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Protocolos Del Sabio Sion


Enviado por   •  14 de Mayo de 2014  •  26.282 Palabras (106 Páginas)  •  313 Visitas

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PROTOCOLO I:

El derecho sólo está en la Fuerza.- La Libertad no es más que una idea.- El Liberalismo.- El oro.- La locura.- La Autonomía.- El Despotismo del Capital.- El Enemigo Doméstico.- La Plebe.- La Anarquía.- La Política y la Moral.- El derecho del más fuerte.- El poder Judío Francmasón es invencible.- El fin justifica los medios.- Las turbas son ciegas.- Las discordias de los partidos.- La forma de gobierno que mejor conduce a nuestro fin es la Autocracia.- Los Licores Fuertes.- El Clasicismo.- El Libertinaje.- El principio y las Reglas del gobierno Judío y Francmasón.- El Terror.- Libertad, Igualdad y Fraternidad.- El principio del gobierno dinástico.- Los Privilegios de la Aristocracia de los Gentiles, destruidos. - La nueva aristocracia. - Cálculo psicológico.- Abstracción de la Libertad.- Amovilidad de los Representantes del Pueblo.

Dejemos de lado toda fraseología; estudiemos en sí misma cada idea e ilustremos la situación por medio de comparaciones y deducciones. Voy, pues, a formular nuestro sistema desde el punto de vista nuestro y desde el punto de vista de los Gentiles (Goyim).

Hay que hacer notar ante todo que los hombres dotados de malos instintos abundan más que los de buenos sentimientos. Por esta razón hay que esperar mejores resultados cuando se gobierna a los hombres por medio de la violencia y el terror, que cuando se trata de gobernarles por medio de las discusiones académicas. Todo hombre aspira al poder; cada uno quisiera convertirse en dictador; si esto fuera posible al mismo tiempo, muy poco faltaría para que no estuvieran todos prontos a sacrificar el bien de los demás, a trueque de conseguir cada uno su propio provecho.

¿Qué es, pues, lo que ha reprimido hasta ahora a esa bestia feroz que se llama hombre? ¿Qué es lo que ha podido dirigirle hasta el presente? Al iniciarse el orden social, el hombre se ha sometido a la fuerza bruta y ciega; más tarde, a la Ley, que no es más que esa misma fuerza, pero disfrazada. De donde yo saco la conclusión que, según la Ley Natural, el derecho radica en la fuerza. La Libertad Política es una idea y no un hecho. Se necesita saber aplicar esta idea cuando es necesario atraer las masas populares a un partido con el cebo de una idea, si ese partido ha resuelto aplastar al contrario que se halla en el poder.

Este problema resulta de fácil solución si el adversario se mantiene en el poder en virtud de la idea de libertad, de eso que se llama Liberalismo, y sacrifica un poco de su fuerza en obsequio de esa idea: Libertad. Y he aquí por dónde ha de llegar el triunfo de nuestra teoría: una vez que se aflojan las riendas del poder, inmediatamente son recogidas por otras manos, en virtud del instinto de conservación, porque la fuerza ciega del pueblo no puede quedar un solo día sin tener quien la dirija, y el nuevo poder no hace otra cosa sino reemplazar al anterior debilitado por el Liberalismo.

En nuestros días, el poder del oro ha reemplazado al poder de los gobiernos liberales. Hubo un tiempo en que la fe gobernaba. La idea de libertad es irrealizable, porque nadie hay que sepa usar de ella en su justa medida. Basta dejar al pueblo que por algún tiempo se gobierne a sí mismo, para que inmediatamente esta autonomía degenere en libertinaje. Surgen al punto las discusiones, que se transforman luego en luchas sociales, en las que los Estados se destruyen, quedando su grandeza reducida a cenizas.

Sea que el Estado se debilite en virtud de sus propios trastornos, sea que sus disensiones interiores lo ponen a merced de sus enemigos de fuera, desde ese momento, ya puede considerarse como irremediablemente perdido; ha caído bajo nuestro poder. El despotismo del Capital, tal como está en nuestras manos, se le presenta como una tabla de salvación y a la que, de grado o por fuerza, tiene que asirse, si no quiere naufragar.

A quien su alma noble y generosa induzca a considerar estos discursos como inmorales, yo le preguntaría: Si todo Estado tiene dos enemigos y contra el enemigo exterior le es permitido, sin tacharlo de inmoral, usar todos los ardides de guerra, como ocultarle sus planes, tanto de ataque como de defensa; sorprenderlo de noche o con fuerzas superiores, ¿por qué estos mismos ardides empleados contra un enemigo más peligroso que arruinaría el orden social y la propiedad, han de reputarse como ilícitos e inmorales? ¿Puede un espíritu equilibrado esperar dirigir con éxito las turbas por medio de prudentes exhortaciones o por la persuasión, cuando el camino queda expedito a la réplica, aun la más irracional, si se tiene en cuenta que ésta parece reducir al pueblo que todo lo entiende superficialmente?

Los hombres, sean de la plebe o no, se guían casi exclusivamente por sus pasiones, por sus supersticiones, por sus costumbres, sus tradiciones y sus teorías sentimentales; son esclavos de la división de partidos que se oponen aun a la más razonable avenencia. Toda decisión de las multitudes depende, en su mayor parte, de la casualidad, y cualquier resolución suya es superficial y adoptada con ligereza.

En su ignorancia de los secretos políticos, las multitudes toman resoluciones absurdas y la anarquía arruina a los gobiernos.

La política nada tiene que ver con la moral. El gobierno que toma por guía la moral no es político, y en consecuencia es débil. El que quiera dominar debe recurrir a la astucia y a la hipocresía. Esas grandes cualidades populares, franqueza y honradez, son vicios en política, porque derriban de sus tronos a los reyes mejor que el más poderoso enemigo. Estas virtudes deben ser atributos de los príncipes Gentiles; pero nunca debemos tomarlas por guías de nuestra política.

Nuestro objeto es apoderarse de la fuerza. La palabra Derecho es un concepto abstracto, al que nada corresponde en el orden real y con nada se justifica. Esta palabra simplemente significa: Dame esto que yo quiero, para probar que yo soy más fuerte que tú... ¿Dónde empieza y dónde acaba el derecho?

En un estado en el que el poder está mal organizado, en el que las leyes y el gobierno se han convertido en algo impersonal, como efectivamente sucede con los innumerables derechos que el Liberalismo ha creado, yo veo un nuevo derecho: el de echarme en virtud de la ley del más fuerte, sobre el orden, sobre todos los reglamentos y leyes establecidos, y trastornarlos; el de poner mano sobre la ley, el de reconstruir a mi antojo todas las instituciones y constituirme amo y señor de los que nos abandonan los derechos que su propia fuerza les había dado, y a los que

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