario amenazan a las poblaciones, violan a las mujeres, asesinan, secuestran y extorsionan, podrán ser elegidos en esos municipios como alcaldes o concejales, atemorizando ahora a las victimas desde su autoridad política, si es que además no terminan escoltados, como ha sucedido en el pasado, por miembros del mismo grupo que se desmovilizó.
Carlos Fuentes, en su libro la Silla del Águila, decía que la política es el arte de tragarse los sapos sin hacer mala cara. Podemos llegar a hacer buena cara con los que conduzcan a una paz real con verdad, justicia, reparación y medidas de no repetición. Pero jamás al sapo de la participación en
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