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La Politica Y Los Medios


Enviado por   •  12 de Mayo de 2014  •  2.090 Palabras (9 Páginas)  •  178 Visitas

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LOS FRUTOS DEL INDUSTRIALIMO Y DEL IMPERIALISMO (1881 – 98)

A fines del siglo XIX la industria mecanizada se había convertido en la mayor fuerza creadora de la civilización occidental. La producción de las máquinas era dinámica y expansiva. Sus energías se desbordaron. La función primordial de las máquinas era la de producir una serie de artículos baratos y estandarizados. El apetito insaciable de materias primas y mercados más grandes, que sentían los esclavos del hierro lanzaron a las potencias industriales a una nueva campaña de imperialismo colonial.

La maquinaria industrial se había convertido en el instrumento indispensable, en la medida esencial del poderío. La extensión territorial y la población ya no eran los índices más claros de la productividad económica o del potencial bélico de una nación. La guerra misma se estaba industrializando.

Tres naciones principales habían dejado retrasadas en la carrera para aprovechar las ventajas de una economía industrial. Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos. Los recursos y el equipo industrial de estos tres países los colocaban en una categoría especial. Eran las superpotencias. Francia, Rusia, Austria e Italia eran también grandes potencias, pero ocupaban un lugar secundario. En la tercera categoría figuraban los restantes Estados de Europa y del mundo, como Bélgica, China, Japón.

Hacia 1880, la fabricación y exportación de máquinas se convirtieron en un índice de poder. Inglaterra, los EEUU y Alemania eran entonces los principales exportadores. Los tres incrementaron su virtual monopolio hasta la primera Guerra Mundial. En 1880, el orden de precedencia era el siguiente: Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos. Hacia 1913 se había transformado en: Alemania, los Estados Unidos e Inglaterra. Tanto Alemania como Inglaterra habían quedado en la carrera industrial a la zaga del joven gigante del oeste, cuando comenzó el siglo XX.

En las décadas de 1880 y de 1890, la rivalidad comercial anglo – alemana se troncó en duelo de titanes en el que las estadísticas del poderío registraron toda una serie de victorias alemanas. A comienzos del siglo XX, Inglaterra iba todavía a la cabeza con un 21% del comercio internacional. Alemania iba en segundo lugar, con un 12%; los Estados Unidos en tercer lugar, con un 11%, y Francia con un 8%. En los siguientes trece años, solamente los Estados Unidos obtuvieron una ventaja relativa.

Afortunadamente para Inglaterra, nueve décimas partes de las transacciones financieras internacionales se efectuaban todavía en libras esterlinas, porque la libra seguía siendo la unidad más estable de cambio. Una parte considerable del capital exportado se envió a países políticamente débiles económicamente atrasados, con lo que preparó el camino para la marcha del imperialismo. Pequeñas naciones que necesitaban ayuda financiera y equipo técnico, y que podían verse reducidos a la condición de vasallaje económico. El país podía, inclusive, enajenar su independencia política y convertirse en protectorado de la gran potencia a la que había dado en garantía sus recursos.

Por otro lado, dentro del sistema fabril, hubo un desplazamiento hacia el capitalismo financiero, que debilitó la antigua relación paternalista que existía entre el patrono y sus obreros. Las fundiciones y las herrerías pequeñas fueron absorbidas por las grandes compañías metalúrgicas. La libre empresa, estaba amenazada por el férreo monopolio de unas pocas empresas agresivas.

Un desarrollo paralelo, fue el ascenso del capitalismo financiero. La influencia que un gran trust de inversiones, que tuviese su casa matriz en Londres, París, Berlín o Nueva York podía alcanzar de esta manera, estaba en posibilidad de decidir los acontecimientos en continentes remotos.

Hacia 1900, el desarrollo de las grandes sociedades por acciones, conocidas de diversa manera con los nombres de pool, trust…se habían convertido en un problema para juristas y políticos. Algunas compañías con tendencias monopolistas se hicieron tan poderosas, que se temió que pudieran escapar del control del gobierno y perseguir la obtención de sus ganancias a expensas del bienestar público y de los intereses nacionales. El valor, la iniciativa y la previsión de los directores de la vida económica que construyeron grandes pirámides financieras, explotaron los recursos de las tierras vírgenes. Pero para los críticos, estos capitanes de industria eran simplemente despiadados y depredadores.

El siglo XIX terminó cuando todas las energías de la civilización industrial dinámica se elevaban en un crescendo. En la esfera económica, la concentración y la centralización del fueron los principios dominantes de la edad; concentración de capital, de la industria, de población y de poderío. La concentración de población era todavía más notable que la concentración de la riqueza (Inglaterra, Bélgica, Alemania) Las grandes ciudades crecieron más rápidamente que las pequeñas y las villas devoraron a las aldeas.

La industria moderna era esencialmente dinámica, acumulativa y expansiva. Gracias a la producción mecánica, el costo por unidad de un artículo disminuyó a medida que la producción estandarizada fue aumentando. Era más lucrativo, dirigirse a un grupo de consumidores cada vez más amplio, aumentar la producción e invadir constantemente nuevas zonas. La energía mecánica del vapor aseguró transporte regular y barato, y la disminución de los fletes de transporte dio origen a un mercado mundial y a una economía también mundial. Las materias primas podrían transportarse a las máquinas desde otros continentes y los artículos industriales se exportaban desde enormes distancias a precios que les permitían competir favorablemente con los artículos locales.

La consecuencia de esto fue una competencia más aguda. Pequeñas empresas quebraron. En Alemania, los talleres industriales pequeños se redujeron a la mitad entre 1880 y 1914, en tanto que las fábricas grandes se duplicaron numéricamente. Los obreros adquirieron conciencia de sí mismos en cuanto clase con intereses diferentes, demandas distintas y motivos específicos de queja.

Un resultado lógico fue el rápido crecimiento de los sindicatos obreros. Los trabajadores calificados fueron los primeros que formaron sindicatos de oficios para velar por el bienestar de sus miembros. Más tarde, muchos de estos sindicatos se apresuraron a federarse en grandes sindicatos industriales, y hacia 1900 los sindicatos contaban con 2 millones de miembros en Inglaterra y cerca de un millón en Alemania y los Estados Unidos. Los trabajadores no calificados vacilaron más en organizarse.

Los trabajadores exigieron una parte mayor de las ganancias y apoyaron sus demandas con la amenaza

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