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Medios Y La Política Del Miedo


Enviado por   •  28 de Enero de 2014  •  2.886 Palabras (12 Páginas)  •  177 Visitas

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Universidad Central del Ecuador

Facultad de artes

Maestría en Estudios del Arte

Imaginarios y representaciones de la nación

La política mediática del miedo y la construcción de un imaginario de nación dependiente de un estado paternalista

Juan Gabriel Chancay Bermello

Quito, 18 septiembre 2013

Sábado, nueve de la mañana, una visita al centro histórico, el calor de la calle Guayaquil, el tururú del trole y su bocina regulada para transmitir eternamente la canción de navidad en un monótono y tibio tono. Llegar a la plaza de la independencia y distinguir el patrón habitual del montaje de un escenario para conciertos, sillas muy cerca del escenario (V.I.P. asumí), sillas más lejos del escenario para la clase más bien general . Fue en estas sillas en las que me senté esperando la presentación.

Empecé a temer que el artista que se presentara no fuese de mi agrado, como a las nueve y media el flujo de uniformados (policías, militares y municipales) casi igualaba al de los asistentes, tendencia que se vio revertida varios minutos después, cuando la cantidad de personas asistentes al evento se multiplicó exponencialmente hasta cubrir casi por completo la plaza. Media hora de música popular. No era la señal que esperaba. Himno Nacional del Ecuador, la gente de repente se poseía presa de un paroxismo de emoción al entonar las últimas notas y divisar desde tras bastidores la aparición del plato principal en ese desayuno de nacionalismo que hasta el momento estaba tomando. La imagen del presidente constitucional y todas las cámaras cercanas a la tarima enfocando su rostro proyectado con la bandera del País de fondo y listones de colores amarillo, azul y rojo que vuelan aparecidos de ningún lugar. Las cámaras más lejanas enfocan al público que estalla en aplausos llenos de infinito amor y sus corazones ardientes pasan inadvertidos reflejados en sus rostros y en una pantalla gigante que en alta resolución muestra las gotas de sudor que perlan las frentes de quienes no tienen un techo armado para aguantar el calor de la mañana. El presidente del País se muestra sonriente y bajo la adecuada sombra de una estructura metálica que lo separa, casi imperceptiblemente, de los que son sus iguales, su gente. La imagen llega a través de una cadena de televisión a todas aquellas casas que no tienen el privilegio (suntuoso privilegio del que estoy seguro no goza la mitad de los que estaban ahí aguantando sol) de tener contratado un servicio privado de cable.

No quiero que se tome como casual, sino más bien como causal el relato que abre el ensayo; las cámaras, el teatro, las banderas, el himno, las frases pegajosas, la cadena nacional de radio y televisión y una imagen que proyecta, y ha proyectado desde sus inicios, un aura demarcatoria de un país sin fronteras delimitadas más allá que por una línea roja en un mapa. La muestra insolente de un nacionalismo político tan bien esgrimido que provoca en muchos de nosotros admiración y pasión. Qué mejor escenario para emprender un análisis sobre los elementos coyunturales que se esgrimen también para definir una nación. La homogenización de un pensamiento que mueva a toda una población es una de las bases prácticas con las que una nación empieza a construirse dentro del imaginario de sus integrantes. Podríamos decir, arriesgadamente, que ese pequeño grupo, conglomerado o simplemente masa social, cumplía una de las normas base en la edificación de una idea de nación: compartía un ideal, y estaba dispuesto a sudar por ese ideal.

Aunque el ejemplo minimiza, tal vez, la magnitud de los elementos necesarios para la conformación de una nación, no minimiza el poder de coacción que despliega el medio de difusión utilizado y tampoco minimiza el impacto que un ¡¡viva la patria!! ejerce sobre cientos o miles de habitantes de un País.

Para enfocar la construcción de un imaginario tan grande como lo es el de la idea (porque no es más que una idea) de nación dependiente, habremos de precisar ciertas nociones conceptuales que nos leven a feliz término en estos razonamientos.

Tomaremos de momento a Gellner, sus observaciones y estudios sobre la concepción de nación allanarán el terreno para nuestra construcción de hipótesis:

Lo que ocurre es (…) que cuando las condiciones sociales generales contribuyen a la existencia de culturas desarrolladas estandarizadas, homogéneas y centralizadas, que penetran en poblaciones enteras, y no sólo en minorías privilegiadas, surge una situación en la que las culturas santificadas y unificadas por una educación bien definida constituyen prácticamente la única clase de unidad con la que el hombre se identifica voluntariamente, e incluso, a menudo, con ardor. (Gellner, 2001 p.80).

Si es la voluntad la que engendra naciones, ¿A qué tipo de voluntades o poderes y a qué factores internos y externos obedece esta creación?

El autor nos da una pista cuando habla de una nación vinculante desde las clases educadas. Estas clases educadas que debieran ser interpretadas con la lógica de grupo y la lógica de la organización (tal vez gremial), acaban en nuestros días vistiendo un traje negro y portando un estandarte político. Hoy que la nación está constituida y armada como si fuera una torre de naipes, el poder hegemónico sabe y respeta la idea de que debe cuidar la delicada estructura que mantiene unida la torre en cuestión. “Es en estas condiciones, y sólo en ellas, cuando puede definirse a las naciones atendiendo a la voluntad y a la cultura, y, en realidad, a la convergencia de ambas con unidades políticas” (Gellner, 2001 p.80). Bajo estos términos la nación se construye desde dentro, pero siguiendo un eje estandarizador-impositivo, un eje por el que cruza voluntad y cultura. Y poder. “El nacionalismo es esencialmente la imposición general de una cultura desarrollada a una sociedad en que hasta entonces la mayoría, y en algunos casos la totalidad, de la población se había regido por culturas primarias” (Gellner, 2001 p.82).

¿Cómo impones un modus vivendi, de hecho, cómo generas el parámetro de un modus operandi que pueda ser seguido por una masa poblacional si no se distribuye el mensaje uniforme y horizontalmente? El punto neurálgico de cualquier intento de creación de un imaginario colectivo debe estar marcado innegablemente por la reproducción mediática. Esto convierte a los medios de comunicación en un arma. “La convergencia del capitalismo y la tecnología

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